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viernes, 19 de octubre de 2018

Antonio Soler, sacerdote de una familia que lleva la misión en la sangre, ya está en Mozambique: «si era la voluntad del Señor, yo estaba dispuesto»

* «Un sábado, celebrando la Eucaristía, después de la consagración me vino con mucha fuerza la idea de que sería un gozo inmenso poder yo también consagrar. Salí de aquella celebración queriendo ser sacerdote. Era el otoño de 1979, recién cumplidos los 15. Seguí cursando mis estudios en el colegio de Nuestra Señora del Recuerdo de Chamartín y luego con los padres jesuitas y al acabar COU entré en el Seminario Conciliar de Madrid»
* «Mis padres estuvieron doce años como misioneros en El Callao (Perú); mi hermana Ana María con su marido Mariano, enfermo de cáncer estuvieron seis años en Villa Alemana (Chile), hasta el fallecimiento de mi cuñado; otra hermana, María del Carmen estuvo con su esposo Ángel como familia itinerante en Levante, después en Caracas y en estos días parten a Ecuador; Miguel María estuvo 8 años en Ciudad de Guatemala, dos sobrinos míos están ahora como familias en misión en Francia y Bélgica, y ahora otra sobrina ha partido con su familia a Alejandría, en Egipto… Esto es inexplicable, son las cosas del Señor, de su gracia»

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