* «La línea que divide, en nuestro Evangelio, a los ‘bienaventurados’ de los ‘desventurados’ no es así; es una barrera móvil, absolutamente posible de atravesar. No sólo se puede pasar de un sector a otro, sino que toda esta página del Evangelio fue pronunciada por Jesús para invitarnos y animarnos a pasar de una a otra esfera. La suya no es una invitación a hacernos pobres, ¡sino a hacernos ricos! ‘Bienaventurados vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios’. Pensemos: pobres que poseen un reino, ¡y lo poseen ya desde ahora! Aquellos que deciden entrar en este reino son, en efecto, desde ahora hijos de Dios, son libres, son hermanos, están llenos de esperanza de inmortalidad. ¿Quién no desearía ser pobre de esta forma?»
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domingo, 13 de febrero de 2022
Homilía del Evangelio del Domingo: Los dos caminos posibles para toda persona / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.
* «La línea que divide, en nuestro Evangelio, a los ‘bienaventurados’ de los ‘desventurados’ no es así; es una barrera móvil, absolutamente posible de atravesar. No sólo se puede pasar de un sector a otro, sino que toda esta página del Evangelio fue pronunciada por Jesús para invitarnos y animarnos a pasar de una a otra esfera. La suya no es una invitación a hacernos pobres, ¡sino a hacernos ricos! ‘Bienaventurados vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios’. Pensemos: pobres que poseen un reino, ¡y lo poseen ya desde ahora! Aquellos que deciden entrar en este reino son, en efecto, desde ahora hijos de Dios, son libres, son hermanos, están llenos de esperanza de inmortalidad. ¿Quién no desearía ser pobre de esta forma?»
domingo, 30 de enero de 2011
La riqueza de los pobres de espíritu / Por Raniero Cantalamessa, OFM Cap.
Bienaventurados los pobres de espíritu
IV Domingo del Tiempo Ordinario
Sofonías 2,3; 3, 12-13; 1 Corintios 1, 26-31; Mateo 5, 1-12a
30 de enero de 2011.- El Evangelio de este domingo propone el pasaje de las Bienaventuranzas y comienza con la célebre frase: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos». La afirmación «bienaventurados los pobres de espíritu» con frecuencia se malentiende hoy, o incluso se cita con alguna risita de compasión, como si fuera para la credulidad de los ingenuos. Pero Jesús jamás dijo simplemente: «¡Bienaventurados los pobres de espíritu!»; nunca soñó pronunciar algo así. Dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos», que es muy distinto. Se tergiversa completamente el pensamiento de Jesús y se banaliza cuando se cita su frase a medias. Ay de separar la bienaventuranza de su motivo. Sería, por poner un ejemplo gramatical, como si uno pronunciara una prótasis sin que siguiera apódosis alguna. Supongamos que se dice: «El que siembra...»; ¿se entiende algo? ¡Nada! Pero si añade: «cosecha», inmediatamente todo se aclara. También si Jesús hubiera dicho sólo: «¡Bienaventurados los pobres!», sonaría absurdo, pero cuando añade: «porque de ellos es el Reino de los Cielos», todo se hace comprensible. Leer más...
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IV Domingo del Tiempo Ordinario
Sofonías 2,3; 3, 12-13; 1 Corintios 1, 26-31; Mateo 5, 1-12a
30 de enero de 2011.- El Evangelio de este domingo propone el pasaje de las Bienaventuranzas y comienza con la célebre frase: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos». La afirmación «bienaventurados los pobres de espíritu» con frecuencia se malentiende hoy, o incluso se cita con alguna risita de compasión, como si fuera para la credulidad de los ingenuos. Pero Jesús jamás dijo simplemente: «¡Bienaventurados los pobres de espíritu!»; nunca soñó pronunciar algo así. Dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos», que es muy distinto. Se tergiversa completamente el pensamiento de Jesús y se banaliza cuando se cita su frase a medias. Ay de separar la bienaventuranza de su motivo. Sería, por poner un ejemplo gramatical, como si uno pronunciara una prótasis sin que siguiera apódosis alguna. Supongamos que se dice: «El que siembra...»; ¿se entiende algo? ¡Nada! Pero si añade: «cosecha», inmediatamente todo se aclara. También si Jesús hubiera dicho sólo: «¡Bienaventurados los pobres!», sonaría absurdo, pero cuando añade: «porque de ellos es el Reino de los Cielos», todo se hace comprensible. Leer más...
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lunes, 9 de junio de 2008
Las Bienaventuranzas / Autor: P. Clemente González
Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Reflexión
De entre todas las virtudes posibles, Dios eligió estas para ti. Seguramente son las más difíciles, pero también son las que te harán feliz. ¿Acaso la felicidad es fácil? Pero, ¿por qué éstas y no otras? Muy sencillo. Imagina estas “otras bienaventuranzas”:
“Bienaventurados los ricos” porque tendrán poder para abusar de los demás.
“Bienaventurados los orgullosos”, los rebeldes, los que protestan y no siguen ninguna norma porque sabrán odiar cuando les contradigan.
“Bienaventurados los que ríen a carcajadas” porque no les importará el sufrimiento de los demás y podrán disimular su propia amargura interior.
“Bienaventurados los airados y resentidos”, los que no tienen misericordia, porque no conocerán lo que es el perdón.
“Bienaventurados los que se lo pasan bien”, los que disfrutan a costa de lo que sea, porque ya no tendrán nada que gozar en el cielo.
“Bienaventurados los que siembran revoluciones y guerras” porque ellas se volverán en su contra.
“Bienaventurados seréis cuando os alaben” porque seréis esclavos de vuestra propia vanidad.
Así, pues, Jesucristo eligió el “Bien Eterno” y nos dio ejemplo viviendo las Bienaventuranzas.
Podemos decir en pocas palabras: ¿Qué nos enseña Cristo? ¿Qué nos pide y qué nos da? La respuesta es clara y sencilla: nos muestra el camino hacia la felicidad, hacia la plenitud, hacia el amor. Son cosas que todos queremos, pero también son cosas que no todos conseguimos.
¿Y cómo se logra? Relee el evangelio. Mira si eres pobre, o si estás todo el día apegado a tus grandes o tus pequeñas cosas. Mira si eres manso, si sabes responder con paciencia ante los insultos o agresiones de los demás. Mira si eres de los que lloran y sufren por los demás, si haces tuyos los sufrimientos de todos. Mira si trabajas por la paz, si siembras armonía en casa, con los amigos, con las personas que encuentras en la calle. Mira si te persiguen porque eres honesto, porque no haces trampas como todos, porque no calumnias, porque das a cada uno según una medida justa.
Ese es el camino de los profetas, de los santos, de los mártires. Sólo estaré seguro de que lo sigo si "me duele". Y sólo me pondré a caminar si Cristo me da su fuerza y su amor. Sin Cristo las bienaventuranzas son una locura, son un fracaso, son una derrota. Con Cristo hay alegría incluso en los momentos más difíciles de la vida. Basta con ver a los santos, envidiarlos... y no tener miedo de seguir sus huellas, según las bienaventuranzas de Cristo.
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Fuente: Catholic.net
En aquel tiempo, al ver Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Reflexión
De entre todas las virtudes posibles, Dios eligió estas para ti. Seguramente son las más difíciles, pero también son las que te harán feliz. ¿Acaso la felicidad es fácil? Pero, ¿por qué éstas y no otras? Muy sencillo. Imagina estas “otras bienaventuranzas”:
“Bienaventurados los ricos” porque tendrán poder para abusar de los demás.
“Bienaventurados los orgullosos”, los rebeldes, los que protestan y no siguen ninguna norma porque sabrán odiar cuando les contradigan.
“Bienaventurados los que ríen a carcajadas” porque no les importará el sufrimiento de los demás y podrán disimular su propia amargura interior.
“Bienaventurados los airados y resentidos”, los que no tienen misericordia, porque no conocerán lo que es el perdón.
“Bienaventurados los que se lo pasan bien”, los que disfrutan a costa de lo que sea, porque ya no tendrán nada que gozar en el cielo.
“Bienaventurados los que siembran revoluciones y guerras” porque ellas se volverán en su contra.
“Bienaventurados seréis cuando os alaben” porque seréis esclavos de vuestra propia vanidad.
Así, pues, Jesucristo eligió el “Bien Eterno” y nos dio ejemplo viviendo las Bienaventuranzas.
