El padre Paul Adrien ante la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes
* «Con el tiempo me di cuenta de que no podía vivir sin Dios. Comprendí que no se podía tener una vida con sentido, si no existía algo más grande que nosotros, simplemente no era posible. A quienes afirman que se puede ser feliz sin Dios, les digo que eso es mentira. Lo digo no como sacerdote, sino por mi propia experiencia. Yo lo intenté todo y puedo afirmar que es falso. Hoy puedo decir que el mayor regalo que Dios me ha dado es haber podido ayudar a adolescentes y jóvenes a encontrar esperanza en Él. Al final, todo esto es como una mezcla de providencia, mi historia de amor con Dios y mi devoción por predicar el Evangelio»
Camino Católico.- Es francés, dominico y youtuber, pero no uno cualquiera. Es uno de los sacerdotes católicos más conocidos y seguidos en redes sociales en el país galo. Su hábito blanco e impoluto se ha convertido en su sello distintivo para miles de personas que buscan en el hermano Paul Adrien respuestas no solo sobre la Iglesia o el mundo, sino sobre sus inquietudes más personales.
Está convencido de que «si no se abordan los temas difíciles, la gente terminará buscando respuestas en otros lugares». Por ello, prefiere que no estén de acuerdo con él a evitar hablar sobre las cuestiones más incómodas, lo que ha llevado a que su público sea «o jóvenes católicos muy comprometidos o personas que no son católicas en absoluto».
Y así hizo él: plantarse frente a un micrófono, una cámara, y crear su propio canal, L'amour vaincra (El Amor vencerá). Más que un simple eslogan, para él representa el amor de Dios que encontró a los 17 años y que transformó su vida. Desde entonces, su meta ha sido clara: ayudar a otros jóvenes a encontrar y mantener esa fe que lo cambió para siempre. Lo entrevista María Rabell García en El Debate.
El padre Paul Adrien comparte su testimonio con adolescentes y jóvenes
–¿Qué lleva a un dominico a complicarse la vida y lanzarse a evangelizar en redes sociales?
–La principal razón fue que, curiosamente, en ese momento de mi vida tenía tiempo. Mi pasión siempre ha sido la evangelización, y tenía varios proyectos en mente. Entre esos proyectos, el de las redes sociales fue el que más funcionó. Esto me enseñó algo importante: siempre hay que tener múltiples iniciativas para evangelizar y luego dejar que sea Dios quien las dirija.
Otra razón fue que pasaba mucho tiempo en las redes sociales, y pensé: «Si yo disfruto de este medio y veo videos en YouTube, ¿por qué no debería publicar también mis propios videos?». Esa reflexión me llevó a darme cuenta de que, cuando algo nos apasiona, probablemente puede ser un deseo que Dios nos da para hacer algo bueno.
Pero quizá el motivo más profundo sea que, cuando tenía 17 años, perdí la fe. Fue, sin duda, la etapa más difícil de mi vida. Cuando me ordené sacerdote, me prometí hacer todo lo posible para ayudar a los jóvenes a no pasar por lo mismo que yo. Hoy puedo decir que el mayor regalo que Dios me ha dado es haber podido ayudar a adolescentes y jóvenes a encontrar esperanza en Él. Al final, todo esto es como una mezcla de providencia, mi historia de amor con Dios y mi devoción por predicar el Evangelio.
–Hábleme de esa conversión que vivió.
–A los 17 años, perdí la fe después de preguntarle a un capellán scout por pruebas de la existencia de Dios. Su respuesta fue que buscar evidencias era un acto de orgullo. Aquello me dejó sin fe. Pero con el tiempo me di cuenta de que no podía vivir sin Dios. Comprendí que no se podía tener una vida con sentido, si no existía algo más grande que nosotros, simplemente no era posible.
A quienes afirman que se puede ser feliz sin Dios, les digo que eso es mentira. Lo digo no como sacerdote, sino por mi propia experiencia. Yo lo intenté todo y puedo afirmar que es falso. Mi conversión llegó a los 21 años, cuando estaba en el fondo del abismo. Recuerdo que, una noche en mi cama, le dije a Dios: «He llegado al final del camino. Si existes, ahora la pelota está en tu campo». Desde entonces, mi vida está construida sobre ese momento, y Dios nunca me ha decepcionado. Ha sido la mayor historia de amor de mi vida.
El padre Paul Adrien en la Basílica del Rosario del Santuario de Lourdes
–¿Cuál es el público que toca particularmente?
–Mi audiencia es mayoritariamente masculina, entre un 60% y un 70%, y aproximadamente el 60% tiene menos de 35 años. Por mis estadísticas he visto que llego a un público que normalmente no asiste a misa. Es curioso, porque quienes más me ven son jóvenes católicos muy comprometidos o personas que no son católicas en absoluto. Aquellos que ya asisten regularmente a misa suelen estar 'alimentados' espiritualmente por sus parroquias y no buscan tanto mis contenidos.
Un tercio de mi audiencia lleva menos de cinco años en la Iglesia, e incluso muchos menos de tres años. En cierto modo, mi canal de YouTube se ha convertido en una referencia en Francia para quienes se convierten al catolicismo, algo que todavía me sorprende.
–Entre todo esa variedad de gente que le sigue, ¿cuáles son los videos que más le solicitan?
–Suelen pedirme contenidos de catequesis o reacciones a eventos actuales, pero los vídeos que más me conmueve hacer son aquellos en los que siento que Dios está salvando vidas. Por ejemplo, debido a las muchísimas peticiones que recibí en mi comunidad de Instagram, decidí hacer un vídeo sobre el suicidio. Al principio no quería hacerlo, porque no soy psicólogo y temía que pudiera causar daño.
