* «Poniéndolo todo en las manos de Cristo, hemos podido vivir nuestra vida como una familia normal, es decir, como personas que se enfrentan a un dolor tan grande como es la pérdida de un hermano, de un hijo… Es muy traumático. La paz que nos da Dios para poder llevar esto nos hace que esté presente en nuestra vida. Somos seres humanos, y no es que te cree dudas de fe, sino que puedes tener sentimientos de rabia, de impotencia al ver que te falta un ser querido. Pero creo que Dios nunca te abandona, sino que te acompaña»
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