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sábado, 1 de noviembre de 2025

Mathieu Sawadogo, catequista secuestrado con su esposa por yihadistas cuatro meses en Burkina Faso, premio Libertad Religiosa: «Por la gracia de Dios sobrevivimos; Él escuchó nuestras oraciones»

Mathieu Sawadogo, catequista de Burkina Faso, IX premio Libertad Religiosa 2025 concedido por Ayuda a la Iglesia Necesitada / Foto: ACN

Camino Católico.- Ser cristiano en un país como Burkina Faso puede llegar a ser muy peligroso. El constante clima de inseguridad por la presencia de diferentes grupos yihadistas hace que confesar a Cristo allí conlleve insultos, vejaciones, amenazas e incluso la muerte. Esta situación es la que le tocó vivir a Mathieu Sawadogo junto a su esposa, Pauline. Llevaba cinco años como catequista en Baasmere, al norte del país, cuando fue secuestrado junto con su mujer en 2018. Este hombre, que sobrevivió y mantuvo firme su fe durante sus cuatro meses de cautiverio, ha sido galardonado con el IX Premio a la Libertad Religiosa 2025, que concede la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) y que ha sido entregado la tarde de este viernes 24 de octubre, momento que muestra el vídeo con el testimonio de este catequista. 

Mathieu decidió ser catequista en 2003. En países africanos como Burkina Faso, los catequistas se forman durante cuatro años para luego ser enviados a lugares remotos y liderar a la comunidad católica del lugar. El destino de Mathieu y Pauline fue Baasmere, en la diócesis de Dori, al norte del país. Allí desarrollaron su ministerio desde el año 2015, al frente de una comunidad de entre 150 y 200 fieles. En 2018, los yihadistas se presentaron en el pueblo y le amenazaron: si seguía desarrollando su ministerio como catequista en el pueblo, iba a ocurrir “algo malo”. Esto no detuvo a Mathieu, sino todo lo contrario. Siguió liderando a la comunidad cristiana del lugar. “Yo también tenía inquietud”, confiesa. Pero declara: “Pensé: no puedo dejar de anunciar la Palabra de Dios, pues es por eso por lo que estoy aquí”.

Mathieu Sawadogo, catequista de Burkina Faso, con los niños de catequesis / Foto: ACN

Tras el aumento de las amenazas, el 20 de mayo de 2018 se presentó un grupo de hombres armados en la casa del matrimonio. Los ataron, les vendaron los ojos y se los llevaron a un lugar desconocido. Con Pauline tampoco tuvieron ninguna consideración, ni siquiera cuando ella les pidió que no la ataran porque estaba embarazada de cinco meses. A día de hoy, Mathieu no sabe dónde estuvo retenido ni si llegó a estar preso fuera de Burkina Faso.

Cuando llegaron a la que sería su prisión durante ese tiempo, los terroristas quemaron todas las pertenencias de Mathieu y de Pauline y les vistieron con indumentaria musulmana. Les intentaban enseñar su doctrina, pero ellos nunca cedieron. Cada día, Mathieu rezaba Avemarías. Él mismo señala que llegó a rezar 700 Avemarías en una misma noche, contándolas con ayuda de unas piedrecillas. “Por la gracia de Dios sobrevivimos; Él escuchó nuestras oraciones”, dice.

Finalmente, los terroristas vieron que Mathieu y Pauline no se iban a convertir. Después de debatir sobre qué hacer con ellos, decidieron soltarlos en un lugar abandonado. Consiguieron llegar al hospital más cercano con la ayuda de un granjero que encontraron. Allí, Pauline supo que el hijo que llevaba en el vientre había muerto durante el secuestro.

En la actualidad, los terroristas controlan más del 40% de Burkina Faso. Esto ha obligado a más de 2 millones de personas a huir de sus hogares a causa de la violencia yihadista. Y, por si fuera poco, en un país ya de por sí castigado por la sequía y la pobreza, alrededor de 3.000 personas han muerto a manos del terror.

