* «No sé exactamente por qué, pero me quedé en la oración de la tarde. Ya de noche, a las 22.30, recuerdo haber pensado: ‘¡estoy cansado de estar atrapado por los espíritus!’. Y luego: ‘hay algo hermoso y que transmite paz en estos cristianos’. Y de repente me encontraba de rodillas. Esta brecha en mi muro interior fue sin duda suficiente para el Espíritu Santo porque se precipitó por ella. ¡Estuve arrodillado dos horas! Cuando me levanté, era un creyente, un católico, creía todo lo que profesa la Iglesia, y ¡mi corazón rebosaba de alegría! Fue“tan brutal como el camino a Damasco de San Pablo, pero el resto tardaría un poco más. Tuve que descubrir la Iglesia, desde la A hasta la Z: ¡ni siquiera sabía hacer la señal de la cruz! También necesité romper con ciertos hábitos mentales, como por ejemplo, dejar de buscar mensajes secretos en los Evangelios… Finalmente, debía renunciar claramente a los poderes mágicos. Me deshice de todos los grimorios (libros de magia) y objetos relacionados con las prácticas esotéricas»
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