Podemos decir en pocas palabras: ¿Qué nos enseña Cristo? ¿Qué nos pide y qué nos da? La respuesta es clara y sencilla: nos muestra el camino hacia la felicidad, hacia la plenitud, hacia el amor. Son cosas que todos queremos, pero también son cosas que no todos conseguimos.
¿Y cómo se logra? Relee el evangelio. Mira si eres pobre, o si estás todo el día apegado a tus grandes o tus pequeñas cosas. Mira si eres manso, si sabes responder con paciencia ante los insultos o agresiones de los demás. Mira si eres de los que lloran y sufren por los demás, si haces tuyos los sufrimientos de todos. Mira si trabajas por la paz, si siembras armonía en casa, con los amigos, con las personas que encuentras en la calle. Mira si te persiguen porque eres honesto, porque no haces trampas como todos, porque no calumnias, porque das a cada uno según una medida justa.
Ese es el camino de los profetas, de los santos, de los mártires. Sólo estaré seguro de que lo sigo si "me duele". Y sólo me pondré a caminar si Cristo me da su fuerza y su amor. Sin Cristo las bienaventuranzas son una locura, son un fracaso, son una derrota. Con Cristo hay alegría incluso en los momentos más difíciles de la vida. Basta con ver a los santos, envidiarlos... y no tener miedo de seguir sus huellas, según las bienaventuranzas de Cristo.
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Fuente: Catholic.net
miércoles, 23 de abril de 2008
Credo y bienaventuranzas del jurista católico
Tras la asamblea de católicos de esta categoría profesional celebrada en Quito
VALLE DE CHALCO, (ZENIT.org-El Observador).-El obispo de Valle de Chalco (Estado de México) y responsable de la Sección de Pastoral Social del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), monseñor Luis Artemio Flores Calzada, dio a conocer «El credo y las bienaventuranzas del jurista católico», como resultado de los trabajos de la Tercera Asamblea de los Juristas Católicos de América Latina y el Caribe (Jucalayc), que se celebró, del 10 al 13 de abril en Quito, Ecuador.
El tema general de esta Tercera Asamblea de Jucalayc fue el «Identidad y misión del jurista católico». El encuentro que concluyó con la formulación del Credo y las Bienaventuranzas del Jurista Católico, representó --según ha dicho monseñor Flores Calzada-- un espacio de fraternidad y compromiso para formular aportes en vista a mejorar las políticas públicas de América Latina y el Caribe a favor de la reinserción y la rehabilitación de los encarcelados.
«Como fruto del encuentro, explica el obispo del Valle de Chalco, se afianza la preocupación por atender a los hermanos privados de libertad, en quienes se descubre el rostro sufriente de Cristo, que esperan por la solidaridad de los creyentes siguiendo el mandato de Aparecida que pide que se brinde una atención especial a los encarcelados, entre tantos otros que expresan rostros concretos del sufrimiento en el mundo urbano, y que exigen el compromiso decidido de parte de los creyentes como se menciona en el numeral 517 del Documento Conclusivo así como la urgente atención por parte de las autoridades gubernamentales llamados a solucionar los graves problemas que se viven al interior de las cárceles».
Jucalayc tiene un consejo, compuesto por coordinadores de las cuatro regiones del CELAM: región Centroamericana y México, región Caribeña, Bolivariana y Cono Sur; una asamblea integrada por dos delegados de cada país y un consejero, sacerdote. La integración de JUCALAY se completa con capítulos nacionales, diocesanos y parroquiales.
A continuación publicamos el fruto del trabajo realizado en Quito, Ecuador: «El credo y las bienaventuranzas del jurista católico».
Credo del Jurista Católico
1. CREEMOS en el Dios de la vida; en Jesucristo, abogado de los desprotegidos; en el Evangelio que nos da libertad y liberta a los hombres y mujeres; en la inviolabilidad de la dignidad humana y de la conciencia; en la esencial igualdad de todo ser humano y en su dignidad de hijo/a de Dios; en el valor del "estar" y de la escucha; en la capacidad y el derecho de los privados de liberad a redimirse.
2. CREEMOS que el jurista católico es una persona llamada y enviada por Jesucristo a ser instrumento del Reino de Dios en el mundo, con la fuerza y el poder del Espíritu Santo, siendo signo y testigo del amor y misericordia de Dios hacia los más desfavorecidos, especialmente en el mundo de la "carcelación", los marginados y excluidos.
3. CREEMOS que la misión esencial del jurista católico consiste en vivir y ser un servidor de la justicia, la verdad, la libertad, la vida, la reconciliación y la paz, la dignificación y humanización de las personas, mediante el aporte creativo de sus talentos y el ejercicio de su profesión.
4. CREEMOS que el jurista católico debe fundamentar su acción en la Doctrina Social de la Iglesia y en una espiritualidad profunda y encarnada, con el apoyo efectivo de sacerdotes y obispos.
5. CREEMOS que el jurista católico debe crear puentes de colaboración con profesionales y organismos de la sociedad civil para defender, denunciar y promover ante autoridades gubernamentales cambios en las políticas públicas.
6. CREEMOS que un jurista católico debe ser una persona: competente en el ejercicio de su profesión, leal, honesta, humilde (reconocerse amada en la vulnerabilidad y pecadora), profundamente solidaria, capaz de soñar un mundo sin cárceles ni estructuras injustas e inhumanas.
7. CREEMOS que es necesario vivir en un proceso de formarnos permanente para ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo, en y desde el ejercicio de nuestra profesión.
Bienaventuranzas del Jurista Católico
1. BIENAVENTURADO el jurista católico que sigue a Cristo, lo conoce, vive en su palabra, y es coherente en su fe y actuar, porque le dará credibilidad a la Iglesia y a su labor como jurista.
2. BIENAVENTURADO el jurista católico que defiende y promueve la dignidad humana y el derecho de los privados de la libertad, marginados y expulsados, reconociendo en cada uno el rostro de Jesús, porque se identificará con Jesucristo solidario.
3. BIENAVENTURADO el jurista católico que, con humildad de corazón y con perseverancia, presta un servicio incondicional y desinteresado a los privados de libertad, porque será signo e instrumento del Reino de Dios.
4. BIENAVENTURADO el jurista católico que, valorando la dignidad humana de los que han sido privados de la libertad, ejerce el manejo de un proceso justo y lucha contra las propuestas inhumanas de la estructura sociopolítica, porque será constructor de una nueva sociedad.
5. BIENAVENTURADO el jurista católico que visita a los privados de la libertad, comparte su sufrimiento y con su presencia les hace sentir el amor de Dios, porque eso le permitirá identificarse con ese hermano.
6. BIENAVENTURADO el jurista católico que ama la verdad, denuncia las injusticias y no se deja aprisionar por las estructuras legales de pecado, porque hará presente a Cristo redentor del ser humano.
7. BIENAVENTURADO el jurista católico que vive su bautismo en comunión y participación con toda la Iglesia y pone todo su esfuerzo y creatividad para que quienes están en el mundo de la carcelación tengan vida plena en Cristo, porque así se mostrará como verdadero discípulo y misionero de Jesucristo.
viernes, 4 de abril de 2008
Nace un monasterio con adoración perpetua en Galilea contemplado en vida por el beato Charles de Foucauld
KORAZIM (Israel), (ZENIT.org).- El pasado sábado 29 de Marzo, durante un encuentro con cerca de 170 obispos europeos, se inauguró un monasterio construido en la parte derecha de la Domus Galilaeae donde tendrá lugar la adoración perpetua del Santísimo Sacramento.
Se cumple de esta manera, después de casi un siglo, el deseo contemplado por el beato Charles de Foucauld cuando se encontraba en Nazaret, de crear en este monte un lugar donde Cristo Eucaristía fuera una presencia permanente y adorada.
Con este fin, él había pensado reunir una pequeña familia monástica cuya vocación estuviera basada en la imitación de la vida oculta de Jesús en Nazaret, la adoración eucarística perpetua y la evangelización en los países de misión.
Como signo concreto de comunión con la figura del fundador de los Pequeños Hermanos, una reliquia del beato Charles de Foucauld será depositada bajo el altar de la capilla circular donde el Santísimo será expuesto noche y día para ser adorado por cuantos habiten el monasterio y por los que se encuentren en la Domus.