Mathieu representa a todos los catequistas que, cada día y de forma totalmente abnegada, se arriesgan en Burkina Faso y otros países del mundo para guiar a las comunidades cristianas que no cuentan con un sacerdote. En muchos casos, los terroristas asesinan a los líderes de las comunidades en cuanto los identifican. Sin embargo, Mathieu da palabras a lo que hay en el corazón de todos estos catequistas: “Nunca mentiría a Dios. Es mejor ser fiel al Señor que a los hombres. Hay que testimoniar, anunciar a Quién sigues y serle fiel”.

lunes, 28 de octubre de 2024

Ana Mª Expósito, profesora de Religión: «Es importante transmitir el amor de Dios a los niños a través de nuestro testimonio y rezar para que puedan ver en nosotros a Jesús y enseñarlos a orar»

Ana Mª Expósito tiene 33 años y da gracias a la providencia de Dios porque ha recibido la llamada a ser maestra de Religión

* «Debemos enseñar a los niños que Dios los quiere, los acepta como son, los perdona y desea encontrarse con ellos y darle la felicidad y la paz que tanto necesitan y buscan. Para mí, uno de los temas más importantes es el perdón. Jesús nunca se cansa de perdonarnos y debemos transmitir a nuestros niños la importancia del perdón y del saber perdonar a los demás, siempre con la ayuda de Dios y la oración»

Camino Católico.- Ana Mª Expósito tiene 33 años y es profesora de Religión en infantil y primaria y catequista con niños de poscomunión en Córdoba. En el portal de la Diócesis cuenta su testimonio en primera persona de la forma que está respondiendo a la llamada del S Señor de ser educadora de la fe. Esta es su historia: 

«El profesor de religión es un testigo del amor de Dios»

Tengo 33 años y soy maestra de Religión Católica de infantil y primaria. Doy gracias a Dios por haber nacido en una familia cristiana y haber recibido y vivido los sacramentos. Desde pequeña he sabido como el Señor y la Virgen me han cuidado y la importancia de la oración. 

Nací a los cinco meses y medio de embarazo de mi madre, y muchas personas de mi comunidad rezaron por mí. Cuando era niña cantaba en el coro de la parroquia y ayudaba en la campaña del Domund y la Infancia misionera.  Me sentía niña misionera, llamada a ayudar y rezar por los niños más pobres. También he participado en peregrinaciones de la Diócesis, JMJ, encuentro de las familias con el Papa.  Soy catequista desde muy joven y continúo de catequista con niños de poscomunión respondiendo con alegría a la llamada del Señor.

Decidí estudiar educación infantil y la DECA. Años más tarde realicé en Córdoba el curso de monitores de educación afectivo sexual Teen Star y pude encontrarme con Ana María Roldán.

Doy gracias a la providencia de Dios por encontrarme con ella, porque he recibido la llamada a ser maestra de Religión y transmitir la fe a mis alumnos: Los contenidos de la fe, que profesamos todos los domingos en el Credo en la santa misa, el amor a Dios, a Jesucristo, al Espíritu Santo y a la Iglesia. Y ayudarlos a vivir una vida moral que los va a salvar viviendo los Sacramentos y conociendo los mandamientos. 

Me siento enviada por nuestro Obispo y pido a Dios que envíe sobre todos los maestros de religión el Espíritu Santo para que cumplamos la tarea que nos ha confiado la Iglesia. Mi experiencia ha sido durante estos dos años bastante buena, intentando dar mucho amor a mis alumnos. Es importante transmitir el amor de Dios a los niños a través de nuestro testimonio. Nosotros además de ser profesores, debemos orar para que los niños puedan ver en nosotros a Jesús y enseñarlos a orar. 

Para mí, uno de los temas más importantes es el perdón. Jesús nunca se cansa de perdonarnos y debemos transmitir a nuestros niños la importancia del perdón y del saber perdonar a los demás, siempre con la ayuda de Dios y la oración. 

También hablarles de María, nuestra madre que nos cuida y nos protege, la importancia de nuestra madre en la tierra que ora por nosotros y nuestra Madre del cielo que nos visita y ayuda como hizo con su prima santa Isabel.  El profesor de religión es un creyente elegido por el Obispo para una misión específica: enseñar y transmitir la fe. Es un testigo del amor de Dios, con su vida está diciendo al alumno que Dios es un padre que enseña, ama, perdona y educa. Entrega a sus alumnos no sólo conocimientos sino su propia vida.

Debemos enseñar a los niños que Dios los quiere, los acepta como son, los perdona y desea encontrarse con ellos y darle la felicidad y la paz que tanto necesitan y buscan.

Ana Mª Expósito