* «Los nueve pisos de arriba increíblemente cayeron hacia una explanada ubicada a un costado del edificio y no sobre nosotros. Del primero al sexto piso se hundieron, así que quedamos justo arriba de los escombros, sólo nos cubría la mesa del comedor, ya sin patas, y un pedazo de losa que finalmente nos protegió. Nunca sentimos un solo golpe. Unos paramédicos de la Cruz Roja y algunos voluntarios fueron quienes nos ayudaron a bajar de los escombros. Hoy puedo decir que volvimos a nacer, por eso quiero dar mi testimonio de que Dios es lo más grande; le doy gracias con toda mi alma por habernos salvado de aquella terrible catástrofe que, después de 35 años, recuerdo como si hubiera sido ayer»