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domingo, 8 de septiembre de 2024

Papa Francisco en el Ángelus, en Papúa Nueva Guinea, 8-9-2024: «Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana»


8 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  Antes de concluir la Santa Misa en el Estadio Sir John Guise de Puerto Moresby, en Papúa Nueva Guinea, el Santo Padre ha elevado una vez más su voz en favor de la paz para las naciones y para la creación. “No al armamentismo ni a la explotación de la casa común”, ha dicho el Pontífice, y también ha pedido oraciones por el Santuario de Lourdes afectado por una inundación invocando a la Virgen María y rezando el Ángelus. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

Viaje apostólico a Papúa Nueva Guinea

PAPA FRANCISCO


ÁNGELUS


Estadio “Sir John Guise” (Port Moresby)

Domingo, 8 de septiembre de 2024


Queridos hermanos y hermanas:


Antes de concluir esta celebración, nos dirigimos a la Virgen María con la oración del Ángelus. A ella le encomiendo el camino de la Iglesia en Papúa Nueva Guinea y en las Islas Salomón. Que María, Auxilio de los cristianos —María Helpim— los acompañe y los proteja siempre; que fortalezca la unión de las familias; que haga hermosos y valientes los sueños de los jóvenes; que sostenga y consuele a los ancianos; que conforte a los enfermos y a los que sufren.


Y desde esta tierra tan bendecida por el Creador, quisiera invocar junto a ustedes, por intercesión de María Santísima, el don de la paz para todos los pueblos. En particular, lo pido para esta gran región del mundo entre Asia, Oceanía y el Océano Pacífico. Paz, paz para las naciones y también para la creación. No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas; sí a la armonía del hombre con las criaturas.


María Helpim, Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana.


En este domingo, que es la fiesta litúrgica de la Natividad de María, nuestro pensamiento va al santuario de Lourdes, que por desgracia ha sido afectado por una inundación.




Oración del Ángelus:  
                      


Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.



Francisco



Fotos: Vatican Media, 8-9-2024

Santa Misa y Ángelus, presidida por el Papa Francisco, de hoy, XXIII domingo del Tiempo Ordinario, en Papúa Nueva Guinea, 8-9-2024


8 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) La mañana de este 8 de septiembre, XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre ha presidido la Santa Misa en el Estadio Sir John Guise de Puerto Moresby, en Papúa Nueva Guinea. A los más de 23 mil fieles papús, en su homilía el Pontífice los ha animado a, “abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.

Antes de concluir la Santa Misa, el Santo Padre ha elevado una vez más su voz en favor de la paz para las naciones y para la creación. “No al armamentismo ni a la explotación de la casa común”, ha dicho el Pontífice, y también ha pedido oraciones por el Santuario de Lourdes afectado por una inundación invocando a la Virgen María y rezando el Ángelus.

Homilía de Mons. Luis Ángel de las Heras, obispo de León, y lecturas de la Misa de hoy, XXIII domingo de Tiempo Ordinario, 8-9-2024


8 de septiembre de 2024.-  (
Camino Católico) Homilía de  Mons. Luis Ángel de las Heras, CMF, obispo de León, y lecturas de la Misa de hoy, XXIII domingo de Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Catedral de León.

Santa Misa de hoy, XXIII domingo de Tiempo Ordinario, en la catedral de León, 8-9-2024


8 de septiembre de 2024.-  (Camino Católico)  Celebración de la Santa Misa de hoy, XXIII domingo de Tiempo Ordinario, presidida por Mons. Luis Ángel de las Heras, CMF, obispo de León, emitida por 13 TV desde la Catedral de León.

Palabra de Vida 8/9/2024: «Hace oír a los sordos y hablar a los mudos» / Por P. Jesús Higueras


Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 8 de septiembre de 2024, domingo de la 23ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Marcos 7, 31-37:

En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él.

Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”.

