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lunes, 11 de noviembre de 2024

Sor Angela Musolesi, colaboró años con el exorcista padre Amorth: «Nuestra sociedad ha alejado a Jesús de la vida de las personas y matrimonios y consagrados son los más afectados por la acción del diablo»


 Sor Angela Musolesi junto al padre Gabriele Amorth

* «Existe un materialismo desmesurado, y muchas personas han perdido su sentido moral, buscando respuestas en magos y otras prácticas. Hay mil maneras en que el demonio actúa. Desgraciadamente, en la sociedad actual, incluso en la Iglesia, se tiende a dar una visión disminuida de su influencia. La especialidad de don Gabriele era valorar a cada persona: cualquiera, sacerdote, monja o laico, podía hacer oraciones por su familia para liberarlos de cualquier influencia demoníaca. Él siempre lo afirmaba en sus entrevistas, aunque hoy en día ya no se dice con tanta frecuencia. La fe es fundamental para la liberación y para actuar de manera complementaria al exorcista. La adoración al Santísimo, la Corona de la Divina Misericordia y el Santo Rosario son acciones importantes que dependen de la fe. Esto no significa que alguien que desee recibir tratamiento, como lo hacía el padre Gabriele, no pueda hacerlo si tiene otro tipo de creencias; sin embargo, para estar verdaderamente preparado, la fe es esencial. Lo primero es la confesión, ya que a menudo el diablo dice: ‘No me voy porque hay un pecado que no se ha confesado’. Por lo tanto, la confesión es el primer paso»

Camino Católico.- «¡Tú eres mi ruina!» eran las palabras de rabia con las que el demonio se dirigía en los exorcismos a sor Angela Musolesi. Esta monja laica franciscana fue estrecha colaboradora del padre Gabriele Amorth, fallecido en 2016, y coautora de tres libros junto a él. Hoy continúa trabajando con exorcistas de todo el mundo, siguiendo las enseñanzas de don Gabriele.

El padre Amorth fue uno de los exorcistas más destacados de la diócesis de Roma, especialmente durante el pontificado de Juan Pablo II. Durante 28 años, sor Ángela estuvo a su lado en la feroz labor de combatir la acción del demonio, siendo testigo directo de una lucha incansable contra el mal.

Basándose en esta profunda experiencia espiritual, Musolesi comparte en su obra Tu eres mi ruina, de editorial San Pablo, las causas de las posesiones y las herramientas eficaces para liberar a quienes han caído bajo la influencia del maligno. Amorth realizó miles de exorcismos en vida, enfrentándose no solo a casos de verdadera posesión, sino también a aquellos que, en realidad, tenían problemas con raíces psíquicas o psiquiátricas.

Su objetivo era discernir la naturaleza del problema y ayudar a quienes realmente lo necesitaban, sin caer en la oscuridad que muchos creen que rodea a un exorcismo. Amorth creía profundamente que Dios «es alegría», y con una gran naturalidad, alejada de dramatismos, iniciaba sus exorcismos haciendo muecas y burlas al demonio.

Amorth comprendió el desafío al que se enfrentaba: el gran triunfo del diablo era hacer creer que no existía. En las décadas de los 70, 80 y 90, muchas diócesis carecían de exorcistas, dejando a personas necesitadas sin la ayuda adecuada. Con su trabajo incansable, logró convencer a numerosos obispos de reinstaurar la figura del exorcista en sus comunidades, siendo uno de los fundadores de la Asociación Internacional de Exorcistas en 1990, de la que fue presidente hasta el año 2000.

Hoy, Ángela Musolesi, quien trabajó codo a codo con él, comparte sus experiencias y afirma que liberar del demonio «es un abrazo del Cielo con la Tierra». Destaca especialmente un punto: «Nuestra sociedad ha alejado a Jesús de la vida de las personas» y por eso el demonio y su influencia van en aumento, aunque esto no sea evidente a los ojos, ya que los casos más comunes están lejos de los clichés de las películas. La entrevista María Rabell García en El Debate.

El padre Amorth realizaba muecas al demonio para burlarse de él antes de empezar un exorcismo

–Mucha gente tiene una visión un poco hollywodense de los exorcistas, como si fueran figuras misteriosas, raras y ajenas al mundo cotidiano. ¿Cómo es realmente el trabajo diario y la vida personal de alguien que se dedica a este tipo de ministerio?

– Los exorcistas y las personas que nos dedicamos a ayudar en este tipo de ministerio tenemos una vida normalísima. La vida del padre Amorth en ese aspecto era así. Era una persona ingeniosa, por lo que trataba de restarle importancia a las cosas y desdramatizar las situaciones para hacer entender que Dios es alegría.

