"No lo pensé ni un segundo, Giorgio debía estar en su casa. La habíamos acondicionado para ello y a él le habíamos atendido cada día de cada mes de cada año con el mismo cariño, aunque no hubiese reacciones aparentes. Jamás he llorado y ni siquiera me he preguntado por qué nos sucedió a nosotros. Sólo he rezado incesantemente, la fe ha sido una constante en el camino porque me dio la certeza de que antes o después a Giorgio le pasaría algo grande"
jueves, 12 de noviembre de 2015
Giorgo Grena, de 22 años, despierta del estado vegetativo: «Sé que un día nos sorprenderás», rezaba su madre a Dios
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