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viernes, 1 de noviembre de 2024

Marija Kern se fue al noviciado, pero «quería hacer la voluntad del Señor» y es madre de 8 hijos: «Si dejas que Dios cuide de ti, Él se ocupará y lo solucionará todo»


Marija Kern con su esposo y algunos de sus hijos / Foto Tatjana Splichal | Družina

* «Dios siempre me reserva sorpresa. Mirando mi vida, puedo decir con certeza que el Señor escribe recto con renglones torcidos. Y de muchas maneras nos está diciendo que nos ama infinitamente»

Camino Católico.- Marija Kern es madre de ocho hijos y abuela de cuatro nietos. Es enfermera de profesión y, junto con su marido y su familia, gestiona una gran explotación con 150 cabezas de ganado.

Le encanta leer, rezar, está muy implicada en su comunidad parroquial de Velesovo, y también participa con su marido en un grupo matrimonial. La vida de Maríja ha estado marcada por muchas pruebas en las que ha visto una y otra vez el amor y la ayuda de Dios, incluso en los momentos más difíciles. Cuenta su testimonio de vida en una entrevista en Aleteia.  

Marija Kern / Foto Tatjana Splichal | Družina

- Marija, ¿has "heredado" el amor a Dios o lo has descubierto más tarde?

- Soy originaria de Estiria (Austria), pero ahora vivo en Gorenjska (Eslovenia). Vengo de una familia campesina tradicionalmente religiosa. Vivíamos modestamente, llenos de trabajo y al mismo tiempo de gratitud por cada día.

Tengo una imagen muy vívida de mi difunto padre que, cada noche, cuando terminábamos nuestra oración, decía: "Gracias a Dios por todo lo que hemos hecho hoy". Si eres agradecido, la vida es mucho mejor.

Ambos padres eran muy religiosos, muy activos en la parroquia. Mi abuela, que leía la Biblia todos los días y rezaba mucho, sin duda tuvo mucho que ver. Mi párroco de entonces también fue una gran influencia, porque sabía reconocer el talento de cada joven y cómo implicarlo en la parroquia.

- En tu juventud sentiste el deseo de llevar una vida santificada, pero hoy estás casada. ¿Cuál ha sido el camino de tu vida?

- No ha sido sencillo. Quería hacer la voluntad de Dios, así que tal vez hubo más búsqueda. Cuanto mayor me hago, más agradecida estoy por mi camino.

De joven, entré en el noviciado, donde aprendí mucho, y estoy agradecida por el tiempo que pasé allí. Cuanto más se acercaba el momento de los votos, más sentía que no era el momento. Era como si hubiera planeado casarme con alguien pero no le amara lo suficiente. No me refiero al amor a Dios, por supuesto, sino al amor a la vocación.

Sabía que mi decisión acarrearía una terrible decepción para mi madre, y así fue. Cuando dejé la comunidad, un día me quedé en la calle, completamente desesperada, llorando: "He traicionado a Dios, no tengo casa…"

En ese momento sentí que algo cálido y agradable me agarraba la mano. Todavía puedo sentir ese contacto y oír las palabras con tanta claridad que hoy puedo repetirlas: "No tengas miedo. Te quiero". Cuando miré alrededor de la calle, no había nadie. Solo podía ser Dios. Estoy agradecida por ese contacto, que todavía está conmigo.

- Poco después te casaste con Stefan, viudo y con un hijo pequeño. ¿Cómo fueron sus comienzos?

- Si alguien ha estado alguna vez muy solo, entenderá el resto de la historia. Trabajaba en el Instituto Oncológico, como enfermera, y un domingo por la tarde, después de trabajar todo el día, fui a Misa a la iglesia franciscana.

Le dije a mi querido Dios: "Te doy cinco años para que me traigas un marido. Si no, es una clara señal de que me voy a África de misiones y no vuelvo".

A los pocos meses conocí a mi marido, era el primero de abril. Pronto nos casamos, supe que era viudo y que tenía una niña. A las tres semanas empezó a llamarme "mamá". Nunca olvidaré esa primera llamada, fue muy agradable. A los tres meses nos casamos.