Sin embargo, a medida que la demanda crecía, recé mucho antes de hacerlo. Después de publicarlo, empecé a leer los comentarios que me llegaban. Muchos eran de adolescentes que me agradecían por darles una razón para seguir luchando, o de adultos mayores que encontraban esperanza en medio de sus dificultades. Cuando leí todo eso, me puse a llorar, porque me di cuenta de que Dios había salvado vidas a través del video. Y entender eso, al ver el impacto de algo así, es el mayor regalo que puedes recibir. Cuando ayudas a alguien a vivir, a encontrar la fe, le estás dando la vida eterna. Es una locura.
El padre Paul Adrien, en medio de la lluvia, ante la Basílica del Rosario del Santuario de Lourdes
–¿Cree que como Iglesia aprovechamos bien las redes sociales o todavía hay camino por recorrer?
–Necesitamos reformarnos constantemente para que el mensaje del Evangelio sea más accesible. Creo que la Iglesia institucional a veces desconfía de los influencers porque estos no siempre tienen un 'mandato oficial' o una misión explícita de la Iglesia.
De hecho, la comunicación en redes sociales sigue un camino completamente opuesto al de la comunicación institucional, lo cual hace que combinar ambas sea bastante complicado. La comunicación institucional se basa en una autoridad que tiene la misión de transmitir un mensaje de forma unidireccional. En cambio, en las redes sociales, todo gira en torno a la personalidad de quien comunica. Si te atrae la personalidad, prestas atención a lo que dice, y si te gusta lo que dice, te interesas por la comunidad de la que proviene.
Los influencers deben aprender a alienarse con las dinámicas de la institución, pero no siempre lo hacen. A veces es necesario recordarles que la Iglesia es la esposa de Cristo y que deben respetarla y representarla adecuadamente. Entiendo que a veces haya desconfianza o cierta reticencia hacia estas personas, pero la Iglesia también necesita aprender a confiar más en ellas.
En mi caso, es diferente porque soy sacerdote, tengo experiencia pastoral y cuento con la misión asignada por mis superiores, lo que tranquiliza a la institución. Sin embargo, creo que a largo plazo, la comunicación de la Iglesia deberá ser una mezcla entre la comunicación institucional y un testimonio más personal. Es un cambio que llevará tiempo y que debemos abordar con prudencia.
No debemos tener miedo de quienes están en las redes sociales y aceptar que cometer errores es parte del proceso. Podemos equivocarnos, pero, en general, los cristianos y católicos que están en las redes sociales suelen ser personas comprometidas y bien intencionadas. Una forma de apoyarlos es no tener miedo de llamarlos, de acercarse a ellos y trabajar juntos.
Además, hay otra cuestión clave: la financiación. Si realmente queremos evangelizar de manera efectiva, no podemos competir en igualdad de condiciones con otros canales bien financiados, como algunos musulmanes respaldados por dinero del petróleo de Qatar. En la Iglesia católica muchas veces dependemos de pequeñas donaciones, como las de abuelas que nos dan 15€ al mes, algo que valoramos profundamente pero que no es suficiente para sostener una presencia sólida en el panorama digital.
En algún momento, como Iglesia, tendremos que reflexionar seriamente sobre lo que queremos lograr y si estamos dispuestos a destinar los recursos necesarios para hacerlo posible. Porque si el objetivo es realmente evangelizar, necesitaríamos invertir en estos medios con una visión a largo plazo.
El padre Paul Adrien invita a rezar el rosario ante la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes
–Nuestra sociedad cada vez se descristianiza más, pero, paradójicamente, parece haber un renovado interés espiritual. ¿Ve esto como una acción del Espíritu Santo?
–En las redes sociales no percibo exactamente lo que muchos llaman una sociedad totalmente descristianizada. Al contrario, veo que hay una nueva búsqueda de Dios y de espiritualidad, una búsqueda que, de hecho, es mucho más fuerte que antes. Esto sucede por buenas y malas razones.
El lado positivo es que el Evangelio sigue siendo el Evangelio: no ha envejecido y sigue siendo tan relevante como siempre, algo que no necesita añadidos. Esa es la gran fortaleza. Por otro lado, lamentablemente, muchas personas no están bien, y eso las lleva a buscar respuestas. Preguntas fundamentales como «¿Qué sentido tiene la vida?» o «¿Hay algo después de la muerte?» encuentran en la religión su lugar natural para ser respondidas.
Por eso, en redes sociales noto cada vez más personas 'indagando'. Aunque no siempre se acercan directamente a religiones institucionales, muchas exploran la espiritualidad de la nueva era, el esoterismo, el islam, el protestantismo o lo que sea. La cuestión aquí es: ¿Quién será capaz de predicar de manera efectiva a estas personas que buscan un sentido para sus vidas?
Estamos en un momento en que se ha abierto una ventana de oportunidad para evangelizar. Quizás esta ventana solo dure unos quince años, pero ahora mismo no solo es posible evangelizar, sino que es más fácil hacerlo que antes. Personalmente, no soy pesimista. Nunca imaginé que estaría en redes sociales; simplemente me dedicaba a responder a mi vocación como monje, sacerdote y cristiano. Pero ahora veo cómo muchas personas están encontrando la fe. Y lo mismo sucederá a tu alrededor: la gente no está bien, está buscando respuestas, y por eso es necesario que estés cerca de ellos para testimoniar la esperanza de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario