* «Cuando rezo y medito en el sufrimiento de Nuestra Señora de los Dolores, ella me concede la gracia de amar más a Jesús. Me acerca a la Eucaristía, me da el deseo de rezar y asistir a Misa con la mayor frecuencia posible, y me concede la gracia de amarlo, especialmente en mis pruebas. Amo mi fe y con más fervor los sacramentos, especialmente desde que comencé la devoción a la Madre Dolorosa»