Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

miércoles, 2 de octubre de 2024

Papa Francisco en homilía de Apertura del Sínodo de los Obispos, 2-10-2024: 29-9-2024: «Con la ayuda del Espíritu Santo, escuchar y comprender las voces, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia»


* «Reemprendamos este camino eclesial con la mirada puesta en el mundo, porque la comunidad cristiana está siempre al servicio de la humanidad, para anunciar a todos la alegría del Evangelio. Hoy es más que nunca necesario, especialmente en esta hora dramática de nuestra historia, mientras los vientos de la guerra y los fuegos de la violencia siguen devastando pueblos y naciones enteras. Para invocar por la intercesión de María Santísima el don de la paz, el próximo domingo iré a la Basílica de Santa María la Mayor, donde rezaré el Santo Rosario y presentaré a la Virgen una sincera súplica. Si es posible, les pido también a ustedes, miembros del Sínodo, que me acompañen en esa ocasión. Y al día siguiente, 7 de octubre, pido a todos que vivan una jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo. Caminemos juntos. Pongámonos a la escucha del Señor. Y dejémonos conducir por la brisa del Espíritu»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Las soluciones a los problemas que se nos plantean no las tenemos nosotros, sino Dios, y recordémonos que en el desierto no se bromea; si uno no presta atención al guía, presumiendo de autosuficiencia, puede morir de hambre y de sed, arrastrando consigo a los demás. Escuchemos, pues, la voz de Dios y de su ángel, si de verdad queremos continuar nuestro camino con seguridad, más allá de los límites y las dificultades» 

2 de octubre de 2024.- (Camino Católico)  En la Plaza de San Pedro abarrotada de fieles, Francisco ha presidido la Misa de apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad y en su homilía ha invitado a todos los que se implicarán en los trabajos, que durarán hasta el 27 de octubre, a escucharse, a no encerrarse en las propias convicciones y a saber sacrificar lo particular, si es necesario, por el bien común: ”Se trata, con la ayuda del Espíritu Santo, de escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:


APERTURA DE LA ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS


SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS - SANTA MISA


CAPILLA PAPAL


HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO


Plaza de San Pedro

Domingo, 2 de octubre de 2024

Hoy celebramos la memoria litúrgica de los santos Ángeles Custodios, y retomamos la sesión plenaria del Sínodo de los Obispos. En escucha de lo que nos sugiere la Palabra de Dios, podríamos como punto de partida para nuestra reflexión tomar tres imágenes: la voz, el refugio y el niño.

Primero, la voz. En el camino hacia la Tierra prometida, Dios aconseja al pueblo que escuche la “voz del ángel” que Él ha enviado (cf. Ex 23,20-22). Es una imagen que nos toca de cerca, porque el Sínodo es también un viaje en el que el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, animados por nuestra misma fe, impulsados por el mismo deseo de santidad para que, con ellos y por ellos, tratemos de comprender qué camino seguir para llegar adonde Él quiere llevarnos. Pero, ¿cómo podemos, nosotros, ponernos a la escucha de la “voz del ángel”?

Un camino es ciertamente el de acercarse con respeto y atención, en la oración y a la luz de la Palabra de Dios, a todas las aportaciones recopiladas a lo largo de estos tres años de trabajo, de mutuo intercambio, de debates y de paciente esfuerzo de purificación de la mente y del corazón. Se trata, con la ayuda del Espíritu Santo, de escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia (cf. Renato Corti, ¿Cuál sacerdote?, Apuntes inéditos). Como hemos recordado repetidamente, la nuestra no es una asamblea parlamentaria, sino un lugar de escucha en la comunión, donde, como dice san Gregorio Magno, lo que alguien tiene en sí parcialmente, lo posee de modo completo otro, y aunque algunos tengan dones particulares, todo pertenece a los hermanos en la “caridad del Espíritu” (cf. Homilías sobre los Evangelios, XXXIV).

