* «Le dije a mi médico: ‘No quiero seguir con el resto del tratamiento. Me respondió: ‘Qué bueno que creas en tu Dios, pero ese Dios no existe’. Le dije: ‘¡Sí existe, yo lo conozco! Y no quiero someterme a la segunda sesión de quimioterapia porque siento que es veneno para mi cuerpo. Fui ante el Santísimo Sacramento y le dije: ‘Señor, Tú sabes lo que yo siento en mi cuerpo con ese medicamento. Pero yo confío en Ti, y sé que Tú me vas a sanar»