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lunes, 1 de diciembre de 2025

Papa León XIV a consagrados y laicos en el Líbano: «Permaneciendo con María junto a la cruz de Jesús, nuestra oración, puente invisible que une los corazones nos da la fuerza para seguir esperando y trabajando»

* «Recordemos que nuestra primera escuela es la cruz y que nuestro único Maestro es Cristo (cf. Mt 23,10). El padre Chárbel, al respecto, hablando de su experiencia de apostolado en las cárceles, dijo que precisamente allí, donde el mundo ve sólo muros y crímenes, en los ojos de los reclusos —a veces perdidos, a veces iluminados por una nueva esperanza— vemos la ternura del Padre que nunca se cansa de perdonar. Y es así: vemos el rostro de Jesús reflejado en el rostro de los que sufren y de los que cuidan las heridas que la vida ha causado»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con toda la alocución del Papa 

* «Si queremos construir la paz, anclémonos al cielo y, firmemente dirigidos hacia allí, amemos sin miedo a perder lo efímero y demos sin medida. De estas raíces, fuertes y profundas como las de los cedros, crece el amor y, con la ayuda de Dios, cobran vida obras concretas y duraderas de solidaridad» 


1 de diciembre de 2025.-
(Camino Católico)  En el segundo día de su peregrinación al Líbano, el Papa visita el santuario mariano de Harissa y se reúne con obispos y religiosos, unas cuatro mil personas. El Pontífice escucha cuatro testimonios de solidaridad, guerra, migración y pastoral carcelaria que muestran la capacidad del pueblo libanés de hacerse «cercano» a quien sufre, como María al pie de la cruz:

“Permaneciendo con María junto a la cruz de Jesús (cf. Jn 19,25), nuestra oración —puente invisible que une los corazones— nos da la fuerza para seguir esperando y trabajando, incluso cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas y las exigencias propias de la vida cotidiana se convierten en un desafío”.



Esta proximidad a la cruz de Jesús es la fe, el ancla que, según el Papa Francisco, cita el pontífice, mantiene nuestra vida “anclada en el cielo”: y anclarnos al cielo, explica León XIV, es el camino para  “construir la paz”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:


VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD LEÓN XIV

A TÜRKIYE Y AL LÍBANO

CON PEREGRINACIÓN A İZNIK (TÜRKIYE)

EN OCASIÓN DEL 1700.º ANIVERSARIO DEL PRIMER CONCILIO DE NICEA

(27 de noviembre - 2 de diciembre de 2025)

ENCUENTRO CON LOS OBISPOS, SACERDOTES,

CONSAGRADOS, CONSAGRADAS Y LOS OPERADORES PASTORALES

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Santuario de Nuestra Señora del Líbano (Harissa)

Lunes, 1 de diciembre de 2025


Queridos hermanos en el episcopado,
sacerdotes, religiosos y religiosas,
hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Con gran alegría me encuentro con ustedes durante este viaje, cuyo lema es «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). La Iglesia en Líbano, unida en sus múltiples rostros, es un ícono de estas palabras, como afirmaba san Juan Pablo II, tan afectuoso con su pueblo: «En el Líbano de hoy —decía— ustedes son responsables de la esperanza» (Mensaje a los ciudadanos del Líbano, 1 mayo 1984); y añadía: «Creen, allí donde viven y trabajan, un clima fraterno. Sin ingenuidad, sepan confiar en los demás y sean creativos para que triunfe la fuerza regeneradora del perdón y de la misericordia» (ibíd.).

Los testimonios que hemos escuchado —gracias a cada uno de ustedes— nos dicen que estas palabras no han sido vanas, sino que han encontrado escucha y respuesta, porque aquí se sigue construyendo la comunión en la caridad.