Siempre comenzaba el día con la Santa Misa. Luego recibía a personas de lo más comunes para intentar entender la acción del demonio en sus vidas: trabajadores, abogados, profesionales en quienes, a simple vista, no se veía nada particular. Eran personas de familia, en las que nunca sospecharías una influencia maligna. Después, se iba a almorzar.

Por la tarde, se tomaba un descanso y luego rezaba el Santo Rosario, siempre, cada día, junto a sus hermanos. A partir de las 16 horas, más o menos, recibía más personas. Con cada una pasaba mínimo una hora u hora y media.

–El padre Amorth en vida llegó a exorcizar a miles de personas ¿Qué características tenía él que lo hacían tan ‘efectivo’? ¿Podría compartir algún rasgo o virtud personal de él que fue fundamental en su trabajo?

– Tenía una apertura de corazón y una capacidad de aceptación hacia cualquier persona, ya fueran musulmanes, budistas o hindúes. Siempre pensaba de manera positiva aunque no se manifestara el demonio. No decía «esta persona es una supersticiosa o tiene problemas psicológicos o enfermedades mentales», como solían decir otros sacerdotes, sino que afirmaba: «Quizá sea verdad, profundicemos un poco para ver si es cierto o no».

Es importante evitar el «esto no es verdad» de inmediato, ya que el demonio es astuto y podía manifestarse solo después de cuatro o cinco sesiones, o incluso meses más tarde. Recuerdo el caso de un niño en el que había un trastorno que podía provenir de la acción del Maligno pero este no se manifestó hasta ocho meses después. Incluso con una señora de Italia, el demonio se manifestó después de un año y medio.

Sor Angela Musolesi con el padre Gabriele Amorth

–Ver tan de cerca la acción del demonio en una persona puede convertirse en una gran carga emocional. ¿Ha tenido momentos en los que sintió miedo o duda? ¿Cuáles han sido los mayores desafíos espirituales en su propio camino acompañando exorcismos?

–Nunca he tenido miedo, al igual que el padre Amorth. Incluso te diría que ahora, cuando rezo oraciones de liberación –que no son exorcismos– he estado en contacto directo con el demonio. Es él quien me teme, no yo a él. Durante los exorcismos, el diablo me decía: «Tú eres mi perdición».

¿Por qué? Porque yo llevaba personas al padre Amorth. La especialidad de don Gabriele era valorar a cada persona: cualquiera, sacerdote, monja o laico, podía hacer oraciones por su familia para liberarlos de cualquier influencia demoníaca. Él siempre lo afirmaba en sus entrevistas, aunque hoy en día ya no se dice con tanta frecuencia.

–En la actualidad, hay muchas personas que creen que el diablo solo insinúa en la vida de las personas que están alejadas de Dios o que practican actividades como el espiritismo. ¿Es realmente así o existen también otros modos a través de los cuales actúa el demonio?

–Hay mil maneras en que el demonio actúa. Desgraciadamente, en la sociedad actual, incluso en la Iglesia, se tiende a dar una visión disminuida de su influencia. Es una realidad que no se debe ignorar. Los matrimonios y los consagrados, por ejemplo, son los más afectados por la acción del demonio porque son los vértices del bien y los líderes que impulsan al resto de la sociedad hacia adelante.

Si rezas con amor, también puedes ayudar a tu hijo o a tu cónyuge. Cuando hablamos del valor de los sacramentos, del matrimonio, de los consagrados o de los sacerdotes, vemos que se reza poco por ellos. Todos somos rápidos para criticar, pero ellos son los más afectados porque lideran a toda la sociedad. Aunque a veces cometan errores, todos los señalan.

Don Gabriele decía que, en los últimos tiempos, ha habido un aumento notable de los casos de posesión. Nuestra sociedad ha alejado a Jesús de la vida de las personas. Existe un materialismo desmesurado, y muchas personas han perdido su sentido moral, buscando respuestas en magos y otras prácticas.

–En su opinión, ¿Cree que se puede exorcizar sin una fe profunda, o esta fe es indispensable en todo proceso de liberación?

–La fe es fundamental para la liberación y para actuar de manera complementaria al exorcista. La adoración al Santísimo, la Corona de la Divina Misericordia y el Santo Rosario son acciones importantes que dependen de la fe. Esto no significa que alguien que desee recibir tratamiento, como lo hacía el padre Gabriele, no pueda hacerlo si tiene otro tipo de creencias; sin embargo, para estar verdaderamente preparado, la fe es esencial. Lo primero es la confesión, ya que a menudo el diablo dice: «No me voy porque hay un pecado que no se ha confesado». Por lo tanto, la confesión es el primer paso.

