* «Me faltan muchas respuestas, pero sí sé que en estos casos no está en juego ni la vida ni la muerte, está en juego el amor. Yo no he visto a nadie flotando… pero sí he visto milagros. Yo soy muy creyente, pero tengo los pies en la tierra. Sin embargo, lo que voy a decir lo digo con toda firmeza: sé rotundamente que el cielo existe, por los niños. Muchos, muchos niños que he perdido a lo largo de estos años, en los últimos momentos me han hablado del mismo cielo, sin conocerse entre ellos y con separación de años. Coinciden al describir figuras, personas, sensaciones, el famoso túnel de luz… También he sido testigo de cosas increíbles que no puedo contar por respeto a las familias. He visto sucesos ocurrir para que el padre de un niño que perdimos no se quitase la vida. Señales de Dios inequívocas, que convencieron a ese padre de que su hijo seguía vivo en el cielo y estaba bien»
* «Jesús es lo más importante de mi vida, somos absolutamente colegas. Vivir tu día a día junto a Dios es cojonudo. Pero me di cuenta de que, si me llamaba para irme arriba, no sabía si iba entrar por la vida que llevaba. El mayor atajo a Dios es la caridad. Para el que diga “no sé cómo creer en Dios”, la caridad es como un comodín en las cartas: hacer el bien te lleva a una relación íntima con Él, lo veas o no… Quien esté flaqueando con su fe, deje la puerta abierta, porque a Dios le importan muchísimo nuestras cosas»