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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Jennifer S. Bryson: «Estudiaba comunismo en la Universidad Karl Marx y mientras leía a Lenin tuve una experiencia de Dios: irrumpió en mi vida, supe que existía y que me creó; cambió mi vida y nunca miré ya atrás»

Jennifer S. Bryson era agnóstica y estaba estudiando comunismo en la Alemania comunista, cuando Dios le salió al encuentro de golpe / Foto: Catholic information center

* «Fue una experiencia de Dios como mi Creador, de que Dios es Creador, que nos ha creado. Y tuve una sensación de paz y tranquilidad, de total y completo y radical sobrecogimiento. Miraba a mi alrededor a los otros estudiantes y quería hablarles, sacudirles, gritarles y decirles ‘¡no tenéis por qué ser infelices! ¡Dios existe!’ Pero no lo hice. Yo era norteamericana y la experiencia era un poco abrumadora. Desde las ventanas veía el cielo, los árboles... y volviendo a casa, esas cosas simples las veía de forma completamente nueva. ¡Dios creó el cielo, el árbol, Dios me creó a mí!. Un par de meses después, en pleno invierno, se me ocurrió que podía hablar con Dios. Intenté hacerlo... y descubrí la oración. Y no sólo oración. Me impactó porque descubrí ¡libertad! Me di cuenta de que 'esta es la única cosa que el gobierno de Alemania Oriental no puede quitarme'. En Dios, en la fe, soy libre… Dejad a Dios trabajar en vuestras vidas, cuando intenté luchar contra eso no funcionó bien. Abríos al amor de Dios. Dios quiere compartirse. Dios no es abstracto, nos guía con su Iglesia, con semillas, y con esa alegría que yo veía en aquellos jóvenes polacos» 

Camino Católico.- Jennifer S. Bryson es una mujer interesante por multitud de razones: ha sido interrogadora de yihadistas en Guantánamo (y activista contra la tortura), ha estudiado árabe y griego, ha sido activista contra la ideología de género en el deporte y ahora traduce y difunde a autoras cristianas de lengua alemana el siglo XX, Ida Friederike Görres y Oda Scheneider.

Pero en su infancia y juventud estaba convencida de que la religión era una tontería, algo para gente tonta. Hasta que tuvo una experiencia mística en el lugar más inesperado: la sala de estudios de la Universidad Karl Marx, en la Alemania comunista, leyendo a Lenin, mientras estudiaba un curso de comunismo y filosofía marxista. Lo ha contado con detalle en inglés en Coming Home Network, el programa de entrevistas a conversos católicos y lo sintetiza y traduce P.J. Ginés en Religión en Libertad.

Familia de origen luterano, poco devota

Jennifer S. Bryson nació en Estados Unidos, en una familia de cultura luterana y orígenes finlandeses. Para sus padres, lo más importante era que estudiara e hiciera carrera. Sólo la madre iba a la iglesia y llevaba a sus hijos. Iban a una iglesia luterana en parte por costumbre y convención social, en parte por mantener contactos. En su casa no se hablaba de Dios, aunque se bendecía la mesa.

Un día, cuando tenía unos diez años, en la escuela dominical (la catequesis que se da los domingos a los niños, antes o después de los servicios religiosos), hizo una pregunta incómoda. A ella le gustaba aprender cosas de ciencia, y en un reportaje en televisión había aprendido que en Mesopotamia no había manzanas. Así que, respecto a la historia de Adán y Eva y la manzana, levantó la mano y planteó que la fruta podría haber sido una granada. "Para mí, era una pregunta sincera, yo estaba interesada en el mundo. Pero la catequista dijo: 'Simplemente, deja de preguntar". Jennifer sacó una conclusión: la religión era una cosa tonta para gente tonta. Gente que temía las preguntas. Sus hermanos mayores también le decían eso. "Es un tema estúpido, no nos interesa para nada", le decían.