–¿Hay posesiones que no se ven o que incluso podrían pasar desapercibidas en el día a día? ¿Ha habido algún caso que le haya impactado especialmente o haya cambiado su forma de ver su trabajo?

–La mayoría de las posesiones no son visibles. Casi todos los afectados son personas muy normales que, a menudo, no se dan cuenta de su situación hasta años después, ya que, por lo general, el demonio no se manifiesta de inmediato. Los casos que se reflejan en las películas son muy extraños y casi nunca ocurren. Por supuesto, hay situaciones en las que suceden, pero no con esa frecuencia ni de esa manera; son exageraciones.

Incluso la última película sobre el padre Amorth, El exorcista del Papa, fue criticada por medios del Vaticano, porque lo que se decía de él eran mentiras. Las grandes mentiras son utilizadas por el demonio para crear división entre las personas, a menudo entre quienes rezan, promoviendo pensamientos como «yo no he hecho nada» o «no es verdad».

La experiencia diaria, al ver tanto sufrimiento, me ha enseñado que se puede hacer un bien inmenso con una oración de liberación que, como solía decir don Gabriele, nunca ha hecho daño a nadie. Sin embargo, lo que observo es que no se están realizando como deberían, y si se hicieran, podrían establecer el reino de Dios en la Tierra.

Portada del libro 'Tú eres mi ruina' de suor Angela Musolesi

lunes, 30 de septiembre de 2024

Papa Francisco pide rezar en octubre «por una misión compartida entre sacerdotes, religiosos y laicos»

 * «Los laicos, los bautizados, están en la Iglesia en su propia casa, y tienen que cuidarla. Lo mismo que nosotros, los sacerdotes, los consagrados. Cada uno aportando lo que mejor sabe hacer. Somos corresponsables en la misión, participamos y vivimos en la comunión de la Iglesia»

30 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) ”Oremos para que la Iglesia siga apoyando por todos los medios un estilo de vida sinodal, bajo el signo de la corresponsabilidad, promoviendo la participación, la comunión y la misión compartida entre sacerdotes, religiosos y laicos ”, pide el Santo Padre en el  “Video del Papa” para el mes de octubre del 2024.

El Pontífice explica que “los sacerdotes no somos los jefes de los laicos, sino sus pastores. Jesús nos ha llamado a unos y a otros. No a unos por encima de los otros, ni a unos por un lado y a otros por el otro, sino complementándonos. Somos comunidad”. El texto completo de las palabras de Francisco en  “el Video del Papa” es el siguiente:

Todos los cristianos somos responsables de la misión de la Iglesia. Todos los sacerdotes. Todos.

Los sacerdotes no somos los jefes de los laicos, sino sus pastores. Jesús nos ha llamado a unos y a otros. No a unos por encima de los otros, ni a unos por un lado y a otros por el otro, sino complementándonos. Somos comunidad. Por eso debemos caminar juntos recorriendo el camino de la sinodalidad.

Claro, ustedes me pueden preguntar ¿qué puedo hacer yo, conductor de autobús?, ¿yo, campesina?, ¿o yo, pescador? Lo que tenemos que hacer todos: dar testimonio con nuestras vidas. Y corresponsabilizarnos de la misión de la Iglesia.

Los laicos, los bautizados, están en la Iglesia en su propia casa, y tienen que cuidarla. Lo mismo que nosotros, los sacerdotes, los consagrados. Cada uno aportando lo que mejor sabe hacer. Somos corresponsables en la misión, participamos y vivimos en la comunión de la Iglesia.

Oremos para que la Iglesia siga apoyando por todos los medios un estilo de vida sinodal, bajo el signo de la corresponsabilidad, promoviendo la participación, la comunión y la misión compartida entre sacerdotes, religiosos y laicos.

Francisco

Foto: Vatican Media, 30-9-2024

sábado, 7 de septiembre de 2024

Papa Francisco a consagrados y catequistas, en Papúa Nueva Guinea, 7-9-2024: «No estamos solos, es el Señor quien actúa en nuestra vocación, que es ser instrumentos de su gracia»


* «Sabéis que las tres actitudes más bellas son la cercanía, la compasión y la ternura. Si una mujer o un hombre consagrado, un sacerdote, un obispo, los diáconos no son cercanos, no son compasivos y no son tiernos, no tienen el Espíritu de Jesús. No lo olvidéis: cercanía, compasión, ternura… El tesoro más hermoso a los ojos del Padre somos nosotros, acurrucados en torno a Jesús, bajo el manto de María, unidos espiritualmente a todos los hermanos que el Señor nos ha confiado y que no pueden estar aquí, encendidos por el deseo de que el mundo entero conozca el Evangelio y comparta con nosotros su fuerza y su luz»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la alocución del Papa 

* «Lo dice San Pablo cuando nos recuerda que el crecimiento de lo que sembramos no es obra nuestra, sino del Señor (cf. 1 Co 3, 7), y lo enseña la Madre Iglesia cuando subraya que, incluso con nuestro esfuerzo, es Dios “quien hace venir su reino a la tierra” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Decr. Ad gentes, 42). Por tanto, sigamos evangelizando, con paciencia, sin dejarnos desanimar por las dificultades y las incomprensiones, incluso cuando éstas surgen donde menos desearíamos encontrarlas: en la familia, por ejemplo» 

7 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  El Papa Francisco, en su discurso a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas, en el Santuario María Auxiliadora, en Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, les ha dicho que sigan el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. "Si un consagrado, un sacerdote, un obispo, un siervo, un diácono no son cercanos, no son compasivos y no son tiernos, no tienen el Espíritu de Jesús…. Seguimos adelante, sin miedo -no sé si siempre-, sabiendo que no estamos solos, que es el Señor quien actúa, en nosotros y con nosotros haciéndonos instrumentos de su gracia. Esta es nuestra vocación: ser instrumentos”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Encuentro con los obispos de Papúa Nueva Guinea y de las Islas Salomón, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y catequistas

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Santuario de María Auxiliadora (Port Moresby)

Sábado, 7 de septiembre de 2024

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

Os saludo con afecto a todos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas. Agradezco al Presidente de la Conferencia Episcopal sus palabras, así como a Santiago, a Gracia, a sor Lorena y al padre Emmanuel sus testimonios.

Estoy feliz de estar aquí, en esta hermosa iglesia salesiana: los salesianos saben hacer bien las cosas. Enhorabuena. Este es un santuario diocesano dedicado a María Auxiliadora: María Auxiliadora -yo fui bautizado en la parroquia de María Auxiliadora de Buenos Aires-, título tan querido por San Juan Bosco; María Auxiliadora, como cariñosamente la invocáis aquí. Cuando, en 1844, la Virgen inspiró a Don Bosco la construcción de una iglesia en su honor en Turín, le hizo esta promesa: “Aquí está mi casa, desde aquí mi gloria”.

María le prometió que, si tenía el valor de empezar a construir aquel santuario, le llegarían grandes gracias. Y así sucedió: se construyó la iglesia, que es maravillosa -¡pero la de Buenos Aires es más hermosa! - y se ha convertido en un centro de irradiación del Evangelio, de formación de los jóvenes y de caridad, se ha convertido en un punto de referencia para tantas personas.

Así que el hermoso santuario en el que nos encontramos, que se inspira en esa historia, también puede ser un símbolo para nosotros, sobre todo en referencia a tres aspectos de nuestro camino cristiano y misionero, como han subrayado los testimonios que hemos escuchado: el coraje de comenzar, la belleza de existir y la esperanza de crecer.

Primero: el valor de empezar. Los constructores de esta iglesia comenzaron haciendo un gran acto de fe, que dio sus frutos, y que sólo fue posible gracias a otros muchos comienzos valientes, de quienes les precedieron. Los misioneros llegaron a este país a mediados del siglo XIX y los primeros pasos de su labor no fueron fáciles, de hecho algunos intentos fracasaron. Pero no se rindieron: con gran fe y celo apostólico siguieron predicando el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas, recomenzando muchas veces donde habían fracasado, con muchos sacrificios.


Nos lo recuerdan estas vidrieras -que ahora no se pueden ver porque es de noche- a través de las cuales la luz del sol nos sonríe en los rostros de los Santos y Beatos: mujeres y hombres de todas las procedencias, vinculados a la historia de vuestra comunidad: Pedro Chanel, protomártir de Oceanía, Juan Mazzucconi y Pedro To Rot, mártires de Nueva Guinea, y después Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, María McKillop, María Goretti, Laura Vicuña, Zeffirino Namuncurà, Francisco de Sales, Juan Bosco, María Dominica Mazzarello.

Todos hermanos y hermanas que, de modos diversos y en tiempos diferentes, comenzando y recomenzando tantas veces obras y caminos, han contribuido a llevar el Evangelio entre vosotros, con una riqueza multicolor de carismas, animados por el mismo Espíritu y la misma caridad de Cristo (cf. 1 Co 12, 4-7; 2 Co 5, 14). Es gracias a ellos, a sus “partidas” y “partidas de nuevo” - los misioneros son mujeres y hombres de “salida”, y si vuelven, de “salida de nuevo”: ésta es la vida del misionero, salir y salir-, es gracias a ellos que estamos aquí y que hoy, a pesar de los desafíos que no faltan, seguimos adelante, sin miedo -no sé si siempre-, sabiendo que no estamos solos, que es el Señor quien actúa, en nosotros y con nosotros (cf. Ga 2,20), haciéndonos, como a ellos, instrumentos de su gracia (cf. 1 Pe 4,10). Esta es nuestra vocación: ser instrumentos.