En las palabras del Patriarca, a quien agradezco de corazón, podemos captar la raíz de esta tenacidad, simbolizada por la gruta silenciosa en la que san Chárbel rezaba ante la imagen de la Madre de Dios, y por la presencia de este Santuario de Harissa, signo de unidad para todo el pueblo libanés. Permaneciendo con María junto a la cruz de Jesús (cf. Jn 19,25), nuestra oración —puente invisible que une los corazones— nos da la fuerza para seguir esperando y trabajando, incluso cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas y las exigencias propias de la vida cotidiana se convierten en un desafío.

Uno de los símbolos que figuran en el “logotipo” de este viaje es el ancla. El Papa Francisco la evocaba a menudo en sus discursos como signo de la fe, que permite ir siempre más allá, incluso en los momentos más oscuros, hasta el cielo. Decía: «Nuestra fe es el ancla en el cielo. Tenemos nuestra vida anclada en el cielo. ¿Qué debemos hacer? Agarrar la cuerda [...]. Y vamos adelante porque estamos seguros que nuestra vida tiene como un ancla en el cielo, en esa orilla a la que llegaremos» (Catequesis, 26 abril 2017). Si queremos construir la paz, anclémonos al cielo y, firmemente dirigidos hacia allí, amemos sin miedo a perder lo efímero y demos sin medida.

De estas raíces, fuertes y profundas como las de los cedros, crece el amor y, con la ayuda de Dios, cobran vida obras concretas y duraderas de solidaridad.

El padre Youhanna nos ha hablado de Debbabiyé, el pequeño pueblo en el que ejerce su ministerio. Allí, a pesar de la extrema necesidad y bajo la amenaza de los bombardeos, cristianos y musulmanes, libaneses y refugiados del otro lado de la frontera, conviven pacíficamente y se ayudan mutuamente. Detengámonos en la imagen que él mismo sugirió, la de la moneda siria encontrada en la bolsa de limosnas junto con las libanesas. Es un detalle importante: nos recuerda que en la caridad cada uno de nosotros tiene algo que dar y que recibir, y que el donarnos mutuamente nos enriquece a todos y nos acerca a Dios. El Papa Benedicto XVI, durante su viaje a este país, hablando del poder unificador del amor incluso en los momentos de prueba, dijo: «Ahora es precisamente cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza, del servicio sobre el dominio, de la humildad sobre el orgullo, de la unidad sobre la división. [...] Saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo» (Discurso durante la visita a la Basílica de San Pablo en Harissa, 14 septiembre 2012).

Es el único modo para no sentirnos aplastados por la injusticia y la opresión, incluso cuando, como hemos oído, nos traicionan personas y organizaciones que especulan sin escrúpulos con la desesperación de quien no tiene alternativas. Sólo así podremos volver a esperar en el mañana, a pesar de la dureza de un presente difícil de afrontar. A este respecto, pienso en la responsabilidad que todos tenemos hacia los jóvenes. Es importante favorecer su presencia, también en las estructuras eclesiales, apreciando su aportación de novedad y dándoles espacio. Y es necesario, incluso entre los escombros de un mundo con dolorosos fracasos, ofrecerles perspectivas concretas y viables de renacimiento y crecimiento para el futuro.

Loren nos ha hablado de su compromiso con la ayuda a los migrantes. Ella misma migrante, desde hace tiempo comprometida con el apoyo a quienes, no por elección sino por necesidad, han tenido que dejarlo todo para buscar, lejos de casa, un futuro posible. La historia de James y Lela, que ella nos ha contado, nos conmueve profundamente y muestra el horror que la guerra produce en la vida de tantas personas inocentes. El Papa Francisco nos ha recordado en varias ocasiones, en sus discursos y escritos, que ante dramas semejantes no podemos permanecer indiferentes, y que su dolor nos concierne y nos interpela (cf. Homilía en la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 29 septiembre 2019). Por un lado, su valentía nos habla de la luz de Dios que, como dijo Loren, brilla incluso en los momentos más oscuros. Por otro lado, lo que han vivido nos obliga a comprometernos para que nadie tenga que huir de su país debido a conflictos absurdos y despiadados, y para que quien llama a la puerta de nuestras comunidades nunca se sienta rechazado, sino acogido con las palabras que la propia Loren citó: “¡Bienvenido a casa!”.

