“Nosotros no tenemos que emprender nada si no es el Espíritu Santo quien nos mueve, o sin haberlo consultado antes de cada acción. Tenemos el ejemplo más luminoso en la vida misma de Jesús. Él no inicia nunca nada sin el Espíritu Santo. Con el Espíritu Santo anduvo por el desierto; con la potencia del Espíritu Santo volvió e inició su predicación; “en el Espíritu Santo” eligió a sus apóstoles (cf Hch 1,2); en el Espíritu Santo rezó y se ofreció él mismo al Padre (cf. Heb 9, 14)”
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