Y en este sentido, también a la luz de lo que hemos escuchado, quisiera recomendaros un camino importante hacia el que dirigir vuestras “salidas”: el de las periferias de este país. Pienso en las personas que pertenecen a los segmentos más pobres de las poblaciones urbanas, así como en las que viven en las zonas más remotas y abandonadas, donde a veces faltan las cosas necesarias. Y pienso también en los marginados y heridos, moral y físicamente, por los prejuicios y las supersticiones, a veces hasta el punto de arriesgar la vida, como nos recordaban Santiago y sor Lorena.

A estos hermanos y hermanas, la Iglesia quiere estarles particularmente cercana, porque en ellos Jesús está presente de un modo especial (cf. Mt 25, 31-40), y donde está Él, nuestra cabeza, allí estamos también nosotros, sus miembros, pertenecientes a un mismo cuerpo, “bien unidos y bien relacionados por la ayuda que nos prestan todas las coyunturas” (Ef 4, 16). Y, por favor, no lo olvidéis: ¡cercanía, cercanía! Ya sabéis que las tres actitudes más bellas son la cercanía, la compasión y la ternura. Si una mujer o un hombre consagrado, un sacerdote, un obispo, los diáconos no son cercanos, no son compasivos y no son tiernos, no tienen el Espíritu de Jesús. No lo olvidéis: cercanía, compasión, ternura.

Y esto nos lleva al segundo aspecto: la belleza de existir. Podemos verla simbolizada en las conchas kina, con las que está adornado el presbiterio de esta iglesia, y que son signo de prosperidad. Nos recuerdan que aquí el tesoro más hermoso a los ojos del Padre somos nosotros, acurrucados en torno a Jesús, bajo el manto de María, unidos espiritualmente a todos los hermanos que el Señor nos ha confiado y que no pueden estar aquí, encendidos por el deseo de que el mundo entero conozca el Evangelio y comparta con nosotros su fuerza y su luz.


James preguntó cómo transmitir el entusiasmo de la misión a los jóvenes. No creo que haya “técnicas” para ello. Sin embargo, una forma probada es cultivar y compartir con ellos nuestra alegría de ser Iglesia (cf. Benedicto XVI, Homilía en la Misa de Inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 de mayo de 2007), un hogar acogedor hecho de piedras vivas, elegidas y preciosas, colocadas por el Señor unas junto a otras y cimentadas por su amor (cf. 1 Pe 2, 4-5). Así, como nos recordó Grace, recordando la experiencia del Sínodo, estimándonos y respetándonos unos a otros y poniéndonos al servicio de los demás, podemos mostrarles a ellos y a cualquiera que se encuentre con nosotros lo hermoso que es seguir juntos a Jesús y anunciar su Evangelio.

La belleza de estar ahí, pues, no se experimenta tanto en los grandes acontecimientos y en los momentos de éxito, sino más bien en la fidelidad y el amor con los que nos esforzamos por crecer juntos cada día.

Y así llegamos al tercer y último aspecto: la esperanza de crecer. En esta Iglesia existe una interesante “catequesis en imágenes” del paso del Mar Rojo, con las figuras de Abraham, Isaac y Moisés: los Patriarcas fecundados por la fe, que por creer recibieron como don una descendencia numerosa (cf. Gn 15,5; 26,3-5; Ex 32,7-14). Y éste es un signo importante, porque nos anima también a nosotros, hoy, a tener confianza en la fecundidad de nuestro apostolado, continuando a sembrar pequeñas semillas de bien en los surcos del mundo.

Parecen minúsculas, como un grano de mostaza, pero si confiamos y no dejamos de esparcirlas, por la gracia de Dios brotarán, darán una cosecha abundante (cf. Mt 13, 3-9) y producirán árboles capaces de acoger a las aves del cielo (cf. Mc 4, 30-32). Lo dice San Pablo cuando nos recuerda que el crecimiento de lo que sembramos no es obra nuestra, sino del Señor (cf. 1 Co 3, 7), y lo enseña la Madre Iglesia cuando subraya que, incluso con nuestro esfuerzo, es Dios “quien hace venir su reino a la tierra” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Decr. Ad gentes, 42).

Por tanto, sigamos evangelizando, con paciencia, sin dejarnos desanimar por las dificultades y las incomprensiones, incluso cuando éstas surgen donde menos desearíamos encontrarlas: en la familia, por ejemplo, como hemos oído.