Para que esto suceda hay una condición: que nos liberemos de lo que, en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la “caridad del Espíritu” crear armonía en la diversidad. Quien, con arrogancia, presume y pretende tener el derecho exclusivo sobre la voz del Señor, no es capaz de escucharla (cf. Mc 9,38-39). Toda palabra ha de ser acogida con gratitud y con sencillez, para convertirse en eco de lo que Dios ha donado en beneficio de los hermanos (cf. Mt 10,7-8). En concreto, cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer, sino ofrezcámoslas como dones para compartir, dispuestos incluso a sacrificar lo que es particular, si ello puede servir para hacer surgir, juntos, algo nuevo según el plan de Dios. De lo contrario, acabaremos encerrándonos en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de “llevar agua a su molino” sin escuchar a los demás y, sobre todo, sin escuchar la voz del Señor.

Las soluciones a los problemas que se nos plantean no las tenemos nosotros, sino Él (cf. Jn 14,6), y recordémonos que en el desierto no se bromea; si uno no presta atención al guía, presumiendo de autosuficiencia, puede morir de hambre y de sed, arrastrando consigo a los demás. Escuchemos, pues, la voz de Dios y de su ángel, si de verdad queremos continuar nuestro camino con seguridad, más allá de los límites y las dificultades (cf. Sal 23,4).


Esto nos lleva a la segunda imagen, el refugio. Su símbolo son las alas que protegen: «hallarás un refugio bajo sus alas» (Sal 91,4). Las alas son instrumentos poderosos, capaces de levantar un cuerpo del suelo con sus vigorosos movimientos. Pero, aun siendo tan fuertes, también pueden plegarse y estrecharse, convirtiéndose en escudo y nido acogedor para las crías, necesitadas de calor y protección.

Esta imagen es un símbolo de lo que Dios hace por nosotros, pero también un modelo a seguir, especialmente en este tiempo de asamblea. Entre nosotros, queridos hermanos y hermanas, hay muchas personas fuertes, bien preparadas, capaces de elevarse a las alturas con movimientos vigorosos de reflexión y brillantes intuiciones. Todo esto es una riqueza que nos estimula, nos empuja, nos obliga con frecuencia a pensar más abiertamente y a avanzar con decisión; además, que nos ayuda a permanecer firmes en la fe, incluso ante los desafíos y las dificultades. El corazón abierto, el corazón en diálogo. Un corazón cerrado en sus convicciones no es propio del Espíritu del Señor. El abrirse es un don, un don que debe armonizarse, en el momento oportuno, con la capacidad de relajar los músculos e inclinarse, para ofrecernos los unos a los otros como abrazo acogedor y lugar de cobijo, y ser, como decía san Pablo VI, «una casa […] de hermanos,un taller de intensa actividad, un cenáculo de ardiente espiritualidad» (Discurso al Consejo de Presidencia de la C.E.I., 9 mayo 1974).

Todos, aquí, se sentirán libres de expresarse tanto más espontánea y libremente cuanto más perciban a su alrededor la presencia de amigos que los quieren y respetan, los aprecian y desean escuchar lo que tienen que decir.

Y para nosotros ésta no es sólo una técnica para “facilitar” —es verdad que en el Sínodo hay “facilitadores”, esto ayuda a  avanzar—, pero no es sólo una técnica para facilitar el diálogo o una dinámica de comunicación de grupo, porque abrazar, proteger y cuidar forma parte, de hecho, de la naturaleza misma de la Iglesia. Abrazar, proteger y cuidar. La Iglesia es por su misma vocación lugar de acogida y encuentro, donde «la caridad colegial exige una perfecta armonía, de la que deriva su fuerza moral, su belleza espiritual, su ejemplaridad» (ibíd.). Esa palabra es muy importante, la “armonía”. No hay [que ver] mayorías ni minorías; esto puede ser un primer paso. Lo que importa, lo fundamental es la armonía. La armonía que sólo puede generar el Espíritu Santo. Él es el maestro de la armonía, quien de muchas diferencias, de muchas voces distintas, es capaz de crear una sola voz. Pensemos en la mañana de Pentecostés, cómo el Espíritu Santo creó esa armonía en la diversidad. La Iglesia necesita “lugares pacíficos y abiertos”, que se creen ante todo en los corazones, donde cada uno se sienta acogido como un niño en brazos de su madre (cf. Is 49,15; 66,13) y como una criatura alzada contra la mejilla de su padre (cf. Os 11,4; Sal 103,13).

