Cuando tenía 17 años de edad sufrió el cáncer en carne propia; sus padres, al no encontrar el tratamiento adecuado tuvieron que llevarlo a Estados Unidos, donde pudo recuperar totalmente la salud: «Regresé a mi país y me fijé dos misiones en la vida vivir cada día agradeciendo a Dios por la oportunidad que me dio de vivir, y convertirme en un médico de excelencia especializado en cáncer infantil, para que otros niños no se vieran en la necesidad de ir a tratarse a otra nación»

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