La Adoración Perpetua sobre ese monte sostendrá «el dialogo entre el judaísmo y la Iglesia católica», según las indicaciones de la carta enviada por el Papa Juan Pablo II a la Domus con ocasión de la inauguración de su biblioteca, así como la promoción del dialogo ecuménico por la unidad de las Iglesias cristianas.
El Monasterio se compone de 23 celdas; en su centro se encuentra la capilla circular sobre cuyo techo se ha colocado un complejo escultural realizado por Kiko Argüello, que representa a Jesús y a los doce apóstoles durante la predicación del Sermón de la Montaña.
De esta manera, el Monte en el que se proclamó por vez primera lo más esencial de la predicación de Cristo, será un signo visible de la oración de la Iglesia por la evangelización hasta los confines de la tierra.
La inauguración del monasterio fue presidida por el patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, acompañado de otros obispos de varios ritos, del Custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, el arzobispo Antonio Franco, nuncio de Su Santidad, y de todas las autoridades civiles de la región. También participaron numerosos embajadores.
Se cumple de esta manera, después de casi un siglo, el deseo contemplado por el beato Charles de Foucauld cuando se encontraba en Nazaret, de crear en este monte un lugar donde Cristo Eucaristía fuera una presencia permanente y adorada.
Con este fin, él había pensado reunir una pequeña familia monástica cuya vocación estuviera basada en la imitación de la vida oculta de Jesús en Nazaret, la adoración eucarística perpetua y la evangelización en los países de misión.
Como signo concreto de comunión con la figura del fundador de los Pequeños Hermanos, una reliquia del beato Charles de Foucauld será depositada bajo el altar de la capilla circular donde el Santísimo será expuesto noche y día para ser adorado por cuantos habiten el monasterio y por los que se encuentren en la Domus.
La Adoración Perpetua sobre ese monte sostendrá «el dialogo entre el judaísmo y la Iglesia católica», según las indicaciones de la carta enviada por el Papa Juan Pablo II a la Domus con ocasión de la inauguración de su biblioteca, así como la promoción del dialogo ecuménico por la unidad de las Iglesias cristianas.
El Monasterio se compone de 23 celdas; en su centro se encuentra la capilla circular sobre cuyo techo se ha colocado un complejo escultural realizado por Kiko Argüello, que representa a Jesús y a los doce apóstoles durante la predicación del Sermón de la Montaña.
De esta manera, el Monte en el que se proclamó por vez primera lo más esencial de la predicación de Cristo, será un signo visible de la oración de la Iglesia por la evangelización hasta los confines de la tierra.
La inauguración del monasterio fue presidida por el patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, acompañado de otros obispos de varios ritos, del Custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, el arzobispo Antonio Franco, nuncio de Su Santidad, y de todas las autoridades civiles de la región. También participaron numerosos embajadores.
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martes, 5 de febrero de 2008
¿Cuál debe ser nuestra respuesta a los terribles escándalos en la Iglesia? / Autor: P. Roger J. Landry
La nota de ocho columnas la semana pasada no se la llevo el patriótico desfile del Super Bowl ni quien sería el mariscal de campo, Drew o Tom, ni tampoco en el discurso del Presidente al Estado de la Unión y su comentario de que hay muchos operativos de Al-Qaeda en los Estados Unidos que constituyen verdaderas "bombas de tiempo". Nada de esto fue la noticia principal.
Los encabezados fueron capturados por la muy triste noticia de que quizá hasta setenta sacerdotes en la Arquidiócesis de Boston abusaron de jóvenes a quienes estaban consagrados a servir. Es un escándalo mayúsculo, uno que muchas personas que durante largo tiempo han tenido aversión a la Iglesia a causa de alguna de sus enseñanzas morales o doctrinales lo están usando como pretexto para atacar a la Iglesia como un todo, tratando de implicar que después de todo ellos tenían razón.
Muchas personas se han acercado a mí para hablar del asunto. Muchas otras hubieran querido hacerlo, pero creo que por respeto y por no querer sacar a relucir lo que consideran malas noticias, se abstuvieron; pero para mí era obvio que estaba en su mente. Y por eso, hoy, quiero atacar el asunto de frente. Ustedes tienen derecho a ello. No podemos fingir como si no hubiera sucedido. Y yo quisiera discutir cual debe ser nuestra respuesta como fieles católicos a este terrible escándalo.
Lo primero que necesitamos hacer, es entenderlo a la luz de nuestra fe en el Señor. Antes de elegir a sus primeros discípulos, Jesús subió a la montaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Él habló a Su Padre en oración acerca de a quienes elegiría para que fueran sus doce apóstoles, los doce que Él formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a predicar la Buena Nueva en Su nombre. Él les dio el poder de expulsar a los demonios. Les dio el poder para curar a los enfermos. Ellos vieron como Jesús obro incontables milagros. Ellos mismos obraron en Su nombre numerosos milagros.
Doce elegidos y un traidor
Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavo los pies, que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traiciono al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió que Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas en Getsemaní, simulando un acto de amor para entregarlo. "¡Judas!" le dijo Jesús en el huerto de Getsemaní, "con un beso entregas al Hijo del hombre" Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara. Él lo eligió para que fuera como todos los demás. Pero Judas fue siempre libre y uso su libertad para permitir que Satanás entrara en él y, por su traición, terminó haciendo que Jesús fuera crucificado y ejecutado.
Así que desde los primeros doce que Jesús mismo eligió, uno fue un terrible traidor. A VECES LOS ELEGIDOS DE DIOS LO TRAICIONAN. Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la primera Iglesia asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría estado acabada antes de comenzar a crecer. En vez de ello, la Iglesia reconoció que no se juzga algo por aquellos que no lo viven, sino por quienes sí lo viven.
En vez de centrarse en aquel que traiciono a Jesús, se centraron en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor por Cristo, nosotros estamos aquí hoy. Es gracias a los otros once -todos los cuales, excepto San Juan, fueron martirizados por Cristo y por el Evangelio, por el cual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamarlo- que nosotros llegamos a escuchar la palabra salvífica de Dios, que recibimos los sacramentos de la vida eterna.
Hoy somos confrontados por esa misma realidad. Podemos centrarnos en aquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar a quienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos a ustedes por amor. Los medios casi nunca prestan atención a los buenos "once", aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad. Pero nosotros, la Iglesia , debemos ver el terrible escándalo que estamos atestiguando bajo una perspectiva auténtica y completa.
San Francisco de Sales y Lutero
El escándalo desafortunadamente no es algo nuevo para la Iglesia. Hubo muchas épocas en su historia, cuando estuvo peor que ahora. La historia de la Iglesia es como la definición matemática del coseno, es decir, una curva oscilatoria con movimientos de péndulo, con bajas y altas a lo largo de los siglos. En cada una de esas épocas cuando la Iglesia llegó a su punto más bajo, Dios elevo a tremendos santos que llevaran a la Iglesia de regreso a su verdadera misión. Es casi como si en aquellos momentos de oscuridad, la Luz de Cristo brillará más intensamente. Yo quisiera centrarme un poco en un par de santos a quienes Dios hizo surgir en esos tiempos tan difíciles, porque su sabiduría realmente puede guiarnos durante este tiempo difícil.
San Francisco de Sales fue un santo a quien Dios hizo surgir justo después de la Reforma Protestante. La Reforma Protestante no brotó fundamentalmente por aspectos teológicos, por asuntos de fe -aunque las diferencias teológicas aparecieron después-sino por aspectos morales.
Había un sacerdote agustino, Martín Lutero, quien fue a Roma durante el papado más notorio de la historia, el del Papa Alejandro VI. Este Papa jamás enseño nada contra la fe -el Espíritu Santo lo evitó- pero fue simplemente un hombre malvado. Tuvo nueve hijos de seis diferentes concubinas. Llevo a cabo acciones contra aquellos que consideraba sus enemigos. Martín Lutero visitó Roma durante su papado y se preguntaba como Dios podía permitir que un hombre tan malvado fuera la cabeza visible de Su Iglesia. Regreso a Alemania y observo toda clase de problemas morales.
Los sacerdotes vivían abiertamente relaciones con mujeres. Algunos trataban de obtener ganancias vendiendo bienes espirituales. Privaba una inmoralidad terrible entre los laicos católicos. El se escandalizó, como le hubiera ocurrido a cualquiera que amara a Dios, por esos abusos desenfrenados. Así que fundó su propia iglesia.
