* «Viajé a Tanzania donde trabajé en un albergue para jóvenes sin hogar. Recuerdo haber conocido a una niña de 11 años llamada Neema. Neema fue dejada en una canasta por sus padres cuando nació. Ella había sufrido mucho. Casi todos los días era violada por los niños sin hogar en el refugio. Cuando llegó el momento de irse, Neema me suplicó volver a Australia conmigo para ser mi sirvienta; para atarme los zapatos y llevar mis maletas. Recuerdo que me enojé con Dios por permitir que la gente sufriera así. Clamé a Dios, preguntándole por qué no podía hacer nada para ayudar a esta niña. Dios me dijo muy claramente que había algo que yo podía hacer. Podía dar mi vida completamente al servicio de Dios y del pueblo de Dios. Decidí dejar el ámbito deportivo y convertirme en Hija de la Caridad Canossiana»