* “Todos pedíamos un milagro, pedíamos su curación, y lo hicimos con fuerza hasta el final. Pero el Señor estaba transformando la vida de Mario a un nivel más profundo. “Ya entiendo”, me dijo un día: “¡El milagro es que Dios me ha salvado!” Marito se había unido aún más a Dios, abrazando su cruz. Y esa unión con Dios fue para él, el verdadero proceso de curación”
* “Marito no sufrió en vano, su dolor fue muy fecundo, ha sido fuente de innumerables bendiciones para mí, para mis hijos y para muchos otros. “No hay cristianismo sin cruz”, me repetía muchas veces. “Todo con alegría”, me enseñaba; alegría profunda que inunda el corazón, en medio de un dolor que desgarra”
No hay comentarios:
Publicar un comentario