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían:

«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Oración de acción de gracias y alabanza a la Virgen María felicitándola por su Natividad / Por P. Carlos García Malo


* «Felicidades, Madre. Gracias por tu Sí incondicional a Dios cuando el arcángel te visitó, gracias por dejar que tomara forma humana en tu vientre, gracias por «darle vida», por acurrucarlo en tus brazos, por maravillarte ante lo que te decían los pastores en la noche santa, por los ojos de sorpresa ante la visita de unos magos. Gracias Madre. Y no se te privó del dolor: el arresto, pasión y muerte de Jesús lo viviste sufriente pero dolorosa y de pie ante la Cruz. Noche oscura la de aquel sábado. Y el domingo, solamente tú sabes cómo se te anunció la resurrección… Y cómo no, la Trinidad te coronaba como Reina y Señora de todo lo creado. Era justo hacerlo así… la criatura más humilde, valiente y servicial que ha tenido Dios y tendrá en todos los tiempos. ¡Felicidades, Madre!»

P. Carlos García Malo / Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.- Cada 8 de septiembre se celebra la Natividad de la Virgen María. ¡Feliz cumpleaños Madre nuestra! “Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo”, decía San Juan Damasceno (675-749) en una hermosa homilía pronunciada un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana en Jerusalén.

“¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador”, añadía el Santo y Doctor de la Iglesia.

En los Evangelios no se dan datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones que hablan de ello. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala a Nazareth como cuna de María.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática (de las ovejas). Allí, debajo de la hermosa iglesia románica levantada por los cruzados y que aún existe (la Basílica de Santa Ana), se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos, como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en piscina probática antes de ser ofrecidos en el templo.

La Fiesta de la Natividad (nacimiento) de la Santísima Virgen surgió en oriente por el siglo V – VI y en occidente fue introducida hacia el siglo VII, donde era celebrada con una procesión – letanía que concluía en la Basílica de Santa María la Mayor.

Todos estos datos históricos corroboran el profundo amor mariano de los primeros cristianos y la importancia de la fiesta que se celebra hoy, en la que la Iglesia conmemora el Nacimiento de la Madre de Dios.

“Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente”, explicaba San Juan Damasceno.

“Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres».

Oremos en acción de gracias y alabanza a la Virgen Marías en el día que se conmemora su Natividad:


Felicidades, Madre.

Gracias por tu Sí incondicional a Dios cuando el arcángel te visitó, gracias por dejar que tomara forma humana en tu vientre, gracias por «darle vida», por acurrucarlo en tus brazos, por maravillarte ante lo que te decían los pastores en la noche santa, por los ojos de sorpresa ante la visita de unos magos. 

Gracias Madre, porque no te amedrentó el dolor ni el sufrimiento cuando Herodes quiso acabar con su vida.

Ni te dejaste llevar por el miedo al huir a Egipto.

Regresaste puntual a Nazaret en cuanto os lo dijo el Ángel.

Los años de la infancia escondidos en humildad y educándolo en la fe de tu pueblo.

El disgusto de los doce años en el templo de Jerusalén y su enigmática respuesta que tú meditabas en el corazón. Salto en tiempo…

Y ahí seguías estando tú acompañando a tu Hijo, en un segundo plano, en su predicación.

Y no se te privó del dolor: el arresto, pasión y muerte de Jesús lo viviste sufriente pero dolorosa y de pie ante la Cruz.

Noche oscura la de aquel sábado.

Y el domingo, solamente tú sabes cómo se te anunció la resurrección… y la alegría que no tiene fin te invadió; y el Magnificat enmudeció ante los nuevos cantos de alabanza y gloria que te fueron inspirados por el Espíritu que nunca te abandona y de la que tú eres Sierva fiel… y los apóstoles, y con ellos Madre de la Iglesia e Intercesora potente… y tu discreta asunción, (discreta en la tierra, algarabía y júbilo en el Cielo por quién llegaba).

Y cómo no, la Trinidad te coronaba como Reina y Señora de todo lo creado.

Era justo hacerlo así… la criatura más humilde, valiente y servicial que ha tenido Dios y tendrá en todos los tiempos. ¡Felicidades, Madre!

