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lunes, 21 de marzo de 2011

Un arquitecto, un ingeniero, un empresario y tres estudiantes cuentan su llamada a ser sacerdotes



* Camilo Ruiz Rodríguez: “Ha sido en los últimos dos cuando he notado como el Señor ha ido cercando mi vida hasta que, con cierto temor, le he dicho ‘sí”

* Alberto Martín Ibáñez: "Pensaba que era yo quien hacía mi vida, pero he visto como ha sido el Señor quien la dirigía”

* José Doménech Bardisa: "En mi libertad he aceptado lo que Dios quiere de mí”

* Iván Alcañiz: "Entré en el Seminarioí para buscar la verdadera aceptación del Señor”

* Juan Huget: “Al ver a mi hermano dentro quise seguir sus pasos y ver en primera persona si el Señor me llama o no”

* Israel Pérez: “Visto desde fuera, parece que en ocasiones la vida aquí se podría hacer pesada, pero yo supero todo eso con la oración”

21 de marzo de 2011.-
Un total de 82 jóvenes han decidido ser sacerdotes y para ello han iniciado su formación en los seminarios Mayor y Menor de Valencia. Este año el lema escogido para la jornada del Dia del Seminario es ‘El sacerdote, don de Dios para el mundo’, una frase pronunciada por Benedicto XVI tras el rezo del Ángelus el 13 de junio de 2010, ante una multitud de sacerdotes, venidos de todas partes del mundo, para la conclusión del Año Sacerdotal, que el Santo Padre había convocado un año antes para conmemorar el centenario de la muerte de san Juan María de Vianney.

La archidiócesis de Valencia ha celebrado el Día del Seminario conmemorando de forma especial la visita de Benedicto XVI a España para la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid en el mes de agosto. El Día del Seminario es “una ocasión privilegiada para recordar tres certezas básicas”, puntualiza el rector del Seminario Mayor La Inmaculada de Moncada, Jorge Morant. Por un lado, que sigue habiendo una llamada a niños, adolescentes y jóvenes a ser sacerdotes: “La vocación sacerdotal no es algo que pertenece al pasado sino que es un don inmenso que sigue siendo actual”. Por otra parte, la tarea de anunciar, suscitar, cuidar y apoyar el evangelio de la vocación al sacerdocio es de toda la Iglesia, y de forma particular de los sacerdotes y de los responsables de la pastoral. Ofrecemos seis testimonios de la llamada de Dios a ser sacerdotes. Leer más...

viernes, 18 de febrero de 2011

Pamela, siciliana: De atea, alcohólica y drogadicta a convertirse a Cristo en la Comunidad Cenáculo

"Jesús me llevó a perdonar mi pasado, a confiar en los otros y aceptarme como soy; a superar el miedo, a luchar redescubriendo los valores de la vida, como la amistad, sentir a alguien cerca que te da coraje, que te perdona, que respeta tus tiempos, que te da fuerza y esperanza"

18 de febrero de 2011.- (Pamela / Comunidad Cenáculo)
Tengo veintiséis años, me llamo Pamela y soy de Sicilia. Aunque soy de una familia cristiana por tradición, antes de entrar en la Comunidad Cenáculo era atea, no creía en nada, sólo en mis fuerzas humanas. Soy la mayor de cuatro hermanas y desde pequeña era introvertida y tímida. Vivía con una mamá muy aprensiva y un padre poco presente. Los dos trabajaban para que no nos faltara nada. Gracias a Dios estaba mi abuela, los recuerdos más lindos de mi infancia están relacionados con ella, cuando pasábamos el verano en su casa, estaba siempre atenta a nuestros requerimientos y fue la primera que me habló de Jesús.

Con los años el clima en mi casa se hizo pesado por los problemas económicos y las discusiones entre mis padres; dentro de mí crecía el sentimiento de culpa y la ansiedad: me sentía responsable de todo lo que pasaba entre ellos. En la escuela vivía un sentimiento de inferioridad al comparar mi familia con la de mis compañeros, vivía la rabia de la humillación y llamaba la atención para que me aceptaran. Leer más...

viernes, 27 de marzo de 2009


Joseph Pearce, escritor: “Me convertí leyendo a Chesterton”
"Mi adolescencia fue un infierno"
27 de marzo de 2009.- Se crió en el East End londinense, en una época en que la inmigración empezaba a cambiarle la cara a Inglaterra. Su adolescencia son recuerdos de manifestaciones callejeras que solían acabar en batallas campales. A los quince se afilió al National Front; un año después, le hacían director de Bulldog, órgano de expresión de los cachorros ultras; con dieciocho era el miembro más joven de la mesa nacional de su partido. Su paso por la cárcel y la lectura reposada de Chesterton y compañía fueron claves en su conversión. Esta semana se cumplen veinte años de su incorporación a la Iglesia Católica. Y sigue, al igual que John Newton, “asombrado por la Gracia/ que salvó a un pecador como yo”.