Queridos hermanos y hermanas, demos gracias juntos al Señor por cómo arraiga y se difunde el Evangelio en Papúa Nueva Guinea y en las Islas Salomón. Continuad así vuestra misión, como testigos del valor, la belleza y la esperanza. Y no olvidéis el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. ¡Seguid siempre adelante con este estilo del Señor! Os doy las gracias por lo que hacéis, os bendigo a todos de corazón y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí, porque lo necesito, ¡gracias!

Francisco


Fotos: Vatican Media, 7-9-2024

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Papa Francisco a consagrados y catequistas en Indonesia, 4-9-2024: «Anunciar el Evangelio no significa imponer la fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo»


* «Los invito a mantenerse siempre así: abiertos y amigos de todos —’tomados de la mano’-, profetas de comunión en un mundo donde, sin embargo, parecería que crece cada vez más la tendencia a dividirse, imponerse y provocarse mutuamente. Y sobre este punto, quiero decirles algo: ¿saben quién es el ser más divisor del mundo? El gran divisor, el que siempre divide, pero es Jesús quien une. El diablo es el que divide, así que ¡cuidado!»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la alocución del Papa 

* «La compasión no consiste en dar limosna a hermanos y hermanas necesitados mirándolos de arriba hacia abajo, desde la ‘torre’ de las propias seguridades y privilegios, sino al contrario, en hacernos cercanos unos a otros, despojándonos de todo lo que puede impedir inclinarnos para entrar realmente en contacto con quien está caído, y así levantarlo y .. y devolverle la esperanza. Y no sólo eso, significa además abrazar sus sueños y sus deseos de redención y de justicia, ocuparnos de ellos, ser sus promotores y cooperadores, involucrando también a los demás, extendiendo la “red” y las fronteras en un gran dinamismo comunicativo de caridad. Esto no significa ser comunista, sino que significa caridad, significa amor»


4 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  El Papa Francisco en su encuentro con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y catequistas en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Yakarta, Indonesia, ha reflexionó sobre el lema del viaje a ese país: Fe, Fraternidad y Compasión. “Anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo, siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona” ha dicho el Pontífice.

La compasión, señala Francisco, está muy vinculada con la fraternidad. La compasión, no es solamente dar limosna a hermanos y hermanas necesitados "mirándolos de arriba hacia abajo, desde la “torre” de las propias seguridades y privilegios, sino al contrario, en hacernos cercanos unos a otros, despojándonos de todo lo que puede impedir inclinarnos para entrar realmente en contacto con quien está caído, y así levantarlo y devolverle la esperanza.  

El Papa Francisco, antes de iniciar su alocución, ha improvisado para cerrar la intervención de una de las personas que han hablado ante él y asegura que “la Iglesia la llevan adelante los catequistas, son aquellos que avanzan. Luego, están las hermanas, después del catequista. Después los sacerdotes y obispos. Pero los catequistas son la fuerza de la Iglesia”. Asimismo, como en ocasiones pasadas, el Papa Francisco aseguró que “la fe se transmite en casa, en dialecto y las catequistas y la madres y abuelas llevan adelante esta fe”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:



Viaje apostólico a Indonesia

Encuentro con obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y catequistas en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción (Yakarta)

DISCURSO DEL SANTO PADRE

4 de septiembre de 2024

El Santo Padre toma la palabra tras escuchar algunos testimonios. Y pide a la catequista que acaba de terminar que permanezca un momento a su lado:

Contigo aquí frente a mí, me gustaría decirte algo.

La Iglesia -hay que pensarlo así- la Iglesia la llevan adelante los catequistas, son aquellos que avanzan. Luego, están las hermanas religiosas, después del catequista. Después los sacerdotes y obispos. Pero los catequistas son la fuerza de la Iglesia.

Una vez, en uno de sus viajes a África, un presidente de la República me dijo que había sido bautizado por su padre catequista. La fe se transmite en casa. La fe se transmite en dialecto. Y los catequistas, junto con las madres y las abuelas, llevan adelante esta fe. Doy muchas gracias a todos los catequistas: ¡son buenos, son muy buenos! ¡Gracias!


Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes.

Aquí hay cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas, laicos y niños, pero todos somos hermanos y hermanas. Los títulos del Papa, el cardenal y el obispo no son tan importantes, todos somos hermanos y hermanas. Cada uno tiene su propia tarea para hacer crecer al pueblo de Dios.

Saludo al cardenal, a los obispos, a los sacerdotes y diáconos, a las consagradas y consagrados, a los seminaristas y a los catequistas presentes. Agradezco al Presidente de la Conferencia Episcopal sus palabras, así como también a los hermanos y hermanas que han compartido sus testimonios con nosotros.