Eventualmente Dios hizo surgir a muchos santos que combatieran esta solución equivocada y trajeran de regreso a las personas a la Iglesia fundada por Cristo. San Francisco de Sales fue uno de ellos. Poniendo en riesgo su vida, recorrió Suiza, donde los calvinistas eran muy populares, predicando el Evangelio con verdad y amor. Muchas veces fue golpeado en su camino y dejado por muerto. Un día le preguntaron cuál era su postura con relación al escándalo que causaban tantos de sus hermanos sacerdotes. Lo que él dijo es tan importante para nosotros hoy como lo fue en aquel entonces para quienes lo escucharon. El no se anduvo con rodeos.
Dijo: "Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo". Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: "Pero yo estoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan su fe- son culpables de suicidio espiritual. Son culpables" dijo él "de cortar de tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía ". San Francisco de Sales anduvo entre la gente de Suiza tratando de prevenir que cometieran un suicidio espiritual a causa de los escándalos. Y yo estoy aquí hoy para predicarles lo mismo a ustedes.
San Francisco de Asis como ejemplo
¿Cuál debe ser entonces nuestra reacción? Otro gran santo que vivió en tiempos particularmente difíciles también puede ayudarnos. El gran San Francisco de Asís vivió alrededor del año 1200, que fue una época de inmoralidad terrible en Italia central. Los sacerdotes daban ejemplos espantosos. La inmoralidad de los laicos era aun peor. San Francisco mismo, siendo joven, había escandalizado a otros con su manera despreocupada de vivir. Pero eventualmente se convirtió al Señor, fundo a los Franciscanos, ayudo a Dios a reconstruir Su Iglesia y llegó a ser uno de los más grandes santos de todos los tiempos.
Una vez, uno de los hermanos de la Orden de Frailes Menores le hizo una pregunta. Este hermano era muy susceptible a los escándalos. "Hermano Francisco" le dijo, "¿que harías tú si supieras que el sacerdote que esta celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado? Francisco, sin dudar un solo instante, le dijo muy despacio: "Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión , iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del sacerdote."
¿A donde quiso llegar Francisco? Él quiso dejar en claro una verdad formidable de la fe y un don extraordinario del Señor. Sin importar cuan pecador pueda ser un sacerdote, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia -en Misa, por ejemplo, cambiar el pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo, o en la confesión, sin importar cuan pecador sea él en lo personal, perdonar los pecados del penitente- Cristo mismo actúa en los sacramentos a través de ese ministro.
Ya sea que el Papa Juan Pablo II celebre la Misa o que un sacerdote condenado a muerte por un crimen celebre la Misa , en ambos casos es Cristo mismo quien actúa y nos da Su cuerpo y Su sangre. Así que lo que Francisco estaba diciendo en respuesta a la pregunta de su hermano religioso al manifestarle que él recibiría el Sagrado Cuerpo de Su Señor de las manos ungidas del sacerdote, es que no iba a permitir que la maldad o inmoralidad del sacerdote lo llevaran a cometer suicidio espiritual.
Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del más pecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que lo hace! Y es que si siempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote, estaríamos en graves problemas. Los sacerdotes son elegidos por Dios de entre los hombres y son tentados como cualquier ser humano y caen en pecado como cualquier ser humano. Pero Dios lo sabía desde el principio. Once de los primeros doce apóstoles se dispersaron cuando Cristo fue arrestado, pero regresaron; uno de los doce traicionó al Señor y tristemente nunca regresó. Dios ha hecho los sacramentos esencialmente "a prueba de los sacerdotes", esto es, en términos de su santidad personal. No importa cuan santos estos sean o cuan malvados, siempre y cuando tengan la intención de hacer lo que hace la Iglesia , entonces actúa Cristo mismo, tal como actuó a través de Judas cuando Judas expulsó a los demonios y curó a los enfermos.
Así que, de nuevo, les pregunto: ¿Cuál debe ser la respuesta de la Iglesia a estos actos? Se ha hablado mucho al respecto en los medios. ¿Tiene la Iglesia que trabajar mejor, asegurándose que nadie con predisposició n a la pedofilia sea ordenado? Absolutamente. Pero esto no seria suficiente.
Apoyo a las vicitmas
¿Tiene la Iglesia que actuar mejor para tratar estos casos cuando sean reportados? La Iglesia ha cambiado su manera de abordar estos casos y hoy la situación es mucho mejor de lo que fue en los años ochentas, pero siempre puede ser perfeccionada. Pero aun esto no seria suficiente. ¿Tenemos que hacer más para apoyar a las victimas de tales abusos? ¡Sí, tenemos que hacerlo, tanto por justicia como por amor! Pero ni siquiera esto es lo adecuado. El Cardenal Law ha hecho que la mayoría de los rectores de las escuelas de medicina en Boston trabajen en el establecimiento de un centro para la prevención del abuso en niños, que es algo que todos nosotros debemos apoyar. Pero ni siquiera esto es una respuesta suficiente.
¡La única respuesta adecuada a este terrible escándalo, la única respuesta auténticamente católica a este escándalo -como San Francisco de Asís reconoció en 1200, como San Francisco de Sales reconoció en 1600 e incontables otros santos han reconocido en cada siglo- es la SANTIDAD ! ¡Toda crisis que enfrenta la Iglesia , toda crisis que el mundo enfrenta, es una crisis de santidad! La santidad es crucial, porque es el rostro auténtico de la Iglesia.
Siempre hay personas -un sacerdote se encuentra con ellas regularmente, ustedes probablemente conocen a varias de ellas también- que usan excusas para justificar por que no practican su fe, por que lentamente están cometiendo suicidio espiritual. Puede ser porque una monja se portó mal con ellos cuando tenían 9 años. O porque no entienden las enseñanzas de la Iglesia sobre algún asunto particular. Indudablemente habrá muchas personas estos días -y ustedes probablemente se encontraran con ellas – que dirán: "¿Para que practicar la fe, para que ir a la Iglesia , si la Iglesia no puede ser verdadera, cuando los así llamados elegidos son capaces de hacer el tipo de cosas que hemos estado leyendo?" Este escándalo es como un perchero enorme donde algunos trataran de colgar su justificación para no practicar la fe. Por eso es que la santidad es tan importante.
Estas personas necesitan encontrar en todos nosotros una razón para tener fe, una razón para tener esperanza, una razón para responder con amor al amor del Señor. Las bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de hoy son una receta para la santidad. Todos necesitamos vivirlas más. ¿Tienen que ser más santos los sacerdotes? Seguro que sí. ¿Tienen que ser más santos los religiosos y religiosas y dar un testimonio aun mayor de Dios y del Cielo? Absolutamente. Pero todas las personas en la Iglesia tienen que hacerlo, ¡incluyendo a los laicos! Todos tenemos la vocación de ser santos y esta crisis es un llamado para que despertemos.
Bienaventurados cuando os persigan
Estos son tiempos duros para ser sacerdote hoy. Son tiempos duros para ser católicos hoy. Pero también son tiempos magníficos para ser un sacerdote hoy y tiempos magníficos para ser católicos hoy. Jesús dice en las bienaventuranzas que escuchamos hoy: "Bienaventurados serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes."
Yo he experimentado de primera mano esta bienaventuranza, al igual que otros sacerdotes que conozco. A principios de esta semana, cuando termine de hacer ejercicio en un gimnasio local, salía yo del vestidor con mi traje negro de clérigo. Una madre, apenas me vio, inmediata y apresuradamente aparto a sus hijos del camino y los protegió de mí mientras yo pasaba. Me miro cuando pase y cuando me había alejado lo suficiente, respiro aliviada y soltó a sus hijos. ¡Como si yo fuera a atacarlos a mitad de la tarde en un club deportivo!
Pero mientras que todos nosotros quizá tengamos que padecer tales insultos y falsedades por causa de Cristo, de hecho debemos regocijarnos. Es un tiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el que Dios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro. En tiempos pasados en Estados Unidos, la Iglesia era respetada. Los sacerdotes eran respetados. La Iglesia tenía reputación de santidad y bondad. Pero ya no es así.