Ya en la adolescencia, tocaba hacer la Confirmación, un rito importante en los luteranos de países escandinavos. Ella ya no creía en lo que enseñaban en la Iglesia. Su madre le dijo que, por favor, siguiera la corriente, lo justo para hacer la ceremonia. "Me sentí como si me pidieran mentir, pero era importante para ella", recuerda. En la ceremonia, cuando todos recitaban el Credo, ella se saltaba algunas partes, como el "nació de María Virgen".

De su formación en la adolescencia, recuerda a un buen pastor de jóvenes, que recomendaba leer a CS Lewis (a ella le gustaron Las Crónicas de Narnia) y con el que se podía hablar. Transmitía "algo pacífico, gozoso y sólido en su vida, y con su esposa tenían un buen matrimonio, mientras ya veía yo divorciarse a los padres de mis amigas. Pensé: 'algún día tengo que averiguar qué hay en su vida'". ¡No lo asociaba con su fe!

En Austria con Juan Pablo II

Poco antes de los 15 años llegó a Austria para estar un año de estudiante de intercambio y mejorar su alemán. Era 1983. "Yo ya era bastante anticatólica, no sé bien por qué. Pero ahora estaba en una zona rural de Austria y todo era católico". Nada más llegar, la familia que la acogía la invitó a la misa al aire libre, en Viena, con Juan Pablo II. No recuerda mucho de esa misa. No le gustaron nada los crucifijos metálicos (con el Crucificado), similares a los del Papa, aunque no lo comentó con nadie. La misa no le pareció muy distinta al servicio luterano, pero no le causó una gran impresión.

Jennifer no acompañaba a misa dominical a su familia de acogida ese año. Sí fue a la misa de medianoche de Navidad, que le pareció "oscura, como un funeral".

Ese mismo año, acompañó a su hermano mayor (casi 20 años mayor que ella) a un viaje a Roma. En San Pedro del Vaticano vio a una mujer besar los pies de una estatua. "¿Ves? Ya lo decía yo, los católicos son paganos", se dijo.

Sin religión, a la Alemania comunista

Empezó la universidad convencida de que la religión no era para personas inteligentes como ella. En 1987, como sabía alemán, buscando viajar y aventura, se apuntó a un programa especial becado por el gobierno de la RDA, la Alemania comunista, para poder estudiar un año en la Universidad Karl Marx (desde 1991 se llama, simplemente, la Universidad de Leipzig).

Frontispicio marxista que en los años 70 y 80 recibía a los estudiantes en la Universidad Karl Marx de LeipzigBundesarchiv / Foto: CC BY-SA 3.0

Allí había estudiantes de varios países comunistas y de movimientos comunistas (sandinistas de Nicaragua, sudafricanos del ANC, etc...). "¿Eres marxista?", le preguntó un alumno. "Pues, no lo sé", dijo ella. Como el marxismo parecía importante allí, se apuntó a un curso especial que intentaba resumir en un año 3 cursos de marxismo obligatorio para los universitarios alemanes.

La primera parte era la Filosofía. De los griegos materialistas como Demócrito y Anaximandro (siglo IV a.C) pasaban directamente a Feuerbach (s.XIX) con su crítica a la religión. No existían Platón, ni Aristóteles, ni Agustín, ni Tomás de Aquino, ni Descartes, ni Leibniz...

"Mi profesor era fantástico, un auténtico creyente en el marxismo-leninismo, magnífico enseñante. En su primer día de clase nos dijo que el objetivo del curso era averiguar lo que es verdadero en la existencia". Le fascinó porque nunca antes le habían planteado la pregunta acerca de la verdad. En Stanford leían "grandes libros" de autores en desacuerdos, pero nunca le plantearon si lo que decían era verdad o no. Pensó: "Esto importa".

El curso filosófico no mencionaba el ateísmo durante los primeros meses de clase, era algo que se daba por supuesto. Ella estudiaba muy duro, se preparaba bien las clases, pensando que esa filosofía lo explicaba todo. Era nueva y fascinante.

