* «Los médicos y enfermeros han hecho un esfuerzo sobrehumano. Han sido «el buen samaritano». Su profesión es ontológicamente evangélica, hasta dar la vida. Hemos visto en ellos una dedicación total, extenuante y en condiciones muy duras: vestidos con los trajes de protección, sudando, sin poder ir al baño y con las mascarillas… También se han enfrentado a elecciones dificilísimas como encontrarse con dos pacientes y una sola cama disponible. A mí lo que me sorprende es que, apenas hemos aplacado la fase más cruenta, la gente ya se ha olvidado de esto. Temo que parte de la población no haya entendido lo que ha pasado»
* «Estamos viendo cientos de tumbas excavadas en la tierra. Y esto ya no nos causa impresión. El coronavirus es un problema planetario… El primer efecto de esta pandemia es habernos dado cuenta de que hemos sido demasiado individualistas. Pensábamos: «¿A mí me va bien?, pues ya está». Pero nos debe ir bien a todos, si no, no se puede decir que las cosas vayan bien. Creo que la pregunta justa es «¿dónde estaba el ser humano?». Vuelvo a aquellas palabras del Papa Francisco en la plaza de San Pedro el 27 de marzo: “En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”»