Uno de los más grandes predicadores en la historia estadounidense, el Obispo Fulton J. Sheen, solía decir que él prefería vivir en tiempos en los que la Iglesia sufre en vez de florecer, cuando la Iglesia tiene que luchar, cuando la Iglesia tiene que ir contra la cultura. Esas épocas para que los verdaderos hombres y las verdaderas mujeres dieran un paso al frente y contaran. "Hasta los cadáveres pueden flotar corriente abajo," solía decir, señalando que muchas personas salen adelante fácilmente cuando la Iglesia es respetada, "pero se necesita de verdaderos hombres, de verdaderas mujeres, para nadar contra la corriente."
¡Que cierto es esto! Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para mantenerse a flote y nadar contra la corriente que se mueve en oposición a la Iglesia. Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para reconocer que cuando se nada contra la corriente de las críticas, estamos más seguros que cuando permanecemos adheridos a la Roca sobre la que Cristo fundo su Iglesia. Este es uno de esos tiempos. Es uno de los grandes momentos para ser cristianos.
Algunas personas predicen que en esta región la Iglesia pasará tiempos difíciles y quizá sea así, pero la Iglesia sobrevivirá, porque el Señor se asegurará que sobreviva. Una de las más grandes réplicas en la historia sucedió justamente hace unos 200 años. El emperador francés Napoleón engullía con sus ejércitos a los países de Europa con la intención final de dominar totalmente el mundo. En aquel entonces dijo una vez al Cardenal Consalvi: "Voy a destruir su Iglesia" "Je detruirai votre eglise!" El Cardenal le contesto: "No, no podrá". Napoleón, con sus 1.50 de altura, dijo otra vez: "Je detruirai votre eglise!" El Cardenal dijo confiado: "No, no podrá. ¡Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!"
Si los malos papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en la Iglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior -le estaba diciendo implícitamente al general ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo? El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase. Él prometió que las puertas del infierno no prevalecerían sobre Su Iglesia, que la barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempo hacia su puerto eterno en el cielo, nunca se volcara, no porque aquellos que van en ella no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sino porque Cristo, que también está en la barca, nunca permitirá que esto suceda. Cristo sigue en la barca y Él nunca la abandonará.
La magnitud de este escándalo podría ser tal, que de ahora en adelante ustedes encuentren difícil confiar en los sacerdotes de la misma manera como lo hicieron en el pasado. Esto puede suceder y podría no ser tan malo. ¡Pero nunca pierdan la confianza en el Señor! ¡Es Su Iglesia! Aún cuando algunos de Sus elegidos lo hayan traicionado, Él llamará a otros que serán fieles, que los servirán a ustedes con el amor que merecen ser servidos, tal como ocurrió después de la muerte de Judas, cuando los once apóstoles se pusieron de acuerdo y permitieron que el Señor eligiera a alguien que tomara el lugar de Judas y escogieron al hombre que terminó siendo San Matías, quien proclamó fielmente el Evangelio hasta ser martirizado por él.
Sed santos
¡Este es un tiempo en el que todos nosotros necesitamos concentrarnos aún más en la santidad! ¡Estamos llamados a ser santos y cuanto necesita nuestra sociedad ver ese rostro hermoso y radiante de la Iglesia ! Ustedes son parte de la solución, una parte crucial de la solución. Y cuando caminen al frente hoy para recibir de las manos ungidas de este sacerdote el Sagrado Cuerpo del Señor, pídanle a Él que los llene de un deseo real de santidad, un deseo real de mostrar Su auténtico rostro.
Una de las razones por las que yo estoy aquí como sacerdote para ustedes hoy es porque siendo joven, me impresionaron negativamente algunos de los sacerdotes que conocí. Los veía celebrar la Misa y casi sin reverencia alguna dejaban caer el Cuerpo del Señor en la patena, como si tuvieran en sus manos algo de poco valor en vez de al Creador y Salvador de todos, en vez de a MI Creador y Salvador. Recuerdo haberle dicho al Señor, reiterando mi deseo de ser sacerdote: "¡Señor, por favor, déjame ser sacerdote para que pueda tratarte como Tú mereces!" Eso me dio un ardiente deseo de servir al Señor.
Quizá este escándalo les permita a ustedes hacer lo mismo. Este escándalo puede ser algo que los conduzca por el camino del suicidio espiritual o algo que los inspire a decir, finalmente, "Quiero ser santo, para que yo y la Iglesia podamos glorificar tu nombre como Tú lo mereces, para que otros puedan encontrarte en el amor y la salvación que yo te he encontrado." Jesús esta con nosotros, como lo prometió, hasta el final de los tiempos. Él sigue en la barca.
Tal como a partir de la traición de Judas, Él alcanzó la más grande victoria en la historia del mundo, nuestra salvación por medio de Su Pasión, muerte y Resurrección, también a través de este episodio Él puede traer y quiere traer un nuevo renacimiento de la santidad, para lanzar unos nuevos Hechos de los Apóstoles en el siglo 21, con cada uno de nosotros -y esto te incluye a TI- jugando un papel estelar. Ahora es el tiempo para que los verdaderos hombres y mujeres de la Iglesia se pongan de pie. Ahora es el tiempo de los santos. ¿Cómo vas a responder tú?
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RECONOCIMIENTO
P. Roger J. Landry. "What our response should be to terrible scandals in the Church"
Traducida al español y reproducida con el permiso del P. Roger J. Landry.
EL AUTOR
El P. Roger J. Landry fue ordenado sacerdote por la Diócesis de Fall River, MA, por el Obispo Sean O'Malley, OFM Cap., en 1999. Después de obtener la licenciatura de biología por la Universidad de Harvard, el P. Landry hizo sus estudios para el sacerdocio en Maryland, Toronto, y durante varios años en Roma. Después de su ordenación sacerdotal, el Obispo O'Malley lo envió de regreso a Roma para concluir sus estudios de graduación en teología moral y bioética. Actualmente es vicario parroquial en la Parroquia del Espíritu.
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Fuente:'The Wanderer'
Los encabezados fueron capturados por la muy triste noticia de que quizá hasta setenta sacerdotes en la Arquidiócesis de Boston abusaron de jóvenes a quienes estaban consagrados a servir. Es un escándalo mayúsculo, uno que muchas personas que durante largo tiempo han tenido aversión a la Iglesia a causa de alguna de sus enseñanzas morales o doctrinales lo están usando como pretexto para atacar a la Iglesia como un todo, tratando de implicar que después de todo ellos tenían razón.
Muchas personas se han acercado a mí para hablar del asunto. Muchas otras hubieran querido hacerlo, pero creo que por respeto y por no querer sacar a relucir lo que consideran malas noticias, se abstuvieron; pero para mí era obvio que estaba en su mente. Y por eso, hoy, quiero atacar el asunto de frente. Ustedes tienen derecho a ello. No podemos fingir como si no hubiera sucedido. Y yo quisiera discutir cual debe ser nuestra respuesta como fieles católicos a este terrible escándalo.
Lo primero que necesitamos hacer, es entenderlo a la luz de nuestra fe en el Señor. Antes de elegir a sus primeros discípulos, Jesús subió a la montaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Él habló a Su Padre en oración acerca de a quienes elegiría para que fueran sus doce apóstoles, los doce que Él formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a predicar la Buena Nueva en Su nombre. Él les dio el poder de expulsar a los demonios. Les dio el poder para curar a los enfermos. Ellos vieron como Jesús obro incontables milagros. Ellos mismos obraron en Su nombre numerosos milagros.
Doce elegidos y un traidor
Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavo los pies, que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traiciono al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió que Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas en Getsemaní, simulando un acto de amor para entregarlo. "¡Judas!" le dijo Jesús en el huerto de Getsemaní, "con un beso entregas al Hijo del hombre" Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara. Él lo eligió para que fuera como todos los demás. Pero Judas fue siempre libre y uso su libertad para permitir que Satanás entrara en él y, por su traición, terminó haciendo que Jesús fuera crucificado y ejecutado.
Así que desde los primeros doce que Jesús mismo eligió, uno fue un terrible traidor. A VECES LOS ELEGIDOS DE DIOS LO TRAICIONAN. Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la primera Iglesia asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría estado acabada antes de comenzar a crecer. En vez de ello, la Iglesia reconoció que no se juzga algo por aquellos que no lo viven, sino por quienes sí lo viven.
En vez de centrarse en aquel que traiciono a Jesús, se centraron en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor por Cristo, nosotros estamos aquí hoy. Es gracias a los otros once -todos los cuales, excepto San Juan, fueron martirizados por Cristo y por el Evangelio, por el cual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamarlo- que nosotros llegamos a escuchar la palabra salvífica de Dios, que recibimos los sacramentos de la vida eterna.
