* «No creo en un Dios enfadado. ¿Por qué me castigaría? No creo eso. Nos castigamos nosotros. Como Judas tuvo que afrontar que había vendido a Jesús, yo tuve que afrontar que yo había vendido a mis amigos. Y tuve que afrontar mi arrepentimiento. No creo llevar una cruz; quizá suena raro, pero es mi cruz la que me lleva a mí. Sólo Dios tiene derecho a decidir sobre el final de nuestras vidas terrenales. Pero creo que es sólo una transición, no me da miedo la muerte»