Tenía miedo porque me mudé a una casa grande donde también vivían mi cuñado, mi cuñada y mis suegros. No fue fácil. Pero si dejas que Dios cuide de ti, Él se ocupará y lo solucionará todo. No tengo ninguna duda al respecto.

Marija Kern con su esposo / Foto Tatjana Splichal | Družina

- ¿Cómo era vuestra relación?

- Medio año después de casarnos, mi suegra y yo nos llevábamos muy bien. Yo estaba muy contenta porque pensaba que había conseguido una segunda madre, ya que la mía me cerró la puerta en las narices el día que salí del convento. Durante seis meses, mi suegra y yo nos llevamos muy bien, y luego, un sábado, "se rompió". Ese fue el principio de nuestros conflictos.

Pero tengo un marido fenomenal. No está exento de defectos, tiene sus problemas, pero ha sabido reaccionar con increíble sabiduría en situaciones de conflicto y encontrar compromisos. Así que poco a poco he ido viendo que no es justo para él que los demás tengamos relaciones tensas, porque él se debate entre dos bandos. Me dije que esto tenía que acabar.

Un domingo estaba en la fila para recibir la comunión, y mi suegra estaba en otra fila a mi lado. Recé: "Jesús, no puedo vivir tan hipócritamente, Tú no puedes ver esto. Haz que algo se mueva en nosotros". Y lo hizo. No inmediatamente, pero sí poco a poco.

La parroquia tenía talleres de Oración y Vida y yo me apunté encantada. Mi suegra también quería ir, pero ya no podía ir a la iglesia porque estaba enferma. Así que le pregunté al responsable si podía tener algún material para pasárselo a casa, para que pudiera escuchar todo lo que allí oiríamos.

Así que empezamos a reunirnos para leer la Palabra de Dios y reflexionar. Nos perdonamos y conseguimos convivir. En nuestro último Adviento juntas, me apresuré a ordenar la casa. Mi suegra percibió mi angustia y me dijo que le trajera calcetines para guardar, ya que ella aún podía hacerlo. Unos días después fue al hospital. Vino a casa para Nochevieja para que ella y mi suegro pudieran tener una buena cena de Nochevieja, y en la fiesta de los Reyes Magos se despidió.

Fue muy difícil para mí cuando murió, pero hoy, a pesar de todos los conflictos, estoy muy agradecida por la relación que construimos y también me gusta decir cosas bonitas de ella a mis hijos.

Marija Kern con su esposo / Foto Tatjana Splichal | Družina

- Las relaciones no han sido el único calvario. También tuvisteis un incendio que lo destruyó casi todo. ¿Cómo se recuperó todo?

- El año anterior a la muerte de mi suegra fue un gran año, un año de 50, 80 y 90 aniversarios, un año de bodas, un año de alegría. Justo después de Año Nuevo murió mi suegra, en mayo perdimos al hermano de mi marido por suicidio y en agosto tuvimos un incendio.

Se quemó la mitad de la granja. Se destruyó mucha maquinaria, todo el forraje y el grano. Gracias a Dios, el ganado sobrevivió, pero poco después perdimos 30 vacas, que enfermaron o murieron de estrés. La salud de mi marido se resintió mucho con todas estas cargas.

Mi hijo mayor tenía entonces 24 años y empezó a preguntar qué planes y visiones teníamos para el futuro. Le dije: "Marko, lo siento, sólo respiro por hoy. Sé que tenemos que comer y que hay que alimentar y ordeñar a las vacas y eso es todo". Así que mi hijo pensó que podía encargarse él mismo de la explotación.

Mi marido se resistió un poco al principio, porque es muy difícil repartir equitativamente la herencia entre todos los hijos de la granja. Pero pronto vimos que era la mejor solución. Mi hijo empezó a construir sobre lo que había quedado del incendio. Empezó a modernizar el granero y a ampliar el negocio de servicios de maquinaria. Con mucho esfuerzo por parte de todos, lo consiguió y hoy nuestra explotación está a un buen nivel.

Cuando los bomberos apagaron el incendio aquella mañana, una amiga me llamó y me dijo que sabía que no podía ayudar mucho, pero que esa mañana había rezado y se le había abierto la Palabra de Dios: "He aquí que hago nuevas todas las cosas". Me dijo que confiara. Y efectivamente, después de ocho años, puedo decir que Dios está haciendo nuevas todas las cosas y no "retocando".