P. Carlos García Malo


Homilía del Evangelio del Domingo: Jesús sigue «tocándonos» físicamente para curarnos espiritualmente / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.


* «Los milagros de Cristo jamás son fines en sí mismos; son ‘signos’. Lo que Jesús obró un día por una persona en el plano físico indica lo que Él quiere hacer cada día por cada persona en el plano espiritual. El hombre curado por Cristo era sordomudo; no podía comunicarse con los demás, oír su voz y expresar sus propios sentimientos y necesidades. Si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas y bellas, entonces debemos reconocer enseguida que todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y es por ello que a todos dirige Jesús aquel grito suyo: effatá, ¡ábrete!. La diferencia es que la sordera física no depende del sujeto y es del todo inculpable, mientras que la moral lo es. Hoy se evita el término «sordo» y se prefiere hablar de ‘discapacidad auditiva’, precisamente para distinguir el simple hecho de no oír de la sordera moral»

 Effatá. ¡Ábrete!: Domingo XXIII del tiempo ordinario – B

Isaías 35, 4-7a  /  Salmo 145  /  Santiago 2, 1-5  /  Marcos 7, 31-37

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.- El pasaje del Evangelio nos refiere una bella curación obrada por Jesús: «Le presentan un sordomudo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándose de la gente, a solas, le puso sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: “Effatá!”, que quiere decir: “¡Ábrete!”. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente».

Jesús no hacía milagros como quien mueve una varita mágica o chasquea los dedos. Aquel «gemido» que deja escapar en el momento de tocar los oídos del sordo nos dice que se identificaba con los sufrimientos de la gente, participaba intensamente en su desgracia, se hacía cargo de ella. En una ocasión, después de que Jesús había curado a muchos enfermos, el evangelista comenta: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mateo 8, 17).

Los milagros de Cristo jamás son fines en sí mismos; son «signos». Lo que Jesús obró un día por una persona en el plano físico indica lo que Él quiere hacer cada día por cada persona en el plano espiritual. El hombre curado por Cristo era sordomudo; no podía comunicarse con los demás, oír su voz y expresar sus propios sentimientos y necesidades. Si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas y bellas, entonces debemos reconocer enseguida que todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y es por ello que a todos dirige Jesús aquel grito suyo: effatá, ¡ábrete!. La diferencia es que la sordera física no depende del sujeto y es del todo inculpable, mientras que la moral lo es. Hoy se evita el término «sordo» y se prefiere hablar de «discapacidad auditiva», precisamente para distinguir el simple hecho de no oír de la sordera moral.

Somos sordos, por poner algún ejemplo, cuando no oímos el grito de ayuda que se eleva hacia nosotros y preferimos poner entre nosotros y el prójimo el «doble cristal» de la indiferencia. Los padres son sordos cuando no entienden que ciertas actitudes extrañas o desordenadas de los hijos esconden una petición de atención y de amor. Un marido es sordo cuando no sabe ver en el nerviosismo de su mujer la señal del cansancio o la necesidad de una aclaración. Y lo mismo en cuanto a la esposa.

Estamos mudos cuando nos cerramos, por orgullo, en un silencio esquivo y resentido, mientras que tal vez con una sola palabra de excusa y de perdón podríamos devolver la paz y la serenidad en casa. Los religiosos y las religiosas tenemos en el día tiempos de silencio, y a veces nos acusamos en la Confesión diciendo: «He roto el silencio». Pienso que a veces deberíamos acusarnos de lo contrario y decir: «No he roto el silencio».

Lo que sin embargo decide la calidad de una comunicación no es sencillamente hablar o no hablar, sino hablar o no hacerlo por amor. San Agustín decía a la gente en un discurso: Es imposible saber en toda circunstancia qué es lo justo que hay que hacer: si hablar o callar, sin corregir o dejar pasar algo. He aquí entonces que se te da una regla que vale para todos los casos: «Ama y haz lo que quieras». Preocúpate de que en tu corazón haya amor; después, si hablas será por amor, si callas será por amor, y todo estará bien porque del amor no viene más que el bien.