Y así llegamos a la tercera imagen, la del niño. Es Jesús mismo, en el Evangelio, quien “lo pone en medio” de los discípulos, se lo muestra, invitándolos a convertirse y a hacerse pequeños como él. Le habían preguntado quién era el más grande en el reino de los cielos; Él responde animándolos a hacerse pequeños como un niño. Pero no sólo eso; añade también que quien recibe a un niño en su nombre, lo recibe a Él mismo (cf. Mt 18,1-5).

Esta paradoja es fundamental para nosotros. El Sínodo, dada su importancia, en cierto sentido nos pide ser “grandes” ―de mente, de corazón, de mirada―, porque las cuestiones a tratar son “grandes” y delicadas, y los escenarios en que se sitúan son amplios, universales. Pero precisamente por eso, no podemos permitirnos apartar la mirada del niño, a quien Jesús sigue colocando en el centro de nuestras reuniones y mesas de trabajo, para recordarnos que la única manera de estar “a la altura” de la tarea que se nos ha confiado es abajándonos, haciéndonos pequeños y acogiéndonos recíprocamente, con humildad, como tales. El más alto en la Iglesia es el que más se abaja.

Recordémonos que es haciéndonos pequeños cómo Dios nos «demuestra cuál es la verdadera grandeza, más aún, qué quiere decir ser Dios» (Benedicto XVI, Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor, 11 enero 2009). No es casualidad que Jesús diga que los ángeles de los niños «en el cielo están constantemente en presencia [del] Padre celestial» (Mt 18,10); es decir, que los ángeles son como un “telescopio” del amor del Padre.

Hermanos y hermanas, reemprendamos este camino eclesial con la mirada puesta en el mundo, porque la comunidad cristiana está siempre al servicio de la humanidad, para anunciar a todos la alegría del Evangelio. Hoy es más que nunca necesario, especialmente en esta hora dramática de nuestra historia, mientras los vientos de la guerra y los fuegos de la violencia siguen devastando pueblos y naciones enteras.

Para invocar por la intercesión de María Santísima el don de la paz, el próximo domingo iré a la Basílica de Santa María la Mayor, donde rezaré el Santo Rosario y presentaré a la Virgen una sincera súplica. Si es posible, les pido también a ustedes, miembros del Sínodo, que me acompañen en esa ocasión.

Y al día siguiente, 7 de octubre, pido a todos que vivan una jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo.

Caminemos juntos. Pongámonos a la escucha del Señor. Y dejémonos conducir por la brisa del Espíritu.


Francisco

Fotos: Vatican Media, 2-10-2024

Santa Misa, presidida por el Papa Francisco, de Apertura del Sínodo de los Obispos, Santos Ángeles custodios, 2-10-2024

Fotos: Vatican Media, 2-10-2024

2 de octubre de 2024.- (Camino Católico)  En el día en el que la Iglesia Católica celebra a los Santos Ángeles Custodios, el Papa Francisco ha presidido a las 9.00 hora local la Misa de inauguración de la segunda sesión de la asamblea del Sínodo de la Sinodalidad ante los participantes y fieles que les escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.

En su homilía, el Pontífice ha definido el Sínodo como “un viaje en el que el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, animados por  nuestra misma fe, impulsados por el mismo deseo de santidad para que, con ellos y por ellos, tratemos de comprender qué camino seguir para llegar adonde Él quiere llevarnos”. 

En este sentido, destaca que se trata de un camino para “acercarse con respeto y atención, en la oración y a la luz de la Palabra de Dios, a todas las aportaciones recopiladas a lo largo de estos tres años de intenso trabajo”. Con la ayuda y la fuerza del Espíritu Santo, continúa el Papa Francisco , se trata de “escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia”. Remarca, como en ocasiones pasadas, que no se trata de “una asamblea parlamentaria”, sino “un lugar de escucha en la comunión”.