- Con ocho hijos, es cierto que es difícil que algo te sorprenda, ¿cierto?

- ¿Qué es la vida sin sorpresas? Aburrimiento. Pues aquí no tenemos de eso. Justo cuando pensábamos que habíamos terminado nuestro viaje de aceptación de nuevas vidas, porque ya teníamos siete hijos, Stephen apareció de la nada.

Cuando me enteré de que estaba embarazada, discutí con Dios durante tres semanas, acusándole de burlarse de mí. Después del último parto, cuando tuvimos a Thomas, estaba cansadísima. Cada día dedicaba cada átomo de energía a cuidar de él y, por supuesto, de todos los demás niños.

Algunos de los hijos de Marija Kern con su esposo / Foto Tatjana Splichal | Družina

Dios me aguantó durante tres semanas, y luego me hizo saber poco a poco -a través de mi marido- que la situación no era tan mala después de todo. Mi marido y yo siempre dijimos que no queríamos que nuestro hijo menor se sintiera solo. Había una diferencia de cinco años entre James y Thomas, por lo que Thomas estaría realmente algo aislado en cuanto a la edad. Dios lo dispuso de tal manera que 17 meses después de Tomaz, Stephen vino al mundo. Y eso es algo bueno.

Dios siempre me reserva sorpresas de este tipo en mi vida. Mirando mi vida, puedo decir con certeza que el Señor escribe recto con renglones torcidos. Y de muchas maneras nos está diciendo que nos ama infinitamente.

Padre José Vicente Sandino: «Dios me sanó por intercesión de monseñor Ismael Perdomo Borrero, quien me salvó la vida cuando había sido desahuciado»


El padre José Vicente Sandino, a la izquierda, junto a una imagen del Venerable Siervo de Dios arzobispo Ismael Perdomo Borrero, que está en proceso de beatificación

* «Hay que creer que Dios tiene poder para actuar a través de los santos y para interceder por nosotros en nuestras precariedades. La fe mueve montañas y rompe la incredulidad del ser humano, creyentes o no, porque para Dios no hay nada imposible»

Camino Católico.- El padre José Vicente Sandino cuenta que volvió a la vida gracias a la oración permanente, la fe en Dios y a las reliquias del arzobispo Ismael Perdomo Borrero, cuya causa de beatificación se tramita en Roma. 

El drama comenzó en L'Aquila, Italia, en abril de 2009, a donde el Papa Benedicto XVI lo envió con otros sacerdotes para ayudar a los damnificados del terremoto que dejó más de 300 muertos, mil 500 heridos y cerca de 50 mil damnificados.

Había llegado semanas atrás desde Colombia para un retiro espiritual, pero debido al desastre que afectó a la región de Abruzo, el Pontífice decidió que algunos sacerdotes debían ayudar en las tareas de rehabilitación.

“Fue allí, recuerda Sandino, debido a la situación sanitaria que se vivía por esa tragedia de gran magnitud, donde adquirí una bacteria a través de los alimentos”.

En Bogotá, aparecieron los primeros síntomas que obligaron a su hospitalización. Su situación se complicó al perder el conocimiento y presentar inflamación en el cuerpo y varios órganos vitales, sobre todo en el sistema digestivo. Los médicos confirmaron que tenía una sepsis, enfermedad ocasionada por bacterias u otros organismos a las que el cuerpo reacciona de manera grave y con inflamación.

Le aplicaron costosos medicamentos y le practicaron procedimientos complejos pero no mejoró y fue desahuciado. Incluso, sacerdotes de la Arquidiócesis de Bogotá, familiares y seminaristas realizaron jornadas de oración y Eucaristías para pedir por su salud y empezaron a preparar su sepelio.

El padre José Vicente Sandino quien recibió la gracia milagrosa de su curación / Foto: Cortesía del padre José Vicente Sandino

 “El presunto milagro”

Horas después de que el cardenal arzobispo de Bogotá, Pedro Rubiano Sáez, le administrara el sacramento de la unción de los enfermos y le frotara parte del cuerpo con tres reliquias de monseñor Ismael Perdomo Borrero pidiendo su intercesión ante Dios, el paciente empezó a mostrar una extraordinaria mejoría que los médicos no pudieron explicar. Se trataba del solideo (bonete de seda) y un par de medias (calcetines) que pertenecieron a quien fuera arzobispo de Bogotá entre 1928 y 1950 y que la Iglesia colombiana conserva celosamente junto con otros efectos personales.