La Biblia permite entender por dónde empieza la ruptura de la comunicación, de dónde viene nuestra dificultad para relacionarnos de una manera sana y bella los unos con los otros. Mientras Adán y Eva estaban en buenas relaciones con Dios, también su relación recíproca era bella y extasiante: «Ésta es carne de mi carne…». En cuanto se interrumpe, por la desobediencia, su relación con Dios, empiezan las acusaciones recíprocas: «Ha sido él, ha sido ella…».

Es de ahí de donde hay que recomenzar cada vez. Jesús vino para «reconciliarnos con Dios» y así reconciliarnos los unos con los otros. Lo hace sobre todo a través de los sacramentos. La Iglesia siempre ha visto en los gestos aparentemente extraños que Jesús realiza en el sordomudo (le pone los dedos en los oídos y le toca la lengua) un símbolo de los sacramentos gracias a los cuales Él continúa «tocándonos» físicamente para curarnos espiritualmente. Por esto en el bautismo el ministro realiza sobre el bautizando los gestos que Jesús realizó sobre el sordomudo: le pone los dedos en los oídos y le toca la punta de la lengua, repitiendo la palabra de Jesús: effatá, ¡ábrete!.

En particular el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a vencer la incomunicabilidad con el prójimo, haciéndonos experimentar la más maravillosa comunión con Dios.

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.


Evangelio:

En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él.

Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”.

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían:

«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Marcos 7, 31-37

Homilía del Evangelio del Domingo: Jesús quiere liberarnos del pecado y sus consecuencias y llevarnos de nuevo a la comunión íntima con Él / Por P. José María Prats

* «En los evangelios, la sordera y la incapacidad de hablar, más allá de deficiencias físicas, son, sobre todo, manifestación de la ausencia de relación con Dios. La sociedad neopagana actual, como la de la Decápolis en tiempos de Jesús, se ha encerrado nuevamente en sí misma, se ha sometido a la esclavitud del materialismo y permanece sorda a la Palabra vivificante de Dios y muda para responder a ella con la alabanza, el culto y la santidad de vida. Como hicieron algunos de los habitantes de la Decápolis, los que todavía conservamos la fe, hemos de pedir a Jesús que la sane y recree y, por medio de una nueva evangelización, hemos de propiciar el encuentro personal con Él que hace posible esta sanación»

Domingo XXIII del tiempo ordinario – B

Isaías 35, 4-7a  /  Salmo 145  /  Santiago 2, 1-5  /  Marcos 7, 31-37

P. José María Prats / Camino Católico.- El evangelio de hoy nos muestra a Jesús como el enviado de Dios Padre para liberar al ser humano del pecado y sus consecuencias y llevarlo de nuevo a la comunión con Él.

Los territorios que Jesús atraviesa en el viaje descrito en este evangelio –Tiro, Sidón y la Decápolis– eran todos paganos, ajenos al Dios vivo y verdadero y, por ello, profundamente sometidos al poder del mal. El hombre sordo que apenas podía hablar es un icono del estado en que se encontraban sus habitantes, encerrados en sí mismos e incapaces de abrirse al poder vivificante de la relación con Dios: sordos a su Palabra y mudos para la alabanza y el culto verdadero. En los evangelios, la sordera y la incapacidad de hablar, más allá de deficiencias físicas, son, sobre todo, manifestación de esta ausencia de relación con Dios.

