* «Es una experiencia difícil de explicar, como difícil de explicar es el momento en que uno se enamora. Es un impacto, es la fuerza del Espíritu que te invade, que te hace enamorarte de Dios, y dices: ‘Nuestra vida Señor, está en tus manos, haz con nosotros lo que quieras’. Y así empezamos a orientar nuestra vida al servicio de los hermanos, de la Palabra y de la evangelización. Era algo que se veía por fuera. De hecho, los amigos que nos rodeaban preguntaban: ‘¿Qué os pasa?’, y así pudimos contarles, testificar que Jesús estaba vivo y que le habíamos conocido. No sabíamos lo que nos había pasado. Con el tiempo nos dimos cuenta de que había sido una efusión espontánea del Espíritu Santo con un efecto arrollador de alegría, una alegría que se te sale de la piel, que no te deja dormir, que te embriaga y te hace sentir hambre de Dios y de su Palabra»