Como ya se ha mencionado, el lema elegido para esta Visita apostólica es “Fe, fraternidad, compasión”. Pienso que son tres virtudes que expresan bien tanto vuestro camino de Iglesia como vuestro carácter en cuanto pueblo, étnica y culturalmente bien diversificado, pero al mismo tiempo caracterizado por una innata tendencia hacia la unidad y la convivencia pacífica, como testimonian los principios tradicionales de la Pancasila. Por eso, quisiera reflexionar con ustedes sobre estas tres palabras.

La primera es fe. Indonesia es un país grande, con abundantes recursos naturales, sobre todo en flora, fauna, recursos energéticos y materia prima, entre otros. Si se considera superficialmente, una gran riqueza como esta podría convertirse en motivo de orgullo o arrogancia, pero, si la vemos con una mente y un corazón abiertos, esta riqueza puede en cambio recordarnos a Dios, su presencia en el cosmos y en nuestra vida, como nos enseña la Sagrada Escritura (cf. Gn 1; Si 42,15-43,33). Es el Señor, en efecto, quien nos da todo esto. No hay un centímetro del maravilloso territorio indonesio, ni un instante de la vida de cada uno de sus millones de habitantes que no sea don suyo, signo de su amor gratuito y providente de Padre. Y mirar todo esto con humildes ojos de hijos nos ayuda a creer, a reconocernos pequeños y amados (cf. Sal 8), y a cultivar sentimientos de gratitud y responsabilidad.

Agnes nos ha hablado de esto, a propósito de nuestra relación con la creación y con los hermanos, especialmente los más necesitados, a vivir con un estilo personal y comunitario caracterizado por el respeto, el civismo y la humanidad; con sobriedad y caridad franciscana.


Después de la fe, la segunda palabra del lema es fraternidad. Una poetisa del siglo pasado usó una expresión muy hermosa para describir esta actitud; escribió que ser hermanos quiere decir amarse reconociéndose «diferentes cual dos gotas de agua». Y es justo así. No hay dos gotas de agua iguales, ni hay dos hermanos, ni siquiera gemelos, completamente idénticos. Vivir la fraternidad, entonces, significa acogerse mutuamente reconociéndose iguales en la diversidad.

También esto es un valor estimado en la tradición de la Iglesia indonesia, y se manifiesta en la apertura con la que esta se relaciona con las diferentes realidades que la componen y la rodean, tanto en el ámbito cultural, étnico, social y religioso, como valorando el aporte de todos y ofreciendo generosamente el suyo en cada contexto. Este aspecto es importante, porque anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo (cf. 1 P 3,15-17), siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona. Y en esto los invito a mantenerse siempre así: abiertos y amigos de todos —“tomados de la mano”, como dijo don Maxi— profetas de comunión en un mundo donde, sin embargo, parecería que crece cada vez más la tendencia a dividirse, imponerse y provocarse mutuamente (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67).

Y sobre este punto, quiero decirles algo: ¿saben quién es el ser más divisor del mundo? El gran divisor, el que siempre divide, pero es Jesús quien une. El diablo es el que divide, así que ¡cuidado!

Es importante que intentemos llegar a todos, como nos recordó sor Rina, con el deseo de poder traducir en Bahasa Indonesia, no sólo los textos de la Palabra de Dios, sino también las enseñanzas de la Iglesia, para que lleguen al mayor número de personas posible. Y lo señaló también Nicholas, describiendo la misión del catequista con la imagen de un “puente” que une. Esto me llamó la atención, y me hizo pensar en el maravilloso espectáculo que sería, en el gran archipiélago indonesio, la presencia de miles de “puentes del corazón” que unen a todas las islas, y aún más, en millones de esos “puentes” que unen a todas las personas que las habitan. Hay otra hermosa imagen de la fraternidad: un bordado inmenso de hilos de amor que atraviesan el mar, superan las barreras y abrazan todo tipo de diversidad, haciendo de todos «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). ¡Es el lenguaje del corazón, no lo olviden!

Y llegamos a la tercera palabra: compasión, que está muy vinculada con la fraternidad. Como sabemos, en efecto, la compasión no consiste en dar limosna a hermanos y hermanas necesitados mirándolos de arriba hacia abajo, desde la “torre” de las propias seguridades y privilegios, sino al contrario, en hacernos cercanos unos a otros, despojándonos de todo lo que puede impedir inclinarnos para entrar realmente en contacto con quien está caído, y así levantarlo y .. y devolverle la esperanza (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 70). Y no sólo eso, significa además abrazar sus sueños y sus deseos de redención y de justicia, ocuparnos de ellos, ser sus promotores y cooperadores, involucrando también a los demás, extendiendo la “red” y las fronteras en un gran dinamismo comunicativo de caridad (cf. ibíd., 203). Esto no significa ser comunista, sino que significa caridad, significa amor.