Experiencia mística en la sala de lectura

"Nos encargaron leer un ensayo de Lenin que íbamos a debatir sobre por qué no puede haber marxismo-leninismo sin ateísmo. Y allí estaba yo, en la sala de lectura de la Universidad Karl Marx, con filas de mesas y estudiantes, rodeada de las obras completas en muchos volúmenes de Marx, Engels y Lenin, con muchas copias. Yo leía ese ensayo. No me hacía la pregunta de "ateísmo o Dios". Dios no estaba ni siquiera en mi radar".

Ella leía a Lenin con atención, y veía que era como ir hacia un precipicio, que iba a tener que decidir en algún momento sobre si lo que leía era verdadero.

"De repente, tuve una experiencia de Dios. Todo lo que puedo decir es que Dios irrumpió en mi vida. Tengo escalofríos al recordarlo", explica hablando en CHNetwork.

"Yo no estaba pensando en Él. Yo leía lo que Lenin decía, que el ateísmo es un sine qua non, que has de seguirlo. Y en ese momento... No fue un proceso de pensamiento racional, no fue el final de un silogismo. Fue una experiencia de Dios como mi Creador, de que Dios es Creador, que nos ha creado. Y tuve una sensación de paz y tranquilidad, de total y completo y radical sobrecogimiento [awe]".

"Miraba a mi alrededor a los otros estudiantes y quería hablarles, sacudirles, gritarles y decirles ‘¡no tenéis por qué ser infelices! ¡Dios existe!’ Pero no lo hice. Yo era norteamericana y la experiencia era un poco abrumadora. Desde las ventanas veía el cielo, los árboles... y volviendo a casa, esas cosas simples las veía de forma completamente nueva. ¡Dios creó el cielo, el árbol, Dios me creó a mí! Ese fue el punto que cambió mi vida, y nunca miré ya atrás".

Con la oración, ¡libertad!

Los meses que le quedaban en la Alemania comunista podrían haber sido muy duros, si no fuera por los estudiantes polacos del lugar. Eran los más amigables, "un poco locos", los más alegres... y católicos. Ellos mismos buscaban hablar con Jennifer. "La mayoría eran creyentes devotos, sin miedo, hablaban de su fe, iban a actividades de iglesia, y estaban llenos de gozo. ¡No había mucho gozo en la Alemania Oriental! Eran una chispa de luz brillante. Eran inteligentes y agudos".

Un par de meses después, en pleno invierno, "se me ocurrió que podía hablar con Dios. Intenté hacerlo... y descubrí la oración. Y no sólo oración. Me impactó porque descubrí ¡libertad! Me di cuenta de que 'esta es la única cosa que el gobierno de Alemania Oriental no puede quitarme'", detalla. Como extranjera, podían quitarle papeles, permisos, y se encontraba con controles, alambradas, soldados, el Muro de Berlín... "En Dios, en la fe, soy libre", descubrió.

Estudiantes en la Karl Marx University en noviembre de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, apenas 2 años después del paso de Jennifer

En "una esquina oscura de una habitación oscura de una librería oscura" en la Alemania comunista, encontró un libro inesperado. ¡Estaba en inglés! Era Mero Cristianismo, de CS Lewis. Aún lo guarda. "Debía haber llegado allí de contrabando", considera. Ella conocía a Lewis por Crónicas de Narnia y por recomendaciones de su antiguo pastor de jóvenes,

Leyó la primera parte: Dios existe. "Sí, sí, sí, es lo que yo había experimentado". Segunda parte: ¿existe el bien y el mal, lo correcto y lo inmoral? "Oh, rayos, sí, sí". Tercera parte: Jesús. Ahí ella se bloqueó y dejó de leer: no le interesaba Jesús.

Buscando creyentes en EEUU

De vuelta en EEUU, en la descreída Universidad de Stanford, buscaba creyentes, y no los encontraba. Fue a la iglesia de su madre, habló con un clérigo luterano de su experiencia mística. Fue una decepción: él no pudo mostrar menos interés.

