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domingo, 8 de septiembre de 2024

Papa Francisco en homilía en Papúa Nueva Guinea, 8-9-2024: «Lo más importante: abrirse a Dios, a los hermanos, al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida»


* «Pudiera ocurrirnos que nos encontremos apartados de la comunión y de la amistad con Dios y con los hermanos cuando, más que los oídos y la lengua, sea el corazón el que esté obstruido. Existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios, nos cierra a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio»


      

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Dios responde con lo puesto, con la cercanía de Jesús. En su Hijo, Dios nos quiere mostrar sobre todo esto: que Él es el Dios cercano, el Dios compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia. Y en el pasaje del Evangelio, en efecto, vemos cómo Jesús se dirige a esos territorios de las periferias saliendo de Judea para encontrarse con los paganos» 


8 de septiembre de 2024.-
(Camino Católico)  En la multitudinaria y colorida Misa que ha celebrado este domingo en el Sir John Guise Stadium de Port Moresby, en Papúa Nueva Guinea con una gran cantidad de asistentes con vestimentas tradicionales papuanas, el Papa Francisco destacó: “Esto es lo más importante: abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida”. “Abrámonos a Dios y a su Palabra —continua el Santo Padre— abrámonos al Evangelio, abrámonos a la fe de la Iglesia y, de esta manera, seremos capaces de comunicarnos entre nosotros y edificar una sociedad distinta, también aquí, en Papúa Nueva Guinea”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Viaje apostólico a Papúa Nueva Guinea

SANTA MISA


HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Estadio “Sir John Guise” (Port Moresby)

Domingo, 8 de septiembre de 2024


Las primeras palabras que nos dirige hoy el Señor son: «¡Sean fuertes, no teman!» (Is 35,4). El profeta Isaías lo dice a todos aquellos que tienen el corazón quebrantado. De este modo, anima e invita a su pueblo para que, aún en medio de las dificultades y los sufrimientos, levante la mirada hacia un horizonte de esperanza y de futuro. Les dice que Dios viene a salvar, que Él vendrá y en aquel día «se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos» (Is 35,5). 


Esta profecía se realiza en Jesús. En el relato de san Marcos, particularmente, se ponen en evidencia dos cosas: la lejanía del sordomudo y la cercanía de Jesús.



La lejanía del sordomudo. Este hombre se encontraba en una zona geográfica que, en el lenguaje actual, llamaríamos “periferia”. El territorio de la Decápolis se situaba al otro lado del Jordán y lejos de Jerusalén, que era el centro religioso. Pero ese hombre sordomudo experimentaba además otro tipo de lejanía; se encontraba lejos de Dios, estaba lejos de los hombres porque no tenía la posibilidad de comunicarse. Era sordo y por eso no podía escuchar a los demás, era mudo y a causa de ello no podía hablar con nadie. Este hombre era un marginado del mundo, estaba aislado, era un prisionero de su sordera y de su mudez y, por lo tanto, no podía abrirse para comunicarse con los demás.


Ahora bien, podemos leer esta condición de sordomudez en otro sentido, pues pudiera ocurrirnos que nos encontremos apartados de la comunión y de la amistad con Dios y con los hermanos cuando, más que los oídos y la lengua, sea el corazón el que esté obstruido. Existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios, nos cierra a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar. Todo esto nos aleja de Dios, nos aleja de los hermanos y también de nosotros mismos; y nos aleja de la alegría de vivir.


Hermanos y hermanas, ante esta lejanía, Dios responde con lo puesto, con la cercanía de Jesús. En su Hijo, Dios nos quiere mostrar sobre todo esto: que Él es el Dios cercano, el Dios compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia. Y en el pasaje del Evangelio, en efecto, vemos cómo Jesús se dirige a esos territorios de las periferias saliendo de Judea para encontrarse con los paganos (cf. Mc 7,31).



Con su cercanía, Jesús sana la sordera, sana la mudez del hombre; en efecto, cuando nos sentimos alejados, y decidimos distanciarnos —de Dios, de los hermanos y de quienes son diferentes a nosotros—, entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y terminamos girando sólo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo.