En las siguientes semanas el padre José Vicente siguió una extraordinaria recuperación en casa, donde además de volver a aprender a hablar, comer y caminar, vio cómo la herida de la cirugía practicada a lo largo del tórax había cicatrizado de manera natural.

Sobre su sanación, Sandino afirma en entrevista con Aleteia que este “presunto milagro” —como lo cataloga la Iglesia por ahora— se debe a la intercesión del venerable Ismael. “Por eso, hay que creer que Dios tiene poder para actuar a través de los santos y para interceder por nosotros en nuestras precariedades”.



Venerable Siervo de Dios Ismael Perdomo Borrero

 ¿Quién era monseñor Perdomo?

Ismael Perdomo Borrero ha sido el obispo más joven en la historia de Colombia. Después de estudiar en Roma y Parías, empezó su carrera sacerdotal en el Huila, su tierra natal.

En 1903 fue nombrado obispo del Tolima donde adelantó una formidable tarea pastoral y social. Veinte años después, el Papa Pio XI lo designó obispo coadjutor de Bogotá y en 1928 asumió como arzobispo de la capital colombiana, cargo que ocupó hasta 1950 cuando murió. Fue testigo y protagonista de una convulsionada época política en la que la Iglesia tuvo un controvertido papel.

Durante su gestión en Bogotá creó más de 50 parroquias, promovió la fundación de barrios para familias desplazadas por la violencia, creó bancos para obreros, impulsó la construcción de viviendas para trabajadores y estableció colegios para niños y jóvenes pobres. Sus biógrafos aseguran que monseñor Perdomo hizo efectiva la Acción Social de la Iglesia.

Causa de beatificación abierta

La causa de su beatificación comenzó en 1962 y cuatro años después fue declarado siervo de Dios por el Papa san Pablo VI. Transcurridas cuatro décadas, el Papa Francisco reconoció en grado heroico sus virtudes y dispuso que se le llamara “venerable siervo de Dios”.

Venerable Siervo de Dios Ismael Perdomo Borrero

Quince años después de la enfermedad, el padre Sandino continúa al frente del Seminario Redemptoris Mater, oficia la Eucaristía a diario y promueve la devoción a monseñor Perdomo. Está seguro de que “la fe mueve montañas y rompe la incredulidad del ser humano, creyentes o no, porque para Dios no hay nada imposible", y agrega: "Yo lo he experimentado en mi propia vida”.

Su testimonio hace parte de la documentación radicada ante el Dicasterio para las Causas de los Santos, en Roma, y con el cual la Iglesia colombiana está convencida que servirá para que monseñor Ismael Perdomo Borrero sea declarado beato.

Las gracias recibidas por su intercesión pueden reportarse al correo siervodediosismael@arquibogota.org.co

Isabel Rangel quedó atrapada en la masonería y el ocultismo: «Entré en una Iglesia, algo cambió dentro de mi y me siento hija de Dios que me rescató, me siento amada, liberada»


Isabel Rangel explica que “te dicen que no hay nada como una sociedad de estudio, pero, hoy, que ya conozco a Dios, y hago esos flashback a cuando estaba allá, veo que es una completa imitación de la Santa Iglesia Católica; el templo, las logias, las juntas... es una completa imitación, y nunca, nunca van a lograr estar a la altura de Dios"

* «Empezó una paz en mi corazón, empecé a quitarme todas esas ropas viejas, a quitarme todas esas corazas que no las necesito. No necesito ser poderosa, no necesito gobernar a los demás, no necesito ser una diosa, no lo necesito, porque eso no lo soy, no fui formada para eso, yo no fui formada para nada que no venga de Dios. Yo ya me empezaban a atormentar, a idear la situación del suicidio, de un suicidio que buscara cómo dejar a mis hijas en una situación no tan desfavorable económicamente. Pero, no hay que dejarnos engañar, donde no está Dios hay muerte. En ningún lugar de la Nueva Era, en ningún lugar donde no está Dios. Estoy en servicio para Él en el cenáculo de oración sacerdotal Mariano. Algún día a mí me rescató y también puede rescatar a mis hermanos que están perdidos, que están falsamente empoderados»

Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Isabel Rangel cuenta su testimonio

Camino Católico.- Diana Isabel Rangel Guerrero es mexicana, de León (Guanajuato), y hace muy poco tiempo que dejó la masonería y las ciencias ocultas en las que había caído. La verdadera felicidad la encontraría gracias a una tía muy devota de la Virgen, y a otra serie de acontecimientos familiares. En el canal  El Rosario de las 11 PM ha contado su testimonio y Religión en Libertad lo sintetiza.

"Nací en una familia católica y con el paso del tiempo me fueron sucediendo cosas que me alejaron del camino de Dios. Todo lo que me había estado pasando me fue llenando de heridas en mi corazón, fui una niña que sufrió, o que vivió, cosas muy dolorosas, buscaba sentirme bien, pero nada de lo que hacía me era suficiente", comienza diciendo.

Una imitación de la Iglesia

Cuando Isabel creció se puso a estudiar Derecho y conoció a unas personas que le invitaron a pertenecer a la masonería, en la cual se inició un 16 de diciembre del 2016. "Estuve en diferentes logias. Me duele tanto reconocer que a Dios lo busqué como último recurso, cuando debió haber sido el primero. Ese engaño empezó a cegarme, a atarme, a esclavizarme", relata. 

"Una cosa me fue llevando a la otra y así pasé a envolverme en un tormento. En una falsa felicidad, en el mundo falso donde no está Dios. Hoy puedo entender que hay muerte en ese engaño que yo viví en la masonería. Te dicen que no hay nada como una sociedad de estudio, pero, hoy, que ya conozco a Dios, y hago esos flashback a cuando estaba allá, veo que es una completa imitación de la Santa Iglesia Católica; el templo, las logias, las juntas... es una completa imitación, y nunca, nunca van a lograr estar a la altura de Dios". 

"Es una cultura de muerte, todos te engañan, te dicen que investigues cosas, que veas más allá, que dudes siempre, y todo es mentira, porque ahí no está Dios. Según vas recorriendo los grados vas haciendo cosas más fuera de Dios; rituales, consagraciones... Y es cuando empezaron a iniciarme en cuestiones espiritistas, con la teosofía, la metafísica, las ciencias ocultas, paranormales, parapsicología y todo aquello donde solo hay oscuridad".

En 2023 se publicaron unos vídeos, grabados con cámara oculta, que muestran un ritual de iniciación masónica en una logia de Arizona (Estados Unidos)

"Empiezo entonces también a iniciarme en todo lo de la Nueva Era, el yoga, el reiki, en la brujería... Me inicio en la Wicca y empiezo a hacer rituales, consagraciones, empiezo a estudiar la biodescodificación emocional, los códigos sagrados, entro en sociedades donde me seguían enseñando cosas fuera de Dios, la hipnoterapia, la magnetoterapia, el péndulo y la acupuntura, muchas cosas donde me empoderan falsamente y donde mi soberbia crecía como la levadura".

El agujero de oscuridad en el que se estaba metiendo Isabel era muy profundo, hasta que una mala noticia le hizo escuchar algo diferente. Su tía, una católica muy devota de la Virgen María estaba apunto de fallecer, y su forma de enfrentar la muerte le iba a tocar.

"Conviví con mi tía y fue una parte muy importante del rescate de Dios a mi vida. Mi tía fue una persona muy devota, ella pertenecía al Movimiento de Renovación Carismática. Ninguna persona que haya llegado a su vida se fue con las manos vacías, ella siempre compraba medallitas y las bendecía. Fue una persona muy bondadosa y muy piadosa. Cuando me fui a la masonería, a mi familia no le cayó bien y se apartaron de mí. Pero, cuando veía a mi tía, que vendía juguetes en un parque, ella me saludaba, me preguntaba si seguía 'en los malos' y me decía 'voy a pedir por ti', y sus oraciones dieron fruto". 