Aquellas gentes habían oído hablar del poder sanador de Jesús y le piden que imponga las manos a este hombre. La forma de proceder de Jesús es muy reveladora. Los gestos de meterle los dedos en los oídos y tocarle la lengua con saliva evocan el segundo relato de la creación donde Dios «modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida», y nos dan a entender que esta acción de Jesús que devuelve al hombre a la comunión con Dios supone una «nueva creación», el inicio de una nueva vida que vence sobre el caos y disipa las tinieblas del pecado. La palabra que pronuncia Jesús mirando al cielo –«Effetá»– pone nuevamente este episodio en relación con los relatos de la creación, en este caso con el primero: como en el principio Dios dijo «”exista la luz”, y la luz existió», ahora Jesús dice «”ábrete”», y los oídos del sordo se abren inmediatamente. Finalmente, el hecho de que Jesús lo aparte de la gente y lo cure en la intimidad nos está diciendo que esta «nueva creación» es el fruto de un encuentro personal con Jesús que inicia una comunión íntima y personal con Él.

La fuerza simbólica y evocadora de este acto de Jesús es tan grande que la Iglesia lo incorporó como un rito optativo en la celebración del bautismo, el sacramento que nos integra en la comunión con Dios. En concreto, después de la entrega del cirio bautismal, el celebrante puede tocar con el dedo pulgar los oídos y la boca del niño diciendo: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”.

La sociedad neopagana actual, como la de la Decápolis en tiempos de Jesús, se ha encerrado nuevamente en sí misma, se ha sometido a la esclavitud del materialismo y permanece sorda a la Palabra vivificante de Dios y muda para responder a ella con la alabanza, el culto y la santidad de vida. Como hicieron algunos de los habitantes de la Decápolis, los que todavía conservamos la fe, hemos de pedir a Jesús que la sane y recree y, por medio de una nueva evangelización, hemos de propiciar el encuentro personal con Él que hace posible esta sanación.

P. José María Prats

Evangelio:

En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él.

Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”.

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían:

«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Marcos 7, 31-37

Reflexionemos con el Salmo 145 de la Misa de mañana domingo: La alabanza es la oración en la que exaltamos a Dios porque es Dios, nos asombramos de su grandeza, amor y misericordia / P. Carlos García Malo

 


sábado, 7 de septiembre de 2024

Papa Francisco a niños discapacitados en Papúa Nueva Guinea, 7-9-2024: «Todos somos únicos ante Dios y tenemos una misión que nadie más puede cumplir»


* «¿Cómo podemos hacer más hermoso y feliz nuestro mundo?. Aprendiendo día a día a amar a Dios y a los demás con todo el corazón y procurando aprender —incluso en la escuela— todo lo que podamos, para así hacerlo de la mejor manera, estudiando y esforzándonos al máximo en cada oportunidad que se nos presenta para crecer, mejorar y perfeccionar nuestros talentos y capacidades»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la alocución del Papa 

* «Nosotros debemos concentrar todas nuestras fuerzas dirigiéndolas hacia una meta, que es el amor a Jesús —y, en Él, a todos los hermanos y hermanas que encontramos en el camino—, para luego con impulso colmar todo y a todos con nuestro afecto. En este sentido, ninguno de nosotros es “una carga” —como han dicho—, todos somos hermosos regalos de Dios, un tesoro los unos para los otros» 


 7 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  Es Papúa Nueva Guinea en toda su riqueza de costumbres, ritos y tradiciones la que se presentó ante los ojos del Papa Francisco al entrar en la Escuela Secundaria Técnica de Cáritas, segunda parada del primer día de su viaje al país oceánico al que el Pontífice llegó anoche, 6 de septiembre. Tras el saludo de esta mañana con las autoridades políticas y civiles, Francisco quiso empezar, por la tarde, con los niños de Port Moresby. Son aquellos discapacitados, pobres, sin hogar o sin perspectivas asistidos y atendidos por Street Ministry y Callan Services, dos organizaciones caritativas de la archidiócesis que proporcionan, la primera, ayuda, educación y artículos de primera necesidad a todos los menores que de otro modo deambulan por las polvorientas calles de la capital; la segunda, en cambio, ofrece servicios para niños y adultos discapacitados, garantizándoles también una educación.