Después, en Domingo de Pascua, fue a una iglesia luterana del campus universitario. "¡Yo tenía hambre de Dios! Y allí nos hablaron de los sandinistas de Nicaragua y de ayudar a los sandinistas. ¡Pero si yo venía de estudiar con sandinistas en Alemania Oriental!" Eran ateos, materialistas y su sistema cerrado no valoraba a la persona humana, y justificaba la violencia y la revolución para expulsar gobiernos e instaurar el comunismo. Eso lo había estudiado ella con ellos.

Decidió que tenía que acercarse a conservadores interesados en política, y así encontró jóvenes cristianos del apostolado cristiano InterVarsity. Lloró de ilusión. Eran unos "evangélicos maravillosos" y le recordaban a los católicos polacos. Amaban a Dios y la Biblia, y la creían. Perseveró en ir a la iglesia con ellos.

Jesús y el aborto

Dos temas le resultaban difíciles. Por un lado, Jesús, Dios hecho hombre, que hacía milagros. Por otro, la oposición al aborto. Ella, educada para "triunfar", veía el embarazo como un obstáculo, y no había pensado en la verdad de la causa provida. Estaba saliendo con un chico evangélico, y para él ambos temas eran innegociables.

Pasó el verano como becaria en la embajada norteamericana en Bonn, en Alemania. Allí contactó con un grupo llamado Navigators, que eran evangelizadores en círculos de diplomáticos y sus familias. Juntaban a bastantes adultos jóvenes y estudiaban la Biblia. Ella se sentía a gusto con ellos. Ese verano abrió gradualmente su corazón a entender que Jesús era el centro de todo eso, de la conexión entre Dios y los que se trataban con Dios. También quedó asombrada por la catedral de Colonia y su belleza.

Ella, tan impactada por Dios como Creador, se dio cuenta también de que cada ser humano es creado por Dios en el seno materno, meses antes de ser visto. Dios creaba a cada uno, y cada uno es valioso para Él. Así dio el paso a la cultura provida.

Jóvenes equilibrados, bebían sin emborracharse

En su último año en la universidad, ella ya era firmemente provida. Y en actividades provida encontró católicos. Ahora era una becaria-ayudante en el Senado de EEUU, con su título en Ciencias Políticas y su dominio de idiomas. En Washington encontró jóvenes católicos activos. "Eran, de nuevo, muy majos. Equilibrados. Chicos y chicas se trataban bien. Ni tenían miedo unos de otros, ni hacían nada inapropiado. Bebían alcohol, pero no se emborrachaban. Era un ambiente magnífico".

Algunos la invitaron a ir con ellos a las 8 de la mañana a un abortorio, a ofrecer alternativas a chicas tentadas de abortar. No le apetecía mucho, pero sabía que era importante. Allí no sólo repartían folletos con alternativas: un compañero permanecía cerca rezando. A veces eran dos, y rezaban el Rosario. A ella le parecía "esa cosa mariana rara". Pero también comentaban los misterios bíblicos.

Uno de aquellos chicos era del Opus Dei y estaba muy bien formado, conocía y amaba la Biblia y le gustaba responder a sus preguntas. Y él le preguntó: "Jennifer, ¿de dónde salió la Biblia?" Y también comentó con ella Juan 6, el discurso del Pan de Vida: ¡comer Su carne, beber su Sangre! De eso hablaban junto a la clínica abortista. Y ella pensó: "Estoy en apuros, si de verdad quiero seguir la Biblia... tendré que hacerme católica".

