* «En 1999, llevé a mi abogado, dos de sus hijos y su suegro a un viaje a Roma. Fue entonces cuando descubrí que hay dos tipos de personas que viajan allí: turistas y peregrinos. No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que yo era el turista y que ellos eran en gran medida peregrinos. “¿Qué obtenían de su viaje que yo no aprovechaba? ¿De dónde procedía este gozo más profundo? Esas preguntas fueron respondidas cuando decidí tomarme tres meses sabáticos que se convirtieron en 13 meses y me fui a Roma. Trabajaba en el Vaticano pero no era católico, y mis credenciales eran mi libro ‘Internet Starter Kit’. Recibí innumerables gracias y milagros. Y era lógico: era el año 2000, el año del jubileo. Y entonces conocí a los dominicos. Fue por casualidad. Providencia en realidad. Empecé a ir a la oración de la mañana y la misa y aunque no recibía la comunión me intrigaba esa oración comunitaria. La hice parte de mi»
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