De esto nos habla también el testimonio de la hermana Dima, que ante el estallido de la violencia decidió no abandonar el campo, sino mantener la escuela abierta, convirtiéndola en un lugar de acogida para los refugiados y en un centro educativo de extraordinaria eficacia. En esas aulas, además de ofrecer asistencia y ayuda material, se aprende y se enseña a compartir “el pan, el miedo y la esperanza”, a amar en medio del odio, a servir incluso en el cansancio y a creer en un futuro diferente más allá de toda expectativa. La Iglesia en Líbano siempre ha prestado mucha atención a la educación. Los animo a todos a continuar con esta loable labor, asistiendo sobre todo a quien pasa necesidad y a quien carece de medios, a quienes se encuentran en situaciones extremas, con decisiones guiadas por la caridad más generosa, para que la formación de la mente vaya siempre unida a la educación del corazón. Recordemos que nuestra primera escuela es la cruz y que nuestro único Maestro es Cristo (cf. Mt 23,10).

El padre Chárbel, al respecto, hablando de su experiencia de apostolado en las cárceles, dijo que precisamente allí, donde el mundo ve sólo muros y crímenes, en los ojos de los reclusos —a veces perdidos, a veces iluminados por una nueva esperanza— vemos la ternura del Padre que nunca se cansa de perdonar. Y es así: vemos el rostro de Jesús reflejado en el rostro de los que sufren y de los que cuidan las heridas que la vida ha causado. Dentro de poco realizaremos el gesto simbólico de entregar la Rosa de Oro a este Santuario. Es un gesto antiguo que, entre otros significados, tiene el de exhortarnos a ser perfume de Cristo con nuestra vida (cf. 2 Co 2,14). Ante esta imagen, me viene a la mente el perfume que emana de las mesas libanesas, típicas por la variedad de alimentos que ofrecen y por la fuerte dimensión comunitaria de compartirlos. Es un perfume compuesto por miles de aromas, que sorprenden por su diversidad y, a veces, por su conjunto. Así es el perfume de Cristo. No es un producto costoso reservado a unos pocos que pueden permitírselo, sino el aroma que se desprende de una mesa generosa en la que hay muchos platos diferentes y de la que todos pueden servirse juntos. Que este sea el espíritu del rito que nos disponemos a celebrar y, sobre todo, el espíritu con el que cada día nos esforzamos por vivir unidos en el amor.

PAPA LEÓN XIV


Fotos: Vatican Media, 1-12-2025

Encuentro del Papa León XIV con consagrados y operadores pastorales en el Santuario de Nuestra Señora del Líbano, 1-12-2025

1 de diciembre de 2025.- (Camino Católico)  Después de visitar la tumba de San Chárbel, el Papa León XIV se trasladó en coche al Santuario de Nuestra Señora del Líbano en Harissa para mantener un encuentro con los obispos, los sacerdotes, los consagrados, las consagradas y los agentes pastorales del país, al que han asistido cuatro mil personas. A su llegada ha sido recibido en la entrada principal del Santuario por el Vicario Apostólico de los Latinos de Beirut por el Superior de la Congregación de los Misioneros Libaneses y por el Rector del Santuario, quien le presentó la cruz y el agua bendita para la aspersión. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha todo el encuentro y las palabras del Pontífice. 


El abarrotado santuario ha estallado en un gran aplauso y vítores con la llegada del Pontífice, unos veinte minutos más tarde de lo previsto. En una atmósfera de incontenible alegría, se escuchaban fuertes “¡Viva el Papa!” y los fieles se agolpaban en los laterales del pasillo central para poderlo saludar, mientras el Papa estrechaba sus manos sin perder la sonrisa. 




El Catholicós-Patriarca de Cilicia de los Armenios Católicos, Raphaël bedros XXI, ha dirigido unas palabras de bienvenida y ha expresado lo que significa la visita del Papa para los católicos del país: “Su presencia, Santísimo Padre, nos recuerda que Dios está con nosotros. La Iglesia está con nosotros. Nunca estamos solos”.



