Dirigiendo sus palabras especialmente a los sacerdotes concretó que el testimonio de San Juan de Ávila los llama “a conservar libre del contagio del pecado todo nuestro ser ya que por el bautismo hemos sido hechos templos de Dios y por el sacramento del orden estamos llamados a ser altar de Dios… No basta con no pecar, hay que edificar con la palabra y con la vida pues como decía San Juan de Ávila: 'Relicarios somos de Dios, casa de Dios'. La Eucaristía debe ser para nosotros el punto referencial de nuestro ministerio ya que quien ofrece a Cristo está llamado a ofrecerse con Él”
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