«Un día de agosto mi hermana me dice que se hacía religiosa. Pensé que estaba loca. Me fui a mi cuarto a llorar y no sabía por qué». El día en que su hermana se hizo religiosa, «en mitad de la Misa, el Señor me tocó la tecla y estuve hora y media llorando sin parar». Javier se dio cuenta de «que esto era lo que quería, que me sentía feliz y noté que Dios había venido a por mí»

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