Y ustedes hermanos y hermanas, que habitan en esta tierra tan lejana, tal vez tienen la impresión de estar separados, separados del Señor, separados de los hombres, y esto no es así, no: ¡ustedes están unidos, unidos en el Espíritu Santo, unidos en el Señor! Y el Señor dice a cada uno de ustedes: “Ábrete”. Esto es lo más importante: abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida.



También a ustedes hoy les dice el Señor: “¡Ánimo, no temas, pueblo papú! ¡Ábrete! Ábrete a la alegría del Evangelio, ábrete al encuentro con Dios, ábrete al amor de los hermanos”. Que ninguno de ustedes permanezca sordo y mudo frente a esta invitación. En este camino los acompaña el beato Juan Mazzucconi que, entre tantos inconvenientes y hostilidades, trajo a Cristo en medio de ustedes, para que ninguno quedara sordo frente al alegre mensaje de salvación, y a todos se les pudiera soltar la lengua para cantar el amor de Dios. Que así sea, hoy, también para ustedes.


Francisco

Foto: Vatican Media, 8-9-2024

Papa Francisco en el Ángelus, en Papúa Nueva Guinea, 8-9-2024: «Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana»


8 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  Antes de concluir la Santa Misa en el Estadio Sir John Guise de Puerto Moresby, en Papúa Nueva Guinea, el Santo Padre ha elevado una vez más su voz en favor de la paz para las naciones y para la creación. “No al armamentismo ni a la explotación de la casa común”, ha dicho el Pontífice, y también ha pedido oraciones por el Santuario de Lourdes afectado por una inundación invocando a la Virgen María y rezando el Ángelus. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

Viaje apostólico a Papúa Nueva Guinea

PAPA FRANCISCO


ÁNGELUS


Estadio “Sir John Guise” (Port Moresby)

Domingo, 8 de septiembre de 2024


Queridos hermanos y hermanas:


Antes de concluir esta celebración, nos dirigimos a la Virgen María con la oración del Ángelus. A ella le encomiendo el camino de la Iglesia en Papúa Nueva Guinea y en las Islas Salomón. Que María, Auxilio de los cristianos —María Helpim— los acompañe y los proteja siempre; que fortalezca la unión de las familias; que haga hermosos y valientes los sueños de los jóvenes; que sostenga y consuele a los ancianos; que conforte a los enfermos y a los que sufren.


Y desde esta tierra tan bendecida por el Creador, quisiera invocar junto a ustedes, por intercesión de María Santísima, el don de la paz para todos los pueblos. En particular, lo pido para esta gran región del mundo entre Asia, Oceanía y el Océano Pacífico. Paz, paz para las naciones y también para la creación. No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas; sí a la armonía del hombre con las criaturas.


María Helpim, Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana.


En este domingo, que es la fiesta litúrgica de la Natividad de María, nuestro pensamiento va al santuario de Lourdes, que por desgracia ha sido afectado por una inundación.




Oración del Ángelus:  
                      


Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.



Francisco



Fotos: Vatican Media, 8-9-2024

Santa Misa y Ángelus, presidida por el Papa Francisco, de hoy, XXIII domingo del Tiempo Ordinario, en Papúa Nueva Guinea, 8-9-2024


8 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) La mañana de este 8 de septiembre, XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre ha presidido la Santa Misa en el Estadio Sir John Guise de Puerto Moresby, en Papúa Nueva Guinea. A los más de 23 mil fieles papús, en su homilía el Pontífice los ha animado a, “abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.

Antes de concluir la Santa Misa, el Santo Padre ha elevado una vez más su voz en favor de la paz para las naciones y para la creación. “No al armamentismo ni a la explotación de la casa común”, ha dicho el Pontífice, y también ha pedido oraciones por el Santuario de Lourdes afectado por una inundación invocando a la Virgen María y rezando el Ángelus.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Papa Francisco a niños discapacitados en Papúa Nueva Guinea, 7-9-2024: «Todos somos únicos ante Dios y tenemos una misión que nadie más puede cumplir»


