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domingo, 12 de enero de 2025

Mary Rose Bratlien: «Mi familia abandonó la fe cuando yo tenía 3 años, iba a fiestas y bebía en exceso, comencé a leer la Biblia buscando la verdad y la voluntad de Dios, entendí que Dios me ama y soy monja»


Mary Rose Bratlien, religiosa de las Hermanas Franciscanas

Camino Católico.-  La hermana Mary Rose Bratlien, integrante de las Hermanas Franciscanas, Tercera Orden Regular (T.O.R), de la Penitencia de la Madre Dolorosa, criada en San Diego (California), cuenta en el portal de su congregación que la familia al completo abandonó la fe cuando ella tenía solo 3 años. Aunque fue bautizada, también ella abandonó rápidamente la práctica religiosa y la “apariencia exterior” ocupó buena parte de sus esfuerzos.

“Estaba preocupada por encontrar un novio atractivo, ser popular, conducir un buen coche y comprar ropa bonita. Iba frecuentemente a fiestas y bebía en exceso, tratando ansiosamente de ocultar mis inseguridades. Esto me generó un mayor vacío interior y desánimo por la persona en la que me había convertido”, confiesa.

Recuerda como especialmente impactante el divorcio de sus padres, cuando ella tenía 13 años y la familia de ocho miembros. Pero también de ahí surgió una “transformación completa” en su madre, que regresó a la Iglesia y se dedicó desde entonces al apostolado.

“En mi último año de secundaria comencé a leer la Biblia, buscando vorazmente la verdad, anhelando la misma fe, el mismo amor misericordioso y la misma alegría que había visto en mi madre”, cuenta la hermana.

Mary Rose Bratlien en la imagen destacada, junto a las Hermanas Franciscanas a las que pertenece

Tenía 18 años cuando, tras un completo estudio de los templos protestantes y las iglesias católicas locales, Bratlien decidió unirse a la Iglesia, confirmarse y sumergirse de lleno en la fe.  “Mi único objetivo era descubrir la voluntad y el propósito de Dios para mi vida. Ya no estaba atada por mis antiguas inseguridades y temores, sino que entendí profundamente que Dios me ama como a una hija preciosa”, agrega.

Recuerda una tarde cualquiera, volviendo a su casa en coche tras sus clases de estudio de la Biblia, cuando la palabra “consagrada” se le vino a la cabeza “de la nada”: “Sabía que no se me había ocurrido por mi cuenta, porque ni si quiera conocía su significado. Me pregunté si Dios querría que me consagrara y durante los siguientes años empecé a visitar conventos y a aprender sobre la vida religiosa”.

La confirmación de sus pronósticos fue durante sus estudios en la Universidad Franciscana de Steubenville, durante una sesión de discernimiento vocacional. Recuerda que al leer Isaías 62:5 fue “como si Dios me estuviera hablando directamente”, diciéndole: “Como un joven se desposa con una virgen, así se desposará contigo tu Dios; y como se regocija el esposo con su esposa, así se regocijará contigo tu Dios”.

Aquella fue la confirmación definitiva a una vida que comenzó en las Hermanas Franciscanas un año después de su fundación en 1989, con poco más de 26 años: “Ha sido un viaje emocionante como hermana religiosa, lleno de gracia sin medida, y ciertamente la mayor alegría de mi vida. ¡A Dios sea la gloria y la alabanza por siempre!”, agrega la religiosa.

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