"Léete Las Confesiones de San Agustín y luego hablamos"

Era septiembre de 1989. En Europa caían los regímenes comunistas en Polonia y Hungría y temblaban en sus países vecinos. Ella empezaba a estudiar Historia de la Diplomacia, y le hablaban de Santo Tomás de Aquino. También conoció a un profesor anciano, "fabuloso", que enseñaba sobre intelectuales medievales. Era el historiador Jaroslav Pelikan. Su abuelo había sido obispo luterano en Eslovaquia. Él fue luterano hasta 1998, cuando se hizo ortodoxo. Falleció en 2006.

Durante un año Jennifer estudió con él a Agustín, Tomás de Aquino y todo lo que había entre ellos. Pelikan le dijo: "Léete las Confesiones de San Agustín y vuelve cuando hayas terminado". Lo mismo con La Ciudad de Dios. También empezó a estudiar latín: su profesor era un judío ruso converso al catolicismo.

Rodeada de católicos interesantes, empezó a ir a la misa diaria. Descubrió que en ella había mucha Biblia y que se aprendía mucho, también sobre los santos, que eran intercesores que oran a Dios por nosotros, como hacen los amigos en la tierra.

Una mujer paciente y generosa, del Opus Dei, se dedicó a prepararla a ella, y a otra estudiante, para la Vigilia Pascual y su entrada plena en la Iglesia. Recordó que Jesús no fundó un libro, sino una comunidad. Y entendió que, en esta confirmación, católica, podía rezar todo el Credo. Esa Vigilia Pascual de 1990, hundido ya el comunismo en Europa Oriental a lo largo de unos pocos meses, ella se hizo católica.

Más lenguas, más culturas, interrogar en Guantánamo

Estudiar a Tomás de Aquino le llevó a Aristóteles y la lengua griega, y también al árabe. Vivió un tiempo en países árabe-hablantes. Se doctoró en estudios Greco-Árabes en Yale, se graduó en diciembre del 2000, y diez meses después el atentado de las Torres Gemelas del 11-S hizo que todo el mundo se planteara qué pasaba en Oriente y con el Islam.

Trabajó con el ejército de EEUU. Durante dos años fue interrogadora en la base norteamericana de Guantánamo, donde se concentraban los presos yihadistas. Escribió sobre eso en varias ocasiones, a favor de interrogar, y claramente en contra de las torturas, incluso contra el terrorismo.

Jennifer Bryson, en 2025, en una ponencia sobre Ida Friederike Görres

Después ha colaborado en varios think-tanks conservadores (como el Ethics and Public Policy Institute en Washington) y asociaciones en defensa de las libertades, por ejemplo, contra el wokismo y la ideología de género en el deporte. En los últimos años, traduce a autoras cristianas alemanas del siglo XX, como Ida Friederike Görres, fallecida en 1971, que veían venir algunos desastres del cristianismo "liberal".

A las personas con preguntas sobre Dios, les da un consejo: "Dejad a Dios trabajar en vuestras vidas, cuando intenté luchar contra eso no funcionó bien. Abríos al amor de Dios. Dios quiere compartirse. Dios no es abstracto, nos guía con su Iglesia, con semillas, y con esa alegría que yo veía en aquellos jóvenes polacos".

Más sobre ella en JenniferBryson.net

Shannon Wendt: «Sufrí tres abortos espontáneos, me enfadé con Dios por no entender por qué lo permitía, dejé de orar, empecé a rezar el rosario diario y Nuestra Señora me guio al corazón de su Hijo hasta restaurar la relación»

Shannon Wendt explica como el rezo del rosario restauró su relación con Dios

* «Nuestra Señora realmente me acompañó en cada paso del camino, guiándome directamente al corazón de su Hijo. Me di cuenta de que en cada paso del camino, en todo este viaje, en el que pensaba que Él estaba distante y se había olvidado de mí, su Corazón se estaba rompiendo junto con el mío en cada paso del recorrido. Y eso, para mí, es lo que realmente importa. Nuestra Señora nos guía a todos en los altibajos del sufrimiento, lo bueno, lo malo, hasta el corazón de su Hijo y nos ayuda a restaurar la relación. Y eso realmente consolidó en mí la misión de todo lo que hago