Hoy somos confrontados por esa misma realidad. Podemos centrarnos en aquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar a quienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos a ustedes por amor. Los medios casi nunca prestan atención a los buenos "once", aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad. Pero nosotros, la Iglesia , debemos ver el terrible escándalo que estamos atestiguando bajo una perspectiva auténtica y completa.
San Francisco de Sales y Lutero
El escándalo desafortunadamente no es algo nuevo para la Iglesia. Hubo muchas épocas en su historia, cuando estuvo peor que ahora. La historia de la Iglesia es como la definición matemática del coseno, es decir, una curva oscilatoria con movimientos de péndulo, con bajas y altas a lo largo de los siglos. En cada una de esas épocas cuando la Iglesia llegó a su punto más bajo, Dios elevo a tremendos santos que llevaran a la Iglesia de regreso a su verdadera misión. Es casi como si en aquellos momentos de oscuridad, la Luz de Cristo brillará más intensamente. Yo quisiera centrarme un poco en un par de santos a quienes Dios hizo surgir en esos tiempos tan difíciles, porque su sabiduría realmente puede guiarnos durante este tiempo difícil.
San Francisco de Sales fue un santo a quien Dios hizo surgir justo después de la Reforma Protestante. La Reforma Protestante no brotó fundamentalmente por aspectos teológicos, por asuntos de fe -aunque las diferencias teológicas aparecieron después-sino por aspectos morales.
Había un sacerdote agustino, Martín Lutero, quien fue a Roma durante el papado más notorio de la historia, el del Papa Alejandro VI. Este Papa jamás enseño nada contra la fe -el Espíritu Santo lo evitó- pero fue simplemente un hombre malvado. Tuvo nueve hijos de seis diferentes concubinas. Llevo a cabo acciones contra aquellos que consideraba sus enemigos. Martín Lutero visitó Roma durante su papado y se preguntaba como Dios podía permitir que un hombre tan malvado fuera la cabeza visible de Su Iglesia. Regreso a Alemania y observo toda clase de problemas morales.
Los sacerdotes vivían abiertamente relaciones con mujeres. Algunos trataban de obtener ganancias vendiendo bienes espirituales. Privaba una inmoralidad terrible entre los laicos católicos. El se escandalizó, como le hubiera ocurrido a cualquiera que amara a Dios, por esos abusos desenfrenados. Así que fundó su propia iglesia.
Eventualmente Dios hizo surgir a muchos santos que combatieran esta solución equivocada y trajeran de regreso a las personas a la Iglesia fundada por Cristo. San Francisco de Sales fue uno de ellos. Poniendo en riesgo su vida, recorrió Suiza, donde los calvinistas eran muy populares, predicando el Evangelio con verdad y amor. Muchas veces fue golpeado en su camino y dejado por muerto. Un día le preguntaron cuál era su postura con relación al escándalo que causaban tantos de sus hermanos sacerdotes. Lo que él dijo es tan importante para nosotros hoy como lo fue en aquel entonces para quienes lo escucharon. El no se anduvo con rodeos.
Dijo: "Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo". Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: "Pero yo estoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan su fe- son culpables de suicidio espiritual. Son culpables" dijo él "de cortar de tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía ". San Francisco de Sales anduvo entre la gente de Suiza tratando de prevenir que cometieran un suicidio espiritual a causa de los escándalos. Y yo estoy aquí hoy para predicarles lo mismo a ustedes.
San Francisco de Asis como ejemplo
¿Cuál debe ser entonces nuestra reacción? Otro gran santo que vivió en tiempos particularmente difíciles también puede ayudarnos. El gran San Francisco de Asís vivió alrededor del año 1200, que fue una época de inmoralidad terrible en Italia central. Los sacerdotes daban ejemplos espantosos. La inmoralidad de los laicos era aun peor. San Francisco mismo, siendo joven, había escandalizado a otros con su manera despreocupada de vivir. Pero eventualmente se convirtió al Señor, fundo a los Franciscanos, ayudo a Dios a reconstruir Su Iglesia y llegó a ser uno de los más grandes santos de todos los tiempos.
Una vez, uno de los hermanos de la Orden de Frailes Menores le hizo una pregunta. Este hermano era muy susceptible a los escándalos. "Hermano Francisco" le dijo, "¿que harías tú si supieras que el sacerdote que esta celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado? Francisco, sin dudar un solo instante, le dijo muy despacio: "Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión , iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del sacerdote."
¿A donde quiso llegar Francisco? Él quiso dejar en claro una verdad formidable de la fe y un don extraordinario del Señor. Sin importar cuan pecador pueda ser un sacerdote, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia -en Misa, por ejemplo, cambiar el pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo, o en la confesión, sin importar cuan pecador sea él en lo personal, perdonar los pecados del penitente- Cristo mismo actúa en los sacramentos a través de ese ministro.
Ya sea que el Papa Juan Pablo II celebre la Misa o que un sacerdote condenado a muerte por un crimen celebre la Misa , en ambos casos es Cristo mismo quien actúa y nos da Su cuerpo y Su sangre. Así que lo que Francisco estaba diciendo en respuesta a la pregunta de su hermano religioso al manifestarle que él recibiría el Sagrado Cuerpo de Su Señor de las manos ungidas del sacerdote, es que no iba a permitir que la maldad o inmoralidad del sacerdote lo llevaran a cometer suicidio espiritual.
Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del más pecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que lo hace! Y es que si siempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote, estaríamos en graves problemas. Los sacerdotes son elegidos por Dios de entre los hombres y son tentados como cualquier ser humano y caen en pecado como cualquier ser humano. Pero Dios lo sabía desde el principio. Once de los primeros doce apóstoles se dispersaron cuando Cristo fue arrestado, pero regresaron; uno de los doce traicionó al Señor y tristemente nunca regresó. Dios ha hecho los sacramentos esencialmente "a prueba de los sacerdotes", esto es, en términos de su santidad personal. No importa cuan santos estos sean o cuan malvados, siempre y cuando tengan la intención de hacer lo que hace la Iglesia , entonces actúa Cristo mismo, tal como actuó a través de Judas cuando Judas expulsó a los demonios y curó a los enfermos.
Así que, de nuevo, les pregunto: ¿Cuál debe ser la respuesta de la Iglesia a estos actos? Se ha hablado mucho al respecto en los medios. ¿Tiene la Iglesia que trabajar mejor, asegurándose que nadie con predisposició n a la pedofilia sea ordenado? Absolutamente. Pero esto no seria suficiente.
Apoyo a las vicitmas
¿Tiene la Iglesia que actuar mejor para tratar estos casos cuando sean reportados? La Iglesia ha cambiado su manera de abordar estos casos y hoy la situación es mucho mejor de lo que fue en los años ochentas, pero siempre puede ser perfeccionada. Pero aun esto no seria suficiente. ¿Tenemos que hacer más para apoyar a las victimas de tales abusos? ¡Sí, tenemos que hacerlo, tanto por justicia como por amor! Pero ni siquiera esto es lo adecuado. El Cardenal Law ha hecho que la mayoría de los rectores de las escuelas de medicina en Boston trabajen en el establecimiento de un centro para la prevención del abuso en niños, que es algo que todos nosotros debemos apoyar. Pero ni siquiera esto es una respuesta suficiente.
¡La única respuesta adecuada a este terrible escándalo, la única respuesta auténticamente católica a este escándalo -como San Francisco de Asís reconoció en 1200, como San Francisco de Sales reconoció en 1600 e incontables otros santos han reconocido en cada siglo- es la SANTIDAD ! ¡Toda crisis que enfrenta la Iglesia , toda crisis que el mundo enfrenta, es una crisis de santidad! La santidad es crucial, porque es el rostro auténtico de la Iglesia.
Siempre hay personas -un sacerdote se encuentra con ellas regularmente, ustedes probablemente conocen a varias de ellas también- que usan excusas para justificar por que no practican su fe, por que lentamente están cometiendo suicidio espiritual. Puede ser porque una monja se portó mal con ellos cuando tenían 9 años. O porque no entienden las enseñanzas de la Iglesia sobre algún asunto particular. Indudablemente habrá muchas personas estos días -y ustedes probablemente se encontraran con ellas – que dirán: "¿Para que practicar la fe, para que ir a la Iglesia , si la Iglesia no puede ser verdadera, cuando los así llamados elegidos son capaces de hacer el tipo de cosas que hemos estado leyendo?" Este escándalo es como un perchero enorme donde algunos trataran de colgar su justificación para no practicar la fe. Por eso es que la santidad es tan importante.