* «¿Cómo podemos hacer más hermoso y feliz nuestro mundo?. Aprendiendo día a día a amar a Dios y a los demás con todo el corazón y procurando aprender —incluso en la escuela— todo lo que podamos, para así hacerlo de la mejor manera, estudiando y esforzándonos al máximo en cada oportunidad que se nos presenta para crecer, mejorar y perfeccionar nuestros talentos y capacidades»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la alocución del Papa 

* «Nosotros debemos concentrar todas nuestras fuerzas dirigiéndolas hacia una meta, que es el amor a Jesús —y, en Él, a todos los hermanos y hermanas que encontramos en el camino—, para luego con impulso colmar todo y a todos con nuestro afecto. En este sentido, ninguno de nosotros es “una carga” —como han dicho—, todos somos hermosos regalos de Dios, un tesoro los unos para los otros» 


 7 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  Es Papúa Nueva Guinea en toda su riqueza de costumbres, ritos y tradiciones la que se presentó ante los ojos del Papa Francisco al entrar en la Escuela Secundaria Técnica de Cáritas, segunda parada del primer día de su viaje al país oceánico al que el Pontífice llegó anoche, 6 de septiembre. Tras el saludo de esta mañana con las autoridades políticas y civiles, Francisco quiso empezar, por la tarde, con los niños de Port Moresby. Son aquellos discapacitados, pobres, sin hogar o sin perspectivas asistidos y atendidos por Street Ministry y Callan Services, dos organizaciones caritativas de la archidiócesis que proporcionan, la primera, ayuda, educación y artículos de primera necesidad a todos los menores que de otro modo deambulan por las polvorientas calles de la capital; la segunda, en cambio, ofrece servicios para niños y adultos discapacitados, garantizándoles también una educación.

A las preguntas de dos niños discapacitados sobre el sufrimiento Francisco contestó con claridad: “Ninguno de nosotros es como los demás, porque todos somos únicos delante de Dios. Por eso, no sólo reafirmo que hay esperanza para todos —como se ha dicho— sino que agrego también que cada uno de nosotros tiene un papel y una misión en el mundo que nadie más puede llevar a cabo, y aunque esto trae consigo penurias, al mismo tiempo produce mucha alegría, de un modo distinto para cada uno.La paz y el gozo son para todos”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Viaje apostólico a Papúa Nueva Guinea

Visita a los niños de "Ministerio de Calle" y "Servicios de Callan"

DISCURSO DEL SANTO PADRE

"Escuela Secundaria Técnica de Cáritas" (Port Moresby)

Sábado, 7 de septiembre de 2024

Felicitaciones a todos ustedes que cantaron y bailaron. ¡Lo hacen muy bien!

Queridas hermanas y hermanos, buenas tardes.

Saludo a Su Eminencia, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido. Agradezco también a la superiora de la comunidad, a la directora, a los laicos y religiosos, y a todos los presentes, especialmente a ustedes, niños, que son estupendos.

Me alegra encontrarme con ustedes y compartir este momento festivo. Agradezco también a sus compañeros, que me han hecho dos preguntas difíciles.

Uno de ellos me ha preguntado: “¿Por qué no soy como los demás?”. En verdad, la única respuesta que encuentro a esta pregunta es: “porque ninguno de nosotros es como los demás, porque todos somos únicos delante de Dios”. Por eso, no sólo reafirmo que “hay esperanza para todos” —como se ha dicho— sino que agrego también que cada uno de nosotros tiene un papel y una misión en el mundo que nadie más puede llevar a cabo, y aunque esto trae consigo penurias, al mismo tiempo produce mucha alegría, de un modo distinto para cada uno.La paz y el gozo son para todos.

Ciertamente todos tenemos límites, hay cosas que sabemos hacer mejor y otras que en cambio nos cuestan o que no somos capaces de hacer nunca, sin embargo, esto no determina nuestra felicidad. Es más bien el amor que ponemos en todo lo que hacemos, damos o recibimos. Dar amor, siempre, acoger con los brazos abiertos el amor que recibimos de las personas que nos quieren. Esto es lo más bonito y lo más importante de nuestra vida, en cualquier condición y para cualquier persona, incluso para el Papa, ¿lo sabían? Nuestra alegría no depende de nada más, nuestra alegría depende del amor.