Para que esto suceda, invitó a los participantes a liberarse de aquello que, “en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la caridad del Espíritu crear armonía en la diversidad”.

Francisco, al final de la homilía ha convocado una jornada de oración y ayuno de comidas para pedir el don de la paz el próximo lunes, primer aniversario del brutal ataque de Hamás a Israel. Y anuncia una visita el día anterior, 6 de octubre, a Santa María la Mayor para rezar el Rosario y rezar a la Virgen, pidiendo la participación de todos los miembros del Sínodo.

Los Ángeles de la guarda - Película de Dibujos animados


Camino Católico.- “Los Ángeles de la guarda” es el capítulo de la serie “Mi ratito con Jesús” en dibujos animados de la EWTN, que versa sobre los ángeles custodios.


Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Misa de hoy, miércoles, Santos Ángeles Custodios, 2-10-2024

2 de octubre de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, Santos Ángeles Custodios, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, miércoles, Santos Ángeles Custodios, 2-10-2024

2 de octubre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, Santos Ángeles Custodios, presidida por el P. Jesús Luis Sacristán, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Palabra de Vida 2/10/2024: «Sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 2 de octubre de 2024, miércoles de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, Santos Ángeles Custodios, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Mateo 18, 1-5.10:

En una ocasión se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron:

 «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». 

Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: 

«Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 2-10-2024

2 de octubre de 2024.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Oración al Santo Ángel Custodio pidiendo escuchar su mensaje y ponerlo por obra

Camino Católico.-  Cada 1 de octubre celebramos la fiesta de los Santos Ángeles Custodios. 

En la Biblia la palabra Ángel significa "Mensajero", un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos. 

En el Antigua Testamento, dice en Exodo 23, 20-23a: “Así habla el Señor: «Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti.»”

En el siglo II el gran sabio Orígenes señalaba que "los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja".

En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: "Será su ángel" (Hechos 12, 15).

También, dice en Mateo 18,10: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”.

San Basilio afirmaba: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv, Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S. Th., I, q. 11, a. 3).

Muchos santos han dado testimonio de una bella relación con sus ángeles custodios: Sta. Francisca Romana veía a su ángel custodio.

En el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: "Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custódiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen”.

Y en el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.

Pidamos al ángel custodio que nos dé la gracia de poder escuchar su mensaje y ponerlo por obra en cada situación, con la siguiente oración:

Ángel santo de la guarda,

compañero de mi vida,

tú que nunca me abandonas,

ni de noche ni de día.


Aunque espíritu invisible,

sé que te hallas a mi lado,

escuchas mis oraciones

y cuentas todos mis pasos.


En las sombras de la noche,

me defiendes del demonio,

tendiendo sobre mi pecho

tus alas de nácar y oro.


Ángel de Dios, que yo escuche

tu mensaje y que lo siga,

que vaya siempre contigo

hacia Dios, que me lo envía.


Testigo de lo invisible,

presencia del cielo amiga,

gracias por tu fiel custodia,

gracias por tu compañía.


En presencia de los ángeles,

suba al cielo nuestro canto:

gloria al Padre, gloria al Hijo,

gloria al Espíritu Santo. Amén.


(Himno de la Liturgia de las Horas)

La más conocida de las oraciones que rezan los niños al ángel custodio



Oración del Padre Pio al ángel custodio

Oración de San Macario, el egipcio, al ángel custodio



Los ángeles son seres espirituales que sirven a Dios y a los hombres, encomiéndate a ellos pidiendo su ayuda e intercesión / Por P. Carlos García Malo

 


martes, 1 de octubre de 2024

Papa Francisco en Vigilia Penitencial del Sínodo, 1-10-2024: «Padre, te pedimos perdón por todos nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado por nuestra infidelidad»