Estas personas necesitan encontrar en todos nosotros una razón para tener fe, una razón para tener esperanza, una razón para responder con amor al amor del Señor. Las bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de hoy son una receta para la santidad. Todos necesitamos vivirlas más. ¿Tienen que ser más santos los sacerdotes? Seguro que sí. ¿Tienen que ser más santos los religiosos y religiosas y dar un testimonio aun mayor de Dios y del Cielo? Absolutamente. Pero todas las personas en la Iglesia tienen que hacerlo, ¡incluyendo a los laicos! Todos tenemos la vocación de ser santos y esta crisis es un llamado para que despertemos.
Bienaventurados cuando os persigan
Estos son tiempos duros para ser sacerdote hoy. Son tiempos duros para ser católicos hoy. Pero también son tiempos magníficos para ser un sacerdote hoy y tiempos magníficos para ser católicos hoy. Jesús dice en las bienaventuranzas que escuchamos hoy: "Bienaventurados serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes."
Yo he experimentado de primera mano esta bienaventuranza, al igual que otros sacerdotes que conozco. A principios de esta semana, cuando termine de hacer ejercicio en un gimnasio local, salía yo del vestidor con mi traje negro de clérigo. Una madre, apenas me vio, inmediata y apresuradamente aparto a sus hijos del camino y los protegió de mí mientras yo pasaba. Me miro cuando pase y cuando me había alejado lo suficiente, respiro aliviada y soltó a sus hijos. ¡Como si yo fuera a atacarlos a mitad de la tarde en un club deportivo!
Pero mientras que todos nosotros quizá tengamos que padecer tales insultos y falsedades por causa de Cristo, de hecho debemos regocijarnos. Es un tiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el que Dios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro. En tiempos pasados en Estados Unidos, la Iglesia era respetada. Los sacerdotes eran respetados. La Iglesia tenía reputación de santidad y bondad. Pero ya no es así.
Uno de los más grandes predicadores en la historia estadounidense, el Obispo Fulton J. Sheen, solía decir que él prefería vivir en tiempos en los que la Iglesia sufre en vez de florecer, cuando la Iglesia tiene que luchar, cuando la Iglesia tiene que ir contra la cultura. Esas épocas para que los verdaderos hombres y las verdaderas mujeres dieran un paso al frente y contaran. "Hasta los cadáveres pueden flotar corriente abajo," solía decir, señalando que muchas personas salen adelante fácilmente cuando la Iglesia es respetada, "pero se necesita de verdaderos hombres, de verdaderas mujeres, para nadar contra la corriente."
¡Que cierto es esto! Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para mantenerse a flote y nadar contra la corriente que se mueve en oposición a la Iglesia. Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para reconocer que cuando se nada contra la corriente de las críticas, estamos más seguros que cuando permanecemos adheridos a la Roca sobre la que Cristo fundo su Iglesia. Este es uno de esos tiempos. Es uno de los grandes momentos para ser cristianos.
Algunas personas predicen que en esta región la Iglesia pasará tiempos difíciles y quizá sea así, pero la Iglesia sobrevivirá, porque el Señor se asegurará que sobreviva. Una de las más grandes réplicas en la historia sucedió justamente hace unos 200 años. El emperador francés Napoleón engullía con sus ejércitos a los países de Europa con la intención final de dominar totalmente el mundo. En aquel entonces dijo una vez al Cardenal Consalvi: "Voy a destruir su Iglesia" "Je detruirai votre eglise!" El Cardenal le contesto: "No, no podrá". Napoleón, con sus 1.50 de altura, dijo otra vez: "Je detruirai votre eglise!" El Cardenal dijo confiado: "No, no podrá. ¡Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!"
Si los malos papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en la Iglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior -le estaba diciendo implícitamente al general ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo? El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase. Él prometió que las puertas del infierno no prevalecerían sobre Su Iglesia, que la barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempo hacia su puerto eterno en el cielo, nunca se volcara, no porque aquellos que van en ella no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sino porque Cristo, que también está en la barca, nunca permitirá que esto suceda. Cristo sigue en la barca y Él nunca la abandonará.
La magnitud de este escándalo podría ser tal, que de ahora en adelante ustedes encuentren difícil confiar en los sacerdotes de la misma manera como lo hicieron en el pasado. Esto puede suceder y podría no ser tan malo. ¡Pero nunca pierdan la confianza en el Señor! ¡Es Su Iglesia! Aún cuando algunos de Sus elegidos lo hayan traicionado, Él llamará a otros que serán fieles, que los servirán a ustedes con el amor que merecen ser servidos, tal como ocurrió después de la muerte de Judas, cuando los once apóstoles se pusieron de acuerdo y permitieron que el Señor eligiera a alguien que tomara el lugar de Judas y escogieron al hombre que terminó siendo San Matías, quien proclamó fielmente el Evangelio hasta ser martirizado por él.
Sed santos
¡Este es un tiempo en el que todos nosotros necesitamos concentrarnos aún más en la santidad! ¡Estamos llamados a ser santos y cuanto necesita nuestra sociedad ver ese rostro hermoso y radiante de la Iglesia ! Ustedes son parte de la solución, una parte crucial de la solución. Y cuando caminen al frente hoy para recibir de las manos ungidas de este sacerdote el Sagrado Cuerpo del Señor, pídanle a Él que los llene de un deseo real de santidad, un deseo real de mostrar Su auténtico rostro.
Una de las razones por las que yo estoy aquí como sacerdote para ustedes hoy es porque siendo joven, me impresionaron negativamente algunos de los sacerdotes que conocí. Los veía celebrar la Misa y casi sin reverencia alguna dejaban caer el Cuerpo del Señor en la patena, como si tuvieran en sus manos algo de poco valor en vez de al Creador y Salvador de todos, en vez de a MI Creador y Salvador. Recuerdo haberle dicho al Señor, reiterando mi deseo de ser sacerdote: "¡Señor, por favor, déjame ser sacerdote para que pueda tratarte como Tú mereces!" Eso me dio un ardiente deseo de servir al Señor.
Quizá este escándalo les permita a ustedes hacer lo mismo. Este escándalo puede ser algo que los conduzca por el camino del suicidio espiritual o algo que los inspire a decir, finalmente, "Quiero ser santo, para que yo y la Iglesia podamos glorificar tu nombre como Tú lo mereces, para que otros puedan encontrarte en el amor y la salvación que yo te he encontrado." Jesús esta con nosotros, como lo prometió, hasta el final de los tiempos. Él sigue en la barca.
Tal como a partir de la traición de Judas, Él alcanzó la más grande victoria en la historia del mundo, nuestra salvación por medio de Su Pasión, muerte y Resurrección, también a través de este episodio Él puede traer y quiere traer un nuevo renacimiento de la santidad, para lanzar unos nuevos Hechos de los Apóstoles en el siglo 21, con cada uno de nosotros -y esto te incluye a TI- jugando un papel estelar. Ahora es el tiempo para que los verdaderos hombres y mujeres de la Iglesia se pongan de pie. Ahora es el tiempo de los santos. ¿Cómo vas a responder tú?
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RECONOCIMIENTO
P. Roger J. Landry. "What our response should be to terrible scandals in the Church"
Traducida al español y reproducida con el permiso del P. Roger J. Landry.
EL AUTOR
El P. Roger J. Landry fue ordenado sacerdote por la Diócesis de Fall River, MA, por el Obispo Sean O'Malley, OFM Cap., en 1999. Después de obtener la licenciatura de biología por la Universidad de Harvard, el P. Landry hizo sus estudios para el sacerdocio en Maryland, Toronto, y durante varios años en Roma. Después de su ordenación sacerdotal, el Obispo O'Malley lo envió de regreso a Roma para concluir sus estudios de graduación en teología moral y bioética. Actualmente es vicario parroquial en la Parroquia del Espíritu.
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Fuente:'The Wanderer'
domingo, 3 de febrero de 2008
“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt. 5,19) / Autora: Chiara Lubich
Jesús, rodeado por la multitud, sube a la montaña y proclama su célebre discurso. Sus primeras palabras, “Felices los que tienen alma de pobres, los pacientes…”, muestran enseguida la novedad del mensaje que ha venido a traer.