El Papa ha escuchado a continuación varios testimonio conmovedores, como el del P. Youhanna, quien ejerce su ministerio en Debbabiyé, el pequeño pueblo en el que a pesar de la extrema necesidad y bajo la amenaza de los bombardeos, conviven cristianos y musulmanes, libaneses y refugiados del otro lado de la frontera. La joven Loren relata el trabajo que realiza con migrantes y la hermana Dima también comparte su testimonio en la escuela que dirige, que permanece abierta a pesar del estallido de la violencia.



León XIV ha subrayado en su discurso  que “permaneciendo con María junto a la cruz de Jesús (cf. Jn 19,25), nuestra oración —puente invisible que une los corazones— nos da la fuerza para seguir esperando y trabajando, incluso cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas y las exigencias propias de la vida cotidiana se convierten en un desafío”.


Al finalizar, el Santo Padre volvió a atravesar la nave central y llegó al presbiterio, donde fue acogido por el Patriarca de la Iglesia Armenia Católica, mientras el coro entonaba un hermoso canto.



El Papa León XIV entregó a la Virgen, Nuestra Señora del Líbano, una Rosa de Oro. Tras posar en una foto de grupo junto a los Obispos y recibir algunos dones, León XIV se despidió de los Patriarcas y, antes de subir al coche, bendijo la primera piedra de la “Ciudad de la Paz”.


Fotos: Vatican Media, 1-12-2025

viernes, 28 de noviembre de 2025

Papa León XIV en homilía, 28-11-2025: «Al mirar con los ojos de Dios descubrimos que Él ha escogido el camino de la pequeñez para descender en medio de nosotros y este es el estilo que estamos llamados a testimoniar»

* «Esta lógica de la pequeñez es la verdadera fuerza de la Iglesia. En efecto, esta fuerza no reside ni en sus recursos ni en sus estructuras, ni los frutos de su misión derivan del consenso numérico, de la potencia económica o de la relevancia social. La Iglesia, al contrario, vive de la luz del Cordero y, reunida en torno a Él, es impulsada por el poder del Espíritu Santo en los caminos del mundo. En esta misión, la Iglesia está llamada de nuevo a confiar en la promesa del Señor: ‘No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino’ (Lc 12,32). Al respecto, recordemos estas palabras del Papa Francisco: ‘En una comunidad cristiana donde los fieles, los sacerdotes, los obispos, no toman este camino de la pequeñez, no hay futuro, […] el Reino de Dios brota en lo pequeño, siempre en lo pequeño’ (Homilía en Santa Marta, 3 diciembre 2019)» 

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV 

* «Hay, sin embargo, otro desafío, que definiría como un ‘regreso del arrianismo’, presente en la cultura actual y a veces hasta en los propios creyentes, cuando se ve a Jesús con admiración humana, incluso aún con espíritu religioso, pero sin considerarlo realmente como el Dios vivo y verdadero presente entre nosotros. Su ser Dios, Señor de la historia, viene de esta manera oscurecido y nos limitamos a considerarlo un personaje histórico, un maestro sabio, un profeta que ha luchado por la justicia, pero nada más. Nicea nos lo recuerda: Cristo Jesús no es un personaje del pasado, es el Hijo de Dios presente entre nosotros que guía la historia hacia el futuro que Dios nos ha prometido» 

28 de noviembre de 2025.- (Camino Católico“Cuando miramos con los ojos de Dios, descubrimos que Él ha escogido el camino de la pequeñez para descender en medio de nosotros. Este es el estilo del Señor, que estamos llamados a testimoniar”, ha subrayado el Papa León XIV en su homilía de la liturgia de la Palabra que ha celebrado en la Catedral del Espíritu Santo, en el corazón de Estambul, ante obispos, sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral. A ellos les ha ofrecido una profunda reflexión sobre las raíces de la fe cristiana, el papel de las pequeñas comunidades y los desafíos teológicos y pastorales del presente. 