Y esto nos lleva a la otra pregunta: “¿Cómo podemos hacer más hermoso y feliz nuestro mundo?”. Desde luego que con la misma “receta”, aprendiendo día a día a amar a Dios y a los demás con todo el corazón y procurando aprender —incluso en la escuela— todo lo que podamos, para así hacerlo de la mejor manera, estudiando y esforzándonos al máximo en cada oportunidad que se nos presenta para crecer, mejorar y perfeccionar nuestros talentos y capacidades.

¿Alguna vez han visto cómo se prepara un gato cuando tiene que hacer un gran salto? Primero se concentra y apunta todos sus esfuerzos y músculos en la dirección correcta. Y quizá lo hace tan rápido que ni siquiera lo notamos, pero lo hace. Y así también nosotros debemos concentrar todas nuestras fuerzas dirigiéndolas hacia una meta, que es el amor a Jesús —y, en Él, a todos los hermanos y hermanas que encontramos en el camino—, para luego con impulso colmar todo y a todos con nuestro afecto. En este sentido, ninguno de nosotros es “una carga” —como han dicho—, todos somos hermosos regalos de Dios, un tesoro los unos para los otros.

Gracias, niños, muchas gracias por este encuentro y gracias a todos ustedes, que aquí trabajan juntos con amor. Conserven esta luz siempre encendida como signo de esperanza, no sólo para ustedes, sino para todos aquellos con quienes se encuentran e incluso para nuestro mundo, a veces tan egoísta y preocupado por las cosas banales. Mantengan encendida la luz del amor y, por favor, recen también por mí.

Francisco


Fotos: Vatican Media, 7-9-2024

Papa Francisco a consagrados y catequistas, en Papúa Nueva Guinea, 7-9-2024: «No estamos solos, es el Señor quien actúa en nuestra vocación, que es ser instrumentos de su gracia»


* «Sabéis que las tres actitudes más bellas son la cercanía, la compasión y la ternura. Si una mujer o un hombre consagrado, un sacerdote, un obispo, los diáconos no son cercanos, no son compasivos y no son tiernos, no tienen el Espíritu de Jesús. No lo olvidéis: cercanía, compasión, ternura… El tesoro más hermoso a los ojos del Padre somos nosotros, acurrucados en torno a Jesús, bajo el manto de María, unidos espiritualmente a todos los hermanos que el Señor nos ha confiado y que no pueden estar aquí, encendidos por el deseo de que el mundo entero conozca el Evangelio y comparta con nosotros su fuerza y su luz»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la alocución del Papa 

* «Lo dice San Pablo cuando nos recuerda que el crecimiento de lo que sembramos no es obra nuestra, sino del Señor (cf. 1 Co 3, 7), y lo enseña la Madre Iglesia cuando subraya que, incluso con nuestro esfuerzo, es Dios “quien hace venir su reino a la tierra” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Decr. Ad gentes, 42). Por tanto, sigamos evangelizando, con paciencia, sin dejarnos desanimar por las dificultades y las incomprensiones, incluso cuando éstas surgen donde menos desearíamos encontrarlas: en la familia, por ejemplo» 

7 de septiembre de 2024.- (Camino Católico)  El Papa Francisco, en su discurso a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas, en el Santuario María Auxiliadora, en Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, les ha dicho que sigan el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. "Si un consagrado, un sacerdote, un obispo, un siervo, un diácono no son cercanos, no son compasivos y no son tiernos, no tienen el Espíritu de Jesús…. Seguimos adelante, sin miedo -no sé si siempre-, sabiendo que no estamos solos, que es el Señor quien actúa, en nosotros y con nosotros haciéndonos instrumentos de su gracia. Esta es nuestra vocación: ser instrumentos”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la alocución del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Encuentro con los obispos de Papúa Nueva Guinea y de las Islas Salomón, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y catequistas

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Santuario de María Auxiliadora (Port Moresby)

Sábado, 7 de septiembre de 2024

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

Os saludo con afecto a todos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas. Agradezco al Presidente de la Conferencia Episcopal sus palabras, así como a Santiago, a Gracia, a sor Lorena y al padre Emmanuel sus testimonios.