Cuando su tía había fallecido ya, Isabel le pidió a una amiga que le ayudara a encontrar un sacerdote en la ciudad. "Ahí, en su cama, todos llorando, entró el sacerdote, se puso sus ornamentos y empezó a hablarle al oído a mi tía. Justo en ese momento escuché una campana, era el mediodía. Mi tía acababa de fallecer el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa, de la cual era devota. Entonces empezó como abrirse esa manera de cuestionarme las cosas, de ver cómo está sucediendo esto". 

"Se me quedaba la interrogante de si existiría Esa persona a la que ella le gritaba, cuando le daban los dolores bien fuertes del cáncer. Ella decía, casi sin poder alcanzar a emitir una palabra completa: 'Jesús, hijo de David'. Cuando ella se fue me sentí más vacía, pero, por primera vez, no sé cómo explicarlo, sentí ese amor que tanto yo andaba buscando en mi vida, me sentí amada y sentí que realmente amaba". 

Aun así, Isabel volvió a sus viejas rutinas. "Regresé a mis antiguas prácticas, era más doloroso hacer algún ritual, como que ya algo se había perdido, como que ya no estaba esa magia, esa fuerza, ese algo se había ido de mí, y me empecé a encontrar en la nada. No encontraba mi camino, no encontraba mi lugar, no encontraba nada". 

En febrero del 2022, a su sobrina le fue diagnosticada una leucemia, y ésta le dijo las mismas palabras que su tía: "Tú te vas a quedar conmigo a cuidarme". "Y, sin pensarlo, dije que sí, y dejé todo, me cambié de ciudad y estuve con ella para ayudarle. Yo había estudiado enfermería y quería trabajar de noche para estudiar medicina. Creía que era mi razón de ser, me fui por el lado humano sin saber los designios que tiene Dios".

"Ya no estaba en ningún lugar; ni en la masonería ni en la Nueva Era ni en la brujería... Entonces, un día, mi cuñado 'se equivocó' de calle y llegué a la parroquia de la Divina Providencia. Allí tenían un Sagrado Corazón, la Virgen Reina de la Paz, la Divina Providencia... Fue muy conmovedor, porque cada una de esas imágenes es de algún templo de la ciudad de donde yo soy natural, y que visitaba de pequeña con mi tía, fue como un resumen de mi infancia, verlos todos juntos ahí fue como volver a sentir una presencia". 

El verdadero "empoderamiento"

Y, tiempo después, falleció su hijo Samuel. "Cuando empezaron a hacer las oraciones me di cuenta de que esa Hora Santa era para mí y empecé a llorar. Dejaba soltar todo eso de ser la mujer empoderada y todas las falsas creencias que tenía de mí, de ser fuerte, de ser poderosa. Por primera vez me estaba dando cuenta de que yo no podía nada". Y, desde entonces, la vida de Isabel comenzó a ser otra.

"Hacía misa diaria y confesión cada semana, las oraciones diarias... me iba a la misa, a la parroquia de la Divina Providencia y a las 8 de la mañana entraba a trabajar... Un día, Dios me regaló un descanso espiritual, y me quedé tan impresionada de lo que viví ahí, de cómo algo dentro de mí empezaba a cambiar". Después, fue invitada a una asamblea de oración y comenzó a formar parte de una comunidad de la Renovación Carismática.

"Empezó una paz en mi corazón, empecé a quitarme todas esas ropas viejas, a quitarme todas esas corazas que no las necesito. No necesito ser poderosa, no necesito gobernar a los demás, no necesito ser una diosa, no lo necesito, porque eso no lo soy, no fui formada para eso, yo no fui formada para nada que no venga de Dios. Yo ya me empezaban a atormentar, a idear la situación del suicidio, de un suicidio que buscara cómo dejar a mis hijas en una situación no tan desfavorable económicamente". 

"Pero, no hay que dejarnos engañar, donde no está Dios hay muerte. En ningún lugar de la Nueva Era, en ningún lugar donde no está Dios. Hoy por hoy me siento hija de Dios, me siento amada, liberada. Estoy en servicio para Él en el cenáculo de oración sacerdotal Mariano. Algún día a mí me rescató y también puede rescatar a mis hermanos que están perdidos, que están falsamente empoderados", concluye.