El Pontífice ha subrayado tres frentes pastorales decisivos para la Iglesia en Turquia: Diálogo ecuménico e interreligioso, esencial en un país puente entre culturas; Transmisión de la fe en un contexto donde el cristianismo es minoritario; Servicio a migrantes y refugiados, cuya presencia masiva convierte a Türkiye en una frontera humanitaria global. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:


VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD LEÓN XIV A TURQUÍA Y EL LÍBANO

CON PEREGRINACIÓN A İZNIK (TURQUÍA)

CON MOTIVO DEL 1700 ANIVERSARIO DEL PRIMER CONCILIO DE NICEA

(27 de noviembre - 2 de diciembre de 2025)

ENCUENTRO DE ORACIÓN

CON OBISPOS, SACERDOTES, DIÁCONOS, CONSAGRADOS Y AGENTES PASTORALES

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Catedral del Espíritu Santo (Estambul)

Viernes, 28 de noviembre de 2025

Excelencias Reverendísimas,

queridos sacerdotes, religiosas y religiosos,

agentes de pastoral, hermanos y hermanas todos:

Es una gran alegría encontrarme aquí en medio de ustedes. Agradezco al Señor que me concede, en mi primer viaje apostólico, visitar esta “tierra sagrada” que es Türkiye, en la cual la historia de Israel encuentra el cristianismo naciente; el Antiguo y el Nuevo Testamento se abrazan, y se escriben las páginas de numerosos Concilios.

La fe que nos une tiene raíces lejanas. En efecto, obediente a la llamada de Dios, nuestro padre Abraham se pone en camino desde Ur de los caldeos y después, desde la región de Jarán al sur de la actual Türkiye, Abraham partió hacia la Tierra prometida (cf. Gn 12,1). En la plenitud de los tiempos, después de la muerte y resurrección de Jesús, también sus discípulos se dirigieron hacia Anatolia y Antioquía —donde posteriormente fue obispo san Ignacio— y fueron llamados “cristianos” por primera vez (cf. Hch 11,26). Desde esa ciudad, san Pablo inició algunos de sus viajes apostólicos, fundando muchas comunidades. Y es precisamente en la costa de la península de Anatolia, en Éfeso, donde, según algunas fuentes antiguas, habría residido y fallecido el evangelista Juan, discípulo amado del Señor (cf. S. Ireneo, Contra los herejes, III, 3, 4; Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica V, 24, 3).

Además, recordamos con admiración el gran pasado bizantino, el impulso misionero de la Iglesia de Constantinopla y la difusión del cristianismo en todo el Levante. Aún hoy, en Türkiye viven numerosas comunidades cristianas de rito oriental, como armenios, sirios y caldeos, así como las de rito latino. El Patriarcado Ecuménico sigue siendo un punto de referencia tanto para sus fieles griegos como para los que pertenecen a otras denominaciones ortodoxas.

Queridos hermanos, también ustedes han sido engendrados de la riqueza de esta larga historia. Hoy son ustedes la comunidad llamada a cultivar la semilla de la fe que, desde Abraham, los Apóstoles y los Padres de la Iglesia, nos ha sido transmitida. La historia que nos antecede no es simplemente para recordar y después archivar en un pasado glorioso, mientras observamos resignados cómo la Iglesia católica se ha reducido numéricamente. Al contrario, estamos invitados a adoptar la mirada evangélica, iluminada por el Espíritu Santo.

Y cuando miramos con los ojos de Dios, descubrimos que Él ha escogido el camino de la pequeñez para descender en medio de nosotros. Este es el estilo del Señor que todos estamos llamados a testimoniar; los profetas anunciaron la promesa de Dios acerca de un pequeño germen que brotará (cf. Is 11,1), y Jesús elogia a los pequeños que confían en Él (cf. Mc 10,13-16), afirmando que el Reino de Dios no se impone llamando la atención (cf. Lc 17,20-21), sino que se desarrolla como la más pequeña de todas las semillas plantadas en la tierra (cf. Mc 4,31).