Estoy feliz de estar aquí, en esta hermosa iglesia salesiana: los salesianos saben hacer bien las cosas. Enhorabuena. Este es un santuario diocesano dedicado a María Auxiliadora: María Auxiliadora -yo fui bautizado en la parroquia de María Auxiliadora de Buenos Aires-, título tan querido por San Juan Bosco; María Auxiliadora, como cariñosamente la invocáis aquí. Cuando, en 1844, la Virgen inspiró a Don Bosco la construcción de una iglesia en su honor en Turín, le hizo esta promesa: “Aquí está mi casa, desde aquí mi gloria”.

María le prometió que, si tenía el valor de empezar a construir aquel santuario, le llegarían grandes gracias. Y así sucedió: se construyó la iglesia, que es maravillosa -¡pero la de Buenos Aires es más hermosa! - y se ha convertido en un centro de irradiación del Evangelio, de formación de los jóvenes y de caridad, se ha convertido en un punto de referencia para tantas personas.

Así que el hermoso santuario en el que nos encontramos, que se inspira en esa historia, también puede ser un símbolo para nosotros, sobre todo en referencia a tres aspectos de nuestro camino cristiano y misionero, como han subrayado los testimonios que hemos escuchado: el coraje de comenzar, la belleza de existir y la esperanza de crecer.

Primero: el valor de empezar. Los constructores de esta iglesia comenzaron haciendo un gran acto de fe, que dio sus frutos, y que sólo fue posible gracias a otros muchos comienzos valientes, de quienes les precedieron. Los misioneros llegaron a este país a mediados del siglo XIX y los primeros pasos de su labor no fueron fáciles, de hecho algunos intentos fracasaron. Pero no se rindieron: con gran fe y celo apostólico siguieron predicando el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas, recomenzando muchas veces donde habían fracasado, con muchos sacrificios.


Nos lo recuerdan estas vidrieras -que ahora no se pueden ver porque es de noche- a través de las cuales la luz del sol nos sonríe en los rostros de los Santos y Beatos: mujeres y hombres de todas las procedencias, vinculados a la historia de vuestra comunidad: Pedro Chanel, protomártir de Oceanía, Juan Mazzucconi y Pedro To Rot, mártires de Nueva Guinea, y después Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, María McKillop, María Goretti, Laura Vicuña, Zeffirino Namuncurà, Francisco de Sales, Juan Bosco, María Dominica Mazzarello.

Todos hermanos y hermanas que, de modos diversos y en tiempos diferentes, comenzando y recomenzando tantas veces obras y caminos, han contribuido a llevar el Evangelio entre vosotros, con una riqueza multicolor de carismas, animados por el mismo Espíritu y la misma caridad de Cristo (cf. 1 Co 12, 4-7; 2 Co 5, 14). Es gracias a ellos, a sus “partidas” y “partidas de nuevo” - los misioneros son mujeres y hombres de “salida”, y si vuelven, de “salida de nuevo”: ésta es la vida del misionero, salir y salir-, es gracias a ellos que estamos aquí y que hoy, a pesar de los desafíos que no faltan, seguimos adelante, sin miedo -no sé si siempre-, sabiendo que no estamos solos, que es el Señor quien actúa, en nosotros y con nosotros (cf. Ga 2,20), haciéndonos, como a ellos, instrumentos de su gracia (cf. 1 Pe 4,10). Esta es nuestra vocación: ser instrumentos.

Y en este sentido, también a la luz de lo que hemos escuchado, quisiera recomendaros un camino importante hacia el que dirigir vuestras “salidas”: el de las periferias de este país. Pienso en las personas que pertenecen a los segmentos más pobres de las poblaciones urbanas, así como en las que viven en las zonas más remotas y abandonadas, donde a veces faltan las cosas necesarias. Y pienso también en los marginados y heridos, moral y físicamente, por los prejuicios y las supersticiones, a veces hasta el punto de arriesgar la vida, como nos recordaban Santiago y sor Lorena.

