* «Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros: herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración. La oración ciertamente dona una gran paz, pero a través de un combate interior, a veces duro, que puede acompañar también periodos largos de la vida. Rezar no es algo fácil y por eso nosotros escapamos de la oración. Cada vez que queremos hacerlo, enseguida nos vienen a la mente muchas otras actividades, que en ese momento parecen más importantes y más urgentes. Esto me sucede también a mí: voy a rezar un poco… Y no, debo hacer esto y lo otro… Nosotros huimos de la oración, no sé por qué, pero es así. Casi siempre, después de haber pospuesto la oración, nos damos cuenta de que esas cosas no eran en absoluto esenciales, y que quizá hemos perdido el tiempo. El Enemigo nos engaña así»
Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma
* «Todos los hombres y las mujeres de Dios mencionan no solamente la alegría de la oración, sino también la molestia y la fatiga que puede causar: en algunos momentos es una dura lucha mantener la fe en los tiempos y en las formas de la oración. Algún santo la ha llevado adelante durante años sin sentir ningún gusto, sin percibir la utilidad. El silencio, la oración, la concentración son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela. Preferiríamos estar en cualquier otra parte del mundo, pero no ahí, en ese banco de la iglesia rezando. Quien quiere rezar debe recordar que la fe no es fácil, y alguna vez procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia. Hay momentos de la vida de fe que son oscuros y por esto algún santo los llama: “La noche oscura”, porque no se siente nada. Pero yo sigo rezando. Tengamos la certeza de que cuando rezamos nunca estamos solos y de que, en los tiempos de prueba y oscuridad, cuando parece que todo se desmorona y no hay puntos de referencia, el Señor Jesús, aunque no percibamos su presencia, siempre está a nuestro lado, nos reanima con su gracia, nos sostiene, nos guía y nos protege»