Esta lógica de la pequeñez es la verdadera fuerza de la Iglesia. En efecto, esta fuerza no reside ni en sus recursos ni en sus estructuras, ni los frutos de su misión derivan del consenso numérico, de la potencia económica o de la relevancia social. La Iglesia, al contrario, vive de la luz del Cordero y, reunida en torno a Él, es impulsada por el poder del Espíritu Santo en los caminos del mundo. En esta misión, la Iglesia está llamada a confiar constantemente en la promesa del Señor: «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino» (Lc 12,32). Al respecto, recordemos estas palabras del Papa Francisco: «En una comunidad cristiana donde los fieles, los sacerdotes, los obispos, no toman este camino de la pequeñez, no hay futuro, […] el Reino de Dios brota en lo pequeño, siempre en lo pequeño» (Homilía en Santa Marta, 3 diciembre 2019).

La Iglesia que vive en Türkiye es una pequeña comunidad que, no obstante, permanece fecunda como semilla y levadura del Reino. Por eso, los animo a cultivar una actitud espiritual de esperanza confiada, fundada en la fe y en la unión con Dios. Es necesario, ciertamente, dar testimonio del Evangelio con alegría y mirar hacia el futuro con esperanza. Algunos rasgos de esta esperanza ya están presentes, pidamos entonces al Señor que los sepamos reconocer y cultivar; otros, quizá, tengan que ser expresados por nosotros de manera creativa, perseverando en la fe y en el testimonio.

Entre los signos prometedores más hermosos, me vienen a la mente los muchos jóvenes que tocan a las puertas de la Iglesia católica, trayendo consigo sus preguntas y sus inquietudes. A tal propósito, los exhorto a continuar con el riguroso trabajo pastoral que llevan a cabo. Del mismo modo, los invito a escuchar y acompañar a los jóvenes y también a atender aquellas áreas en las cuales la Iglesia en Türkiye está llamada a trabajar, de modo particular: el diálogo ecuménico e interreligioso, la transmisión de la fe a la población local, y el servicio pastoral a los migrantes y refugiados.

Este último aspecto amerita una reflexión. La presencia tan significativa de los migrantes y refugiados en este país, en efecto, supone para la Iglesia el desafío de acoger y servir a aquellos que se encuentran entre los más vulnerables. Al mismo tiempo, esta Iglesia está formada por extranjeros y, de hecho, muchos de ustedes —sacerdotes, religiosas, agentes de pastoral— proceden de otras tierras; esto requiere de su parte un compromiso especial con la inculturación; que la lengua, los usos y las costumbres de Türkiye se conviertan cada vez más en los suyos. La comunicación del Evangelio pasa, de hecho, por esta inculturación.

No quiero olvidar, además, que en esta tierra se celebraron los primeros ocho concilios ecuménicos. Este año se cumple el 1700 aniversario del Primer Concilio de Nicea, «cimiento en el camino de la Iglesia y de la humanidad entera» (Francisco, Discurso a la Comisión Teológica Internacional, 28 noviembre 2024), un acontecimiento siempre actual que nos plantea algunos retos que me gustaría mencionar.

El primero se trata de la importancia de acoger la esencia de la fe y del ser cristianos. En torno al Símbolo de la fe, la Iglesia de Nicea encontró la unidad (cf. Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025, n. 17). Por lo tanto, no se trata sólo de una fórmula doctrinal, sino de la invitación a buscar siempre, incluso dentro de las distintas percepciones, espiritualidades y culturas, la unidad y la esencialidad de la fe cristiana entorno a la centralidad de Cristo y a la Tradición de la Iglesia. Nicea nos invita, aún hoy, a reflexionar sobre esto: ¿quién es Jesús para nosotros?, ¿qué significa, en su núcleo esencial, ser cristianos? El Símbolo de la fe, profesado de modo unánime y común, se vuelve de esta manera criterio para discernir, brújula orientadora, eje sobre el cual deben girar nuestro creer y nuestro actuar. A propósito del nexo entre la fe y las obras, quiero agradecer a las organizaciones internacionales, de modo especial a Caritas Internationalis y a Kirche in Not, por el apoyo a las actividades caritativas de la Iglesia y, sobre todo, por la ayuda prestada a las víctimas del terremoto de 2023.