Son palabras de luz, de esperanza que Jesús trasmite a sus discípulos para que sean iluminados y su vida adquiera sabor y significado. Transformados por este gran mensaje, son invitados a trasmitir a su vez a otros las enseñanzas recibidas y convertidas en vida.
“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos”
Nuestra sociedad necesita, hoy más que nunca, conocer las palabras del Evangelio y dejarse transformar por ellas. Jesús tiene que poder repetir nuevamente: nos se irriten con sus hermanos; perdonen y se les perdonará; digan la verdad a tal punto que no tengan necesidad de hacer juramentos; amen a sus enemigos; reconozcan que tienen un solo Padre y que son todos hermanos y hermanas; todo lo que quieran que los demás hagan por ustedes, háganlo ustedes por ellos. Éste es el sentido de algunas de las muchas palabras del “Sermón de la Montaña” que, si se las viviese, bastarían para cambiar el mundo.
Jesús nos invita a anunciar su Evangelio. Sin embargo, antes de “enseñar” sus palabras, nos pide “observarlas”. Para ser creíbles debemos convertirnos en “expertos” del Evangelio, un “Evangelio vivo”. Sólo entonces podremos ser testimonios con la vida y enseñarlo con la palabra.
“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos”
¿Cuál es la mejor manera de vivir esta Palabra? Hacer que Jesús mismo sea quien nos enseñe, atrayéndolo a nosotros y entre nosotros con nuestro amor recíproco. Él será quien nos sugiera las palabras para acercarnos a los demás, quien nos indique el camino, quien nos abra resquicios para entrar en el corazón de los hermanos, para dar testimonio de él en cualquier lugar que estemos, aún en los ambientes más difíciles y en las situaciones más intrincadas. Veremos que el mundo, esa pequeña parte de mundo donde vivimos, se transforma, se convierte a la concordia, a la comprensión, a la paz.
Lo importante es tener viva su presencia entre nosotros con nuestro amor recíproco, ser dóciles para escuchar de su voz, la voz de la conciencia, que, si sabemos hacer callar a las demás, siempre nos habla.
Él nos enseñará cómo observar con alegría y creatividad incluso los preceptos “mínimos”, para cincelar así con perfección nuestra vida de unidad. Que se pueda repetir de nosotros, como un día se decía de los primeros cristianos: “Mira cómo se aman, y están dispuestos a morir el uno por el otro” (1). De cómo nuestras relaciones son renovadas por el amor se podrá ver que el Evangelio es capaz de generar una sociedad nueva.
No podemos guardar sólo para nosotros el don recibido. “¡Ay de mí, si no predicara el Evangelio!”, estamos llamados a repetir con San Pablo (2). Si nos dejamos guiar por la voz interior, descubriremos nuevas posibilidades de comunicar, hablando, escribiendo, dialogando. Que el Evangelio vuelva a brillar a través de nuestras personas, en nuestras casas, en nuestras ciudades, en nuestros países. Florecerá también en nosotros una nueva vida; en nuestros corazones crecerá la alegría; resplandecerá mejor el Resucitado… y él nos considerará “grandes en su Reino”.
La vida de Ginetta Calliari es una muestra excelente de esto. Habiendo llegado a Brasil en 1959, con el primer grupo de los Focolares, quedó impactada al encontrarse bruscamente con las graves desigualdades de ese país. Entonces puso todo su empeño en el amor recíproco, viviendo las palabras de Jesús: “Él nos abrirá el camino”, decía. Con el paso del tiempo, junto a ella se desarrolló y consolidó una comunidad que hoy alcanza a centenares de miles de personas de toda condición y edad, entre habitantes de las favelas y miembros de clases acomodadas, que se ponen al servicio de los más pobres. Es así como se han podido concretar obras sociales que le han cambiado la cara a favelas en distintas ciudades. Un pequeño “pueblo” unido que sigue mostrando que el Evangelio es verdadero. Esa es la dote que Ginetta se llevó consigo cuando partió para el Cielo.
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1) Tertuliano, Apologeticum, 39, 7; 2) Cf. 1 Cor. 9, 16.
Fuente: Movimiento de los Focolares
Son palabras de luz, de esperanza que Jesús trasmite a sus discípulos para que sean iluminados y su vida adquiera sabor y significado. Transformados por este gran mensaje, son invitados a trasmitir a su vez a otros las enseñanzas recibidas y convertidas en vida.
“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos”
Nuestra sociedad necesita, hoy más que nunca, conocer las palabras del Evangelio y dejarse transformar por ellas. Jesús tiene que poder repetir nuevamente: nos se irriten con sus hermanos; perdonen y se les perdonará; digan la verdad a tal punto que no tengan necesidad de hacer juramentos; amen a sus enemigos; reconozcan que tienen un solo Padre y que son todos hermanos y hermanas; todo lo que quieran que los demás hagan por ustedes, háganlo ustedes por ellos. Éste es el sentido de algunas de las muchas palabras del “Sermón de la Montaña” que, si se las viviese, bastarían para cambiar el mundo.
Jesús nos invita a anunciar su Evangelio. Sin embargo, antes de “enseñar” sus palabras, nos pide “observarlas”. Para ser creíbles debemos convertirnos en “expertos” del Evangelio, un “Evangelio vivo”. Sólo entonces podremos ser testimonios con la vida y enseñarlo con la palabra.
“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos”
¿Cuál es la mejor manera de vivir esta Palabra? Hacer que Jesús mismo sea quien nos enseñe, atrayéndolo a nosotros y entre nosotros con nuestro amor recíproco. Él será quien nos sugiera las palabras para acercarnos a los demás, quien nos indique el camino, quien nos abra resquicios para entrar en el corazón de los hermanos, para dar testimonio de él en cualquier lugar que estemos, aún en los ambientes más difíciles y en las situaciones más intrincadas. Veremos que el mundo, esa pequeña parte de mundo donde vivimos, se transforma, se convierte a la concordia, a la comprensión, a la paz.
Lo importante es tener viva su presencia entre nosotros con nuestro amor recíproco, ser dóciles para escuchar de su voz, la voz de la conciencia, que, si sabemos hacer callar a las demás, siempre nos habla.
Él nos enseñará cómo observar con alegría y creatividad incluso los preceptos “mínimos”, para cincelar así con perfección nuestra vida de unidad. Que se pueda repetir de nosotros, como un día se decía de los primeros cristianos: “Mira cómo se aman, y están dispuestos a morir el uno por el otro” (1). De cómo nuestras relaciones son renovadas por el amor se podrá ver que el Evangelio es capaz de generar una sociedad nueva.
No podemos guardar sólo para nosotros el don recibido. “¡Ay de mí, si no predicara el Evangelio!”, estamos llamados a repetir con San Pablo (2). Si nos dejamos guiar por la voz interior, descubriremos nuevas posibilidades de comunicar, hablando, escribiendo, dialogando. Que el Evangelio vuelva a brillar a través de nuestras personas, en nuestras casas, en nuestras ciudades, en nuestros países. Florecerá también en nosotros una nueva vida; en nuestros corazones crecerá la alegría; resplandecerá mejor el Resucitado… y él nos considerará “grandes en su Reino”.
La vida de Ginetta Calliari es una muestra excelente de esto. Habiendo llegado a Brasil en 1959, con el primer grupo de los Focolares, quedó impactada al encontrarse bruscamente con las graves desigualdades de ese país. Entonces puso todo su empeño en el amor recíproco, viviendo las palabras de Jesús: “Él nos abrirá el camino”, decía. Con el paso del tiempo, junto a ella se desarrolló y consolidó una comunidad que hoy alcanza a centenares de miles de personas de toda condición y edad, entre habitantes de las favelas y miembros de clases acomodadas, que se ponen al servicio de los más pobres. Es así como se han podido concretar obras sociales que le han cambiado la cara a favelas en distintas ciudades. Un pequeño “pueblo” unido que sigue mostrando que el Evangelio es verdadero. Esa es la dote que Ginetta se llevó consigo cuando partió para el Cielo.
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1) Tertuliano, Apologeticum, 39, 7; 2) Cf. 1 Cor. 9, 16.
Fuente: Movimiento de los Focolares
viernes, 1 de febrero de 2008
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