* «Perdí a una hermana en 2005 cuando ella acudía a la JMJ de Colonia. Sin duda esto jugó un papel en mi discernimiento. Comprendí que estamos en la tierra por un tiempo limitado, que venimos de Dios y que un día volveremos a Él»
* «En 2008, al finalizar una peregrinación, sentí durante la misa la atracción de Dios y un fuerte deseo de amarle. A partir de ese momento viví con sed de lo Absoluto. La idea de consagrarle a Él mi vida y entrar en un convento se hacía cada vez más apremiante. Yo sentía un verdadero amor de Dios, como si me hubiese enamorado de Él. Tenía necesidad de ir a misa a diario, de pasar tiempo junto a Él»
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Stéphanie, profesora de 26 años, cambia su «vidilla» en París por el monasterio: todo empezó con una muerte trágica
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