* «El pecado es siempre una herida en las relaciones, en la relación con Dios y en la relación con los hermanos y hermanas. Hermanas, hermanos, nadie se salva solo, pero es cierto que el pecado de uno produce efectos sobre muchos y del mismo modo como todo está conectado en el bien, también está conectado en el mal. La Iglesia es en su esencia una Iglesia de fe y de anuncio siempre relacional, y sólo curando las relaciones enfermas podemos llegar a ser Iglesia sinodal»

 Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News en español, con la reflexión y oración del Papa 

* «¿Cómo podemos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos inclinamos a curar las heridas que hemos causado con nuestros pecados? Y la sanación de la herida comienza con la confesión del pecado que hemos cometido. Y hoy todos nosotros somos como el publicano, tenemos o queremos tener los ojos bajos y sentimos, queremos sentir vergüenza por nuestros pecados. Como él, nos quedamos en el último lugar, liberando el espacio ocupado por la presunción, la hipocresía y el orgullo. Digámoslo también nosotros obispos, sacerdotes, consagradas, consagrados: liberando el espacio ocupado por la presunción, por la hipocresía y por el orgullo. No podríamos invocar el nombre de Dios sin pedir perdón a los hermanos y hermanas»

 

1 de octubre de 2024.- (Camino Católico) "Somos aquí mendigos de la misericordia del Padre". Con este espíritu, enfatizado por el Papa Francisco en su reflexión, se ha celebrado, este martes 1 de octubre por la tarde, la vigilia penitencial en la Basílica de San Pedro a pocas horas de la apertura de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con la asistencia de unas 2500 personas. “Oh Padre, te pedimos perdón por todos nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado por nuestra infidelidad. Pedimos perdón, sintiendo vergüenza, a quienes han sido heridos por nuestros pecados”, ha rezado el Santo Padre. En el vídeo de Vatican News se escucha y visualiza toda la reflexión y oración del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:

Vigilia Penitencial previa al Sínodo de los obispos

REFLEXIÓN DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro, Altar de la Confesión

Martes, 1 de octubre de 2024

Queridos hermanos y hermanas:


Como nos recuerda el Sirácida, «la súplica del pobre atraviesa las nubes» (Si 35,17).

Nosotros estamos aquí mendigando la misericordia del Padre, pidiendo perdón.

La Iglesia es siempre Iglesia de los pobres en espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo la Iglesia de los justos y de los santos, más aún de los justos y de los santos que se reconocen pobres y pecadores.

He querido escribir las peticiones de perdón que han sido leídas por algunos cardenales, porque era necesario llamar por nombre y apellido a nuestros principales pecados. Y nosotros los escondemos o los decimos con palabras muy refinadas.

El pecado es siempre una herida en las relaciones, en la relación con Dios y en la relación con los hermanos y hermanas. Hermanas, hermanos, nadie se salva solo, pero es cierto que el pecado de uno produce efectos sobre muchos y del mismo modo como todo está conectado en el bien, también está conectado en el mal.


La Iglesia es en su esencia una Iglesia de fe y de anuncio siempre relacional, y sólo curando las relaciones enfermas podemos llegar a ser Iglesia sinodal. ¿Cómo podemos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos inclinamos a curar las heridas que hemos causado con nuestros pecados?

Y la sanación de la herida comienza con la confesión del pecado que hemos cometido.

La parábola del evangelio de Lucas que hemos escuchado nos presenta a dos hombres, un fariseo y un publicano, que van al templo para orar. Uno está de pie, con la frente alta, el otro se queda atrás, con los ojos bajos.

El fariseo llena la escena con su estatura atrayendo las miradas e imponiéndose como modelo. De esta manera presume de orar, pero en realidad se está exaltando a sí mismo para enmascarar, con su efímera seguridad, sus debilidades. ¿Qué espera de Dios? Espera un premio por sus méritos, y de esta manera se priva de la sorpresa de la gratuidad de la salvación, fabricándose un dios que no podría hacer otra cosa que firmar un certificado de presunta perfección. Un hombre cerrado a la sorpresa, cerrado a todas las sorpresas. Está totalmente encerrado en sí mismo, cerrado a la gran sorpresa de la misericordia. Su ego no da espacio a nada ni a nadie, ni siquiera a Dios.