A las preguntas de dos niños discapacitados sobre el sufrimiento Francisco contestó con claridad: “Ninguno de nosotros es como los demás, porque todos somos únicos delante de Dios. Por eso, no sólo reafirmo que hay esperanza para todos —como se ha dicho— sino que agrego también que cada uno de nosotros tiene un papel y una misión en el mundo que nadie más puede llevar a cabo, y aunque esto trae consigo penurias, al mismo tiempo produce mucha alegría, de un modo distinto para cada uno.La paz y el gozo son para todos”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Viaje apostólico a Papúa Nueva Guinea

Visita a los niños de "Ministerio de Calle" y "Servicios de Callan"

DISCURSO DEL SANTO PADRE

"Escuela Secundaria Técnica de Cáritas" (Port Moresby)

Sábado, 7 de septiembre de 2024

Felicitaciones a todos ustedes que cantaron y bailaron. ¡Lo hacen muy bien!

Queridas hermanas y hermanos, buenas tardes.

Saludo a Su Eminencia, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido. Agradezco también a la superiora de la comunidad, a la directora, a los laicos y religiosos, y a todos los presentes, especialmente a ustedes, niños, que son estupendos.

Me alegra encontrarme con ustedes y compartir este momento festivo. Agradezco también a sus compañeros, que me han hecho dos preguntas difíciles.

Uno de ellos me ha preguntado: “¿Por qué no soy como los demás?”. En verdad, la única respuesta que encuentro a esta pregunta es: “porque ninguno de nosotros es como los demás, porque todos somos únicos delante de Dios”. Por eso, no sólo reafirmo que “hay esperanza para todos” —como se ha dicho— sino que agrego también que cada uno de nosotros tiene un papel y una misión en el mundo que nadie más puede llevar a cabo, y aunque esto trae consigo penurias, al mismo tiempo produce mucha alegría, de un modo distinto para cada uno.La paz y el gozo son para todos.

Ciertamente todos tenemos límites, hay cosas que sabemos hacer mejor y otras que en cambio nos cuestan o que no somos capaces de hacer nunca, sin embargo, esto no determina nuestra felicidad. Es más bien el amor que ponemos en todo lo que hacemos, damos o recibimos. Dar amor, siempre, acoger con los brazos abiertos el amor que recibimos de las personas que nos quieren. Esto es lo más bonito y lo más importante de nuestra vida, en cualquier condición y para cualquier persona, incluso para el Papa, ¿lo sabían? Nuestra alegría no depende de nada más, nuestra alegría depende del amor.

Y esto nos lleva a la otra pregunta: “¿Cómo podemos hacer más hermoso y feliz nuestro mundo?”. Desde luego que con la misma “receta”, aprendiendo día a día a amar a Dios y a los demás con todo el corazón y procurando aprender —incluso en la escuela— todo lo que podamos, para así hacerlo de la mejor manera, estudiando y esforzándonos al máximo en cada oportunidad que se nos presenta para crecer, mejorar y perfeccionar nuestros talentos y capacidades.

¿Alguna vez han visto cómo se prepara un gato cuando tiene que hacer un gran salto? Primero se concentra y apunta todos sus esfuerzos y músculos en la dirección correcta. Y quizá lo hace tan rápido que ni siquiera lo notamos, pero lo hace. Y así también nosotros debemos concentrar todas nuestras fuerzas dirigiéndolas hacia una meta, que es el amor a Jesús —y, en Él, a todos los hermanos y hermanas que encontramos en el camino—, para luego con impulso colmar todo y a todos con nuestro afecto. En este sentido, ninguno de nosotros es “una carga” —como han dicho—, todos somos hermosos regalos de Dios, un tesoro los unos para los otros.

Gracias, niños, muchas gracias por este encuentro y gracias a todos ustedes, que aquí trabajan juntos con amor. Conserven esta luz siempre encendida como signo de esperanza, no sólo para ustedes, sino para todos aquellos con quienes se encuentran e incluso para nuestro mundo, a veces tan egoísta y preocupado por las cosas banales. Mantengan encendida la luz del amor y, por favor, recen también por mí.

Francisco


Fotos: Vatican Media, 7-9-2024