"Creo que puedo definir mi llamada como una vocación relámpago. Transcurrió sólo un año desde mi primera peregrinación a Medjugorje en agosto de 2011 hasta mi petición de entrada al monasterio; en todo ese tiempo viviendo el creciente deseo de la oración, de comunión con María y Jesús... Al enfrentar la llamada de Dios se experimenta cierto temor al sentir que no eres digna… ¿Cómo podremos con todas nuestras limitaciones, nuestra debilidades, nuestras infidelidades, estar a la altura de la llamada y jugarnos por entero? Este ‘santo temor de Dios’, en quien se reconoce criatura frente al Autor de la vida, este sentirse pequeña, es el sentir que conoció la Virgen María y es precisamente a partir de esta humildad que sentimos la necesidad de pedir ayuda al Señor, como un niño que pide auxilio al padre"

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