 ¿Cuántas veces en la Iglesia nos comportamos de esta manera? ¿Cuántas veces también nosotros hemos ocupado todo el espacio, con nuestras palabras, nuestros juicios, nuestros títulos, la convicción de tener solamente méritos? Y de esta manera se perpetúa lo que sucedió cuando José y María, llevando al Hijo de Dios en su vientre, llamaban a las puertas de la hospitalidad. Jesús nacerá en un pesebre porque, como nos dice el Evangelio, «no había lugar para ellos en el albergue» (Lc 2,7).

Y hoy todos nosotros somos como el publicano, tenemos o queremos tener los ojos bajos y sentimos, queremos sentir vergüenza por nuestros pecados. Como él, nos quedamos en el último lugar, liberando el espacio ocupado por la presunción, la hipocresía y el orgullo. Digámoslo también nosotros obispos, sacerdotes, consagradas, consagrados: liberando el espacio ocupado por la presunción, por la hipocresía y por el orgullo.

No podríamos invocar el nombre de Dios sin pedir perdón a los hermanos y hermanas, a la tierra y a todas las criaturas.


Comenzamos esta etapa del Sínodo, ¿y cómo podríamos ser Iglesia sinodal sin reconciliación? ¿Cómo podríamos afirmar que queremos caminar juntos sin recibir y dar el perdón que restablece la comunión en Cristo? El perdón, pedido y ofrecido, genera una nueva concordia en la que las diferencias no se oponen, y el lobo y el cordero son capaces de vivir juntos (cf. Is 11,6). ¡Valiente ejemplo el de Isaías!

Ante el mal y el sufrimiento inocente nos preguntamos: ¿dónde estás, Señor? Pero la pregunta nos la debemos plantear a nosotros mismos, interrogándonos sobre las responsabilidades que tenemos cuando no conseguimos detener el mal con el bien. No podemos pretender resolver los conflictos alimentando la violencia que se hace cada vez más atroz, redimirnos provocando dolor, salvarnos con la muerte del otro. ¿Cómo podemos perseguir una felicidad pagada a precio de la infelicidad de los hermanos y hermanas?

Y esto es para todos, para todos: laicas, laicos, consagradas, consagrados, para todos. En vísperas del inicio de la Asamblea del Sínodo, la confesión es una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados, y para comenzar a sanar las heridas que no dejan de sangrar, rompiendo «las cadenas injustas» (Is 58,6).

Lo decimos en la oración del Adsumus con la que mañana introduciremos la celebración del Sínodo: «Estamos aquí oprimidos por la enormidad de nuestro pecado». Y no queremos que este peso frene el camino del Reino de Dios en la historia.

Nosotros hemos hecho nuestra parte, incluso hemos cometido errores. Seguimos en la misión con nuestras pobres fuerzas. Pero ahora nos dirigimos a ustedes jóvenes que esperan de nosotros la entrega del relevo, pidiéndoles perdón si no hemos sido testigos creíbles.

Y hoy en la memoria litúrgica de santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, supliquemos su intercesión.

[Breve pausa de silencio. Luego, todos puestos en pie inclinan la cabeza.

El Santo Padre concluye con una oración:]

Oh Padre, estamos aquí reunidos conscientes de que necesitamos tu mirada de amor. Tenemos las manos vacías, sólo podemos recibir lo que tú nos das. Te pedimos perdón por nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado con nuestra infidelidad. Pedimos perdón, avergonzándonos, a aquellos que han sido heridos por nuestros pecados.

Danos el valor de tener un sincero arrepentimiento para llegar a la conversión.

Te lo pedimos invocando al Espíritu Santo para que llene de su gracia los corazones que has creado, en Cristo Jesús nuestro Señor.

Todos pedimos perdón, todos somos pecadores, pero todos tenemos la esperanza de tu amor, Señor. Amén.

Francisco

Fotos: Vatican Media, 1-10-2024