Homilía de Todos los Santos: La santidad se recibe de Cristo, de estar unidos a Él; no es de producción propia / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

* «Negar el Cielo es negar la dignidad del ser humano, que queda reducido a un cúmulo de átomos con fecha de caducidad. Y una vez negada esta dignidad, se puede someter al hombre a las mayores atrocidades. El cristianismo, en cambio, a pesar de las miserias inherentes a nuestra condición pecadora, desarraigó la esclavitud del mundo antiguo, levantó hospitales y universidades, defendió la dignidad inviolable de todo ser humano, ha velado siempre por los débiles y marginados y ha llenado de esperanza y de sentido la vida de miles de millones de personas»

Solemnidad de Todos los Santos:

Apocalipsis 7, 2-4.9-14  /  Salmo 23  /  1 Juan 3, 1-3  /  Mateo 5, 1-12

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.-  Hace tiempo que los científicos envían señales al cosmos en espera de respuestas de parte de seres inteligentes en algún planeta perdido. La Iglesia desde siempre mantiene un diálogo con los habitantes de otro mundo, los santos. Es cuanto proclamamos al decir: «Creo en la comunión de los santos». Aunque existieran habitantes fuera del sistema solar, la comunicación con ellos sería imposible porque entre la pregunta y la respuesta pasarían millones de años. Aquí en cambio la respuesta es inmediata porque existe un centro de comunicación y de encuentro común que es Cristo Resucitado.

Tal vez también por el momento del año en que cae, la Solemnidad de Todos los Santos tiene algo especial que explica su popularidad y las numerosas tradiciones ligadas a ella en algunos sectores de la cristiandad. El motivo está en lo que dice Juan en la segunda lectura. En esta vida «somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos»; somos como el embrión en el seno de la madre que anhela nacer. Los santos han «nacido» (la liturgia llama «día del nacimiento», dies natalis, al día de su muerte); contemplarles es contemplar nuestro destino. Mientras a nuestro alrededor la naturaleza se desnuda y caen las hojas, la fiesta de Todos los Santos nos invita a mirar a lo alto; nos recuerda que no estamos destinados a marchitarnos en tierra para siempre, como las hojas.

El pasaje del Evangelio es el de las Bienaventuranzas. Una en particular ha inspirado la elección del pasaje: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados». Los santos son aquellos que han tenido hambre y sed de justicia, esto es, en lenguaje bíblico, de santidad. No se han resignado a la mediocridad, no se han contentado con medias tintas.

Nos ayuda a entender quiénes son los santos la primera lectura de la Solemnidad. Son «los que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero». La santidad se recibe de Cristo; no es de producción propia. En el Antiguo Testamento ser santos quería decir «estar separados» de todo lo que es impuro; en la acepción cristiana quiere decir más bien lo contrario, o sea, «estar unidos», se entiende que a Cristo.

Los santos, esto es, los salvados, no son sólo los que enumera el calendario o el santoral. Existen también los «santos desconocidos»: quienes arriesgaron su vida por los hermanos, los mártires de la justicia y de la libertad, o del deber, los «santos laicos», como alguien les ha llamado. Sin saberlo, también sus vestiduras han sido lavadas en la sangre del Cordero, si han vivido según la conciencia y les ha importado el bien de los hermanos.

Surge espontáneamente una pregunta: ¿qué hacen los santos en el paraíso? La respuesta está, también aquí, en la primera lectura: los salvados adoran, echan sus coronas ante el trono, gritando: «Alabanza, honor, bendición, acción de gracias...». Se realiza en ellos la verdadera vocación humana, que es la de ser «alabanza de la gloria de Dios» (Ef 1,14). Su coro es guiado por María, que en el cielo continúa su canto de alabanza: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Es en esta alabanza donde los santos encuentran su bienaventuranza y su gozo: «Se alegra mi espíritu en Dios». El hombre es aquello que ama y aquello que admira. Amando y alabando a Dios uno se ensimisma con Dios, se participa de su gloria y de su propia felicidad.

