* «Con Dios, la maldición se convierte en bendición. El verdadero héroe en mi vida es Jesucristo, y el más fuerte no es el que tiene los músculos más grandes, sino el que cruza las manos en oración. La conversión es una lucha diaria con uno mismo, con la sensualidad, con las tentaciones del cuerpo, pero la experiencia de la presencia de Dios en la vida construye mi humanidad y me muestra lo más importante»