Hay quienes le temen a la compasión, porque la consideran una debilidad. En cambio, exaltan, como si fuera una virtud, la astucia de los que sirven a sus propios intereses, manteniéndose distantes de los demás, sin dejarse “tocar” por nada ni por nadie, creyendo que así son más lúcidos y libres para lograr sus objetivos.


Recuerdo con tristeza a una persona muy rica de Buenos Aires, que siempre tenía el hábito de acumular, y acumular, cada vez más dinero. Murió dejando una gran herencia. La gente bromeaba diciendo: "Pobre hombre, ¡no le pudieron cerrar el ataúd!". Quería llevarse todo, pero no se llevó nada. Puede hacernos reír, pero no olviden que ¡el diablo entra por los bolsillos, siempre! Aferrarse a las riquezas como seguridad es una manera incorrecta de ver la realidad. Lo que mueve al mundo no son los cálculos del interés propio, que generalmente terminan destruyendo la creación y dividiendo a las comunidades, sino la caridad ofrecida a los demás. Esto es lo que nos hace avanzar: la caridad que se da a sí misma. La compasión no nubla la verdadera visión de la vida. Al contrario, nos hace ver mejor las cosas, a la luz del amor, y verlas con más claridad con los ojos del corazón. Me gustaría repetirlo: por favor, ¡cuidado, y no olviden que el diablo entra por los bolsillos!

A este respecto, me parece que el portal de esta catedral, en su arquitectura, resume muy bien lo que hemos dicho, en clave mariana. Este, en efecto, está sostenido, en el centro del arco ojival, por una columna sobre la que está colocada una estatua de la Virgen María. Nos muestra así a la Madre de Dios ante todo como modelo de fe, mientras simbólicamente sostiene, con su pequeño “sí” (cf. Lc 1,38), todo el edificio de la Iglesia. Su cuerpo frágil, apoyado en la columna, en la roca que es Cristo, parece llevar con Él sobre sí el peso de toda la construcción, como diciendo que esta obra, fruto del trabajo y del ingenio del hombre, no puede sostenerse sola. María aparece luego como imagen de fraternidad, en el gesto de acoger, en medio del pórtico principal, a todos los que quieren entrar. Y, por último, María es también icono de compasión, en su velar y proteger al pueblo de Dios que, con las alegrías y los dolores, las fatigas y las esperanzas, se congrega en la casa del Padre.

Queridos hermanos y hermanas, me gustaría concluir esta reflexión retomando lo que san Juan Pablo II manifestó al visitar este lugar hace algunas décadas, dirigiéndose precisamente a los sacerdotes y religiosos. Citaba el versículo del salmo: «Laetentur insulae multae» – «Regocíjense las islas incontables» (Sal 96,1) e invitaba a sus oyentes a hacerlo «testimoniando la alegría de la Resurrección y dando la [...] vida, de modo que también las islas más lejanas puedan “regocijarse” escuchando el Evangelio, del que vosotros sois predicadores, maestros y testigos» (Encuentro con los obispos, el clero y los religiosos de Indonesia, Yakarta, 10 de octubre de 1989).

Yo también renuevo esta exhortación, y los animo a seguir su misión fortalecidos en la fe, abiertos a todos en la fraternidad y cercanos a cada uno en la compasión. Fuertes en la fe, abiertos para acoger a todos. ¡Qué hermosa es aquella parábola del Evangelio en la que los invitados a la boda no querían acudir! ¿Qué hizo el Señor? ¿Se amargó? No, envió a sus servidores y les dijo que fueran a los cruces de los caminos para invitar a todos. Con ese mismo estilo tan hermoso, sigan adelante con fraternidad, con compasión y con unidad. Pienso en las muchas islas de aquí, tantas islas, y el Señor les dice a ustedes, buenas personas, “a todos, a todos”. De hecho, el Señor dice “¡buenos y malos!”, ¡a todos!

Renuevo esta exhortación y los animo a continuar su misión: fuertes en la fe, abiertos a todos en la fraternidad y cercanos a los demás en la compasión. Fe, fraternidad y compasión. Les dejo estas tres palabras, y ustedes podrán reflexionar más tarde sobre ellas. Fe, fraternidad y compasión. Los bendigo y les agradezco por tantas cosas buenas que hacen cada día en todas estas hermosas islas. Rezaré por ustedes y les pido, por favor, que recen por mí. Tengan cuidado con una cosa: ¡recen por, no en contra! ¡Gracias!

Francisco

Fotos: Vatican Media, 4-9-2024