Un día, un santo, San Simeón el Nuevo Teólogo, tuvo una experiencia mística de Dios tan fuerte que exclamó para sí: «Si el paraíso no es más que esto, ¡me basta!». Pero la voz de Cristo le dijo: «Eres bien mezquino si te contentas con esto. El gozo que has experimentado en comparación con el del paraíso es como un cielo pintado en papel respecto al verdadero cielo».

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Mateo 5, 1-12

Homilía de Todos los Santos: Sólo es capaz de entregar su vida por los demás el que sabe que la recuperará en plenitud para siempre en la vida eterna / Por P. José María Prats

 * «Negar el Cielo es negar la dignidad del ser humano, que queda reducido a un cúmulo de átomos con fecha de caducidad. Y una vez negada esta dignidad, se puede someter al hombre a las mayores atrocidades. El cristianismo, en cambio, a pesar de las miserias inherentes a nuestra condición pecadora, desarraigó la esclavitud del mundo antiguo, levantó hospitales y universidades, defendió la dignidad inviolable de todo ser humano, ha velado siempre por los débiles y marginados y ha llenado de esperanza y de sentido la vida de miles de millones de personas»

Solemnidad de Todos los Santos:

Apocalipsis 7, 2-4.9-14  /  Salmo 23  /  1 Juan 3, 1-3  /  Mateo 5, 1-12

P. José María Prats / Camino Católico.-  La solemnidad que hoy celebramos nos invita a meditar sobre el Cielo, sobre la realidad de la vida eterna de la que gozan ya Todos los Santos.

La sociedad materialista actual tiende a banalizar el Cielo presentándolo como una fábula, como un cuento infantil en el que todavía creen algunas personas ingenuas y poco ilustradas. Y sin embargo, la fe en la vida eterna es un elemento clave de la fe cristiana que tiene unas consecuencias enormes en la configuración de la sociedad y de la vida de las personas.

Las cosmovisiones contemporáneas han substituido la esperanza en la vida eterna por la ilusión de “un mundo mejor”, de un cielo aquí en la tierra. El comunismo, por ejemplo, sustituyó el Cielo por el paraíso comunista establecido por la dictadura del proletariado, el nazismo, inspirado por Nietzsche, lo sustituyó por el advenimiento del superhombre encarnado en la raza aria, el materialismo, por la utopía de una vida terrena placentera y sin sufrimientos. Algunos científicos –éstos sí verdaderamente ingenuos– anuncian que estamos a un paso de alcanzar la “inmortalidad”, argumentando que nuestras estructuras cerebrales con su memoria podrán ser transferidas a un ordenador perpetuándose así nuestra existencia para siempre. 

Dice Jesús que «por sus frutos los conoceremos». ¿Qué frutos han dado estas cosmovisiones que niegan la realidad de la vida eterna? El comunismo, en un siglo ha asesinado a más de 120 millones de personas por motivos ideológicos, el nazismo produjo el holocausto y tantos otros horrores, y el materialismo ateo está arrastrando a la sociedad hacia una existencia anónima y sin esperanza que opta por la eutanasia cuando la vida ya no resulta atractiva y placentera. Y es que negar el Cielo es negar la dignidad del ser humano, que queda reducido a un cúmulo de átomos con fecha de caducidad. Y una vez negada esta dignidad, se puede someter al hombre a las mayores atrocidades.

El cristianismo, en cambio, a pesar de las miserias inherentes a nuestra condición pecadora, desarraigó la esclavitud del mundo antiguo, levantó hospitales y universidades, defendió la dignidad inviolable de todo ser humano, ha velado siempre por los débiles y marginados y ha llenado de esperanza y de sentido la vida de miles de millones de personas.

La esperanza de la vida eterna no nos lleva, como algunos han querido hacernos creer, a desentendernos de este mundo sino, como demuestra la historia, a construir un mundo mejor aquí en la tierra, pues sólo es capaz de entregar su vida por los demás el que sabe que la recuperará en plenitud para siempre. Dice la Carta a los hebreos que Jesús, con su muerte aniquiló el poder del maligno y «liberó a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Hb 2,15).

Hoy, muy especialmente, pidamos a todos los santos la recuperación de esta fe en la vida eterna que nos devuelve nuestra dignidad, nuestra esperanza y la libertad para construir un mundo mejor.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Mateo 5, 1-12