El segundo desafío consiste en la urgencia de redescubrir en Cristo el rostro de Dios Padre. Nicea afirma la divinidad de Jesús y su igualdad con el Padre. En Jesús, nosotros encontramos el verdadero rostro de Dios y su palabra acerca de la humanidad y de la historia. Esta verdad pone constantemente en crisis nuestras representaciones de Dios cuando no corresponden a lo que Jesús nos ha revelado y nos invita a un constante discernimiento crítico sobre las formas de nuestra fe, de nuestra oración, de nuestra vida pastoral y, en general, de nuestra espiritualidad. Hay, sin embargo, otro desafío, que definiría como un “regreso del arrianismo”, presente en la cultura actual y a veces hasta en los propios creyentes, cuando se ve a Jesús con admiración humana, incluso aún con espíritu religioso, pero sin considerarlo realmente como el Dios vivo y verdadero presente entre nosotros. Su ser Dios, Señor de la historia, viene de esta manera oscurecido y nos limitamos a considerarlo un personaje histórico, un maestro sabio, un profeta que ha luchado por la justicia, pero nada más. Nicea nos lo recuerda: Cristo Jesús no es un personaje del pasado, es el Hijo de Dios presente entre nosotros que guía la historia hacia el futuro que Dios nos ha prometido.

Por último, el tercer desafío, la mediación de la fe y el desarrollo de la doctrina. En un contexto cultural completo, el Símbolo de Nicea logró mediar la esencia de la fe a través de las categorías culturales y filosóficas de la época. No obstante, pocos decenios después, en el primer Concilio de Constantinopla, vemos que se profundizó y amplió, y precisamente gracias a esa profundización de la doctrina se llegó a una nueva fórmula: el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, que comúnmente profesamos en nuestras celebraciones dominicales.

En esto aprendemos una gran lección. Siempre es necesario mediar la fe cristiana en los lenguajes y categorías del contexto en el que vivimos, como lo hicieron los Padres en Nicea y en los otros concilios. Al mismo tiempo, debemos distinguir el núcleo de la fe de las fórmulas y formas históricas que lo expresan, las cuales siempre son parciales y provisorias, y pueden cambiar a medida que profundizamos en la doctrina. Recordemos que el nuevo Doctor de la Iglesia, san John Henry Newman, insiste en el desarrollo de la doctrina cristiana, porque no es una idea abstracta y estática, sino que refleja el misterio mismo de Cristo. Se trata, por tanto, del desarrollo interno de un organismo vivo, que saca a la luz y explica mejor el núcleo fundamental de la fe.

Queridos hermanos, antes de saludarlos, quisiera recordarles la figura, para ustedes tan querida, de san Juan XXIII, que ha amado y servido a este pueblo, afirmando: “Me gusta repetir lo que siento en el corazón: Yo amo a los turcos, aprecio las cualidades naturales de este pueblo” (cf. Diario del alma, 234). Y observando desde la ventana de la casa de los jesuitas a los pescadores del Bósforo, trabajando entre las barcas y las redes, escribió: «El espectáculo me emociona. La otra noche, hacia la una, llovía a cántaros, pero los pescadores estaban allí, impávidos en su ruda tarea […] Imitar a los pescadores del Bósforo, trabajar día y noche con las lámparas encendidas, cada uno en su propia barca, a las órdenes de los jefes espirituales: ese es nuestro grave y santo deber» (Diario del alma, 235).

Deseo que sean animados por esta pasión, que conserven la alegría de la fe, trabajando como pescadores intrépidos en la barca del Señor. Que María Santísima, la Theotokos, interceda por ustedes y los cuide. Gracias.

PAPA LEÓN XIV














Fotos: Vatican Media, 28-11-2025