A estos hermanos y hermanas, la Iglesia quiere estarles particularmente cercana, porque en ellos Jesús está presente de un modo especial (cf. Mt 25, 31-40), y donde está Él, nuestra cabeza, allí estamos también nosotros, sus miembros, pertenecientes a un mismo cuerpo, “bien unidos y bien relacionados por la ayuda que nos prestan todas las coyunturas” (Ef 4, 16). Y, por favor, no lo olvidéis: ¡cercanía, cercanía! Ya sabéis que las tres actitudes más bellas son la cercanía, la compasión y la ternura. Si una mujer o un hombre consagrado, un sacerdote, un obispo, los diáconos no son cercanos, no son compasivos y no son tiernos, no tienen el Espíritu de Jesús. No lo olvidéis: cercanía, compasión, ternura.

Y esto nos lleva al segundo aspecto: la belleza de existir. Podemos verla simbolizada en las conchas kina, con las que está adornado el presbiterio de esta iglesia, y que son signo de prosperidad. Nos recuerdan que aquí el tesoro más hermoso a los ojos del Padre somos nosotros, acurrucados en torno a Jesús, bajo el manto de María, unidos espiritualmente a todos los hermanos que el Señor nos ha confiado y que no pueden estar aquí, encendidos por el deseo de que el mundo entero conozca el Evangelio y comparta con nosotros su fuerza y su luz.


James preguntó cómo transmitir el entusiasmo de la misión a los jóvenes. No creo que haya “técnicas” para ello. Sin embargo, una forma probada es cultivar y compartir con ellos nuestra alegría de ser Iglesia (cf. Benedicto XVI, Homilía en la Misa de Inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 de mayo de 2007), un hogar acogedor hecho de piedras vivas, elegidas y preciosas, colocadas por el Señor unas junto a otras y cimentadas por su amor (cf. 1 Pe 2, 4-5). Así, como nos recordó Grace, recordando la experiencia del Sínodo, estimándonos y respetándonos unos a otros y poniéndonos al servicio de los demás, podemos mostrarles a ellos y a cualquiera que se encuentre con nosotros lo hermoso que es seguir juntos a Jesús y anunciar su Evangelio.

La belleza de estar ahí, pues, no se experimenta tanto en los grandes acontecimientos y en los momentos de éxito, sino más bien en la fidelidad y el amor con los que nos esforzamos por crecer juntos cada día.

Y así llegamos al tercer y último aspecto: la esperanza de crecer. En esta Iglesia existe una interesante “catequesis en imágenes” del paso del Mar Rojo, con las figuras de Abraham, Isaac y Moisés: los Patriarcas fecundados por la fe, que por creer recibieron como don una descendencia numerosa (cf. Gn 15,5; 26,3-5; Ex 32,7-14). Y éste es un signo importante, porque nos anima también a nosotros, hoy, a tener confianza en la fecundidad de nuestro apostolado, continuando a sembrar pequeñas semillas de bien en los surcos del mundo.

Parecen minúsculas, como un grano de mostaza, pero si confiamos y no dejamos de esparcirlas, por la gracia de Dios brotarán, darán una cosecha abundante (cf. Mt 13, 3-9) y producirán árboles capaces de acoger a las aves del cielo (cf. Mc 4, 30-32). Lo dice San Pablo cuando nos recuerda que el crecimiento de lo que sembramos no es obra nuestra, sino del Señor (cf. 1 Co 3, 7), y lo enseña la Madre Iglesia cuando subraya que, incluso con nuestro esfuerzo, es Dios “quien hace venir su reino a la tierra” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Decr. Ad gentes, 42).

Por tanto, sigamos evangelizando, con paciencia, sin dejarnos desanimar por las dificultades y las incomprensiones, incluso cuando éstas surgen donde menos desearíamos encontrarlas: en la familia, por ejemplo, como hemos oído.

Queridos hermanos y hermanas, demos gracias juntos al Señor por cómo arraiga y se difunde el Evangelio en Papúa Nueva Guinea y en las Islas Salomón. Continuad así vuestra misión, como testigos del valor, la belleza y la esperanza. Y no olvidéis el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. ¡Seguid siempre adelante con este estilo del Señor! Os doy las gracias por lo que hacéis, os bendigo a todos de corazón y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí, porque lo necesito, ¡gracias!

Francisco


Fotos: Vatican Media, 7-9-2024