(Gonzalo Altozano / Alba)

-Dicen que a los quince años hizo un pacto con el diablo, como Fausto.
-Aunque a esa edad no había oído hablar de Fausto ni -como agnóstico- creía en el demonio, sí es verdad que hubiera dado cualquier cosa a cambio de dedicarme en cuerpo y alma al National Front.

-Su deseo le fue concedido.
-Creyera en él o no, el demonio se mostró diligente a la hora de satisfacerme.

-¿Le está agradecido?
-Mi adolescencia y juventud fueron un infierno. Llené mi cabeza y corazón de ideología racista. Vivía amargado, enfurecido. El odio me consumía.

-Aparte de los inmigrantes, ¿a quién odiaba?
-A los católicos. Había hecho mío ese prejuicio tan inglés de que el catolicismo era una religión extranjera, enemiga de mi patria. Y luego estaban los terroristas del IRA, que se decían católicos.

-Su activismo político le terminó pasando factura.
-En 1982 me condenaron a seis meses de cárcel y en 1985 a doce por incitar al odio racial.

-¿Fue entre una y otra condena cuando se convirtió?
-Digamos que la semilla de mi conversión fue plantada en mí a los diecinueve años.

-Pero a esa edad…
-Había alcanzado las más altas cotas de fanatismo político y anticatólico. Era imposible estar más lejos de Roma.

-Y sin embargo…
-Mi conversión fue agustiniana antes que paulina; se trató de un largo viaje.

-¿Cuál fue la primera etapa?
-La búsqueda de una alternativa al comunismo y al consumismo. Me enfurecía que, sólo porque en la calle nos enfrentábamos con los marxistas, se pensara que éramos la tropa de asalto del capitalismo.

-”La única alternativa a Mammon no podía ser Marx”, escribió una vez.
-Un buen amigo, que sabía de mi empeño por encontrar una tercera vía, me aconsejó que estudiara el distributismo.

-Y es entonces cuando Chesterton entra en escena.
-Mi amigo me dijo que leyera un texto de Chesterton, “Reflexiones alrededor de una manzana podrida”, que formaba parte de una colección de ensayos, El pozo y los bajíos. Compré el libro, me senté a leerlo, y…

-¿Y?
-Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que la mayoría de los ensayos eran una defensa de la fe católica.

-¿Lanzó el volumen por la ventana?
-No. Simplemente quedé confundido: no tenía argumentos que oponer a los de Chesterton.

-O sea, que aquel libro…
-Fue el primer paso en mi camino de conversión. El ingenio y la sabiduría de Chesterton removieron mis prejuicios contra la Iglesia Católica. Empecé a leer, con deleite, todo lo que de él caía en mis manos.

-¿Chesterton le llevó a Belloc?
-Y a Lewis, y a Newman, y a Tolkien…

-El señor de los anillos lo leyó en la cárcel.
-Y quizás entonces no capté el misticismo católico del libro, pero sí que en sus páginas se hablaba de la virtud, de la moral, del bien…

-Por cierto, fue en la cárcel donde se declaró por primera vez católico.
-En la prisión de Wornwood Scrubs, sí, donde cumplí mi segunda condena. Al ingresar, las autoridades me preguntaron de qué religión era: “Católico”, respondí. Y aunque ‘técnicamente’ todavía no lo era, aquélla fue mi primera afirmación de fe.

-En Wornwood Scrubs también rezó por vez primera.
-Alguien me había mandado un rosario. Me recuerdo en la soledad de mi celda, pasando los dedos por las cuentas, sin tener ni idea de qué decir. Había olvidado el padrenuestro, y no me sabía el avemaría ni el gloria.

-¿Cómo resolvió el rezo?
-Diciendo oraciones inventadas por mí en las que pedía lo que mi corazón demandaba: fe, esperanza y caridad. Un comienzo pequeño… pero significante.

-Su puesta en libertad en 1986…
-Fue el principio del fin de mi vida como extremista político. Estaba desilusionado con la organización que había sido mi razón de ser durante los últimos diez años.

-¿Ya no quería entregar su vida al National Front?
-Ahora sólo quería darla por Cristo.

-Echa la vista atrás…
-Y me sigue asombrando la Gracia, que, no sé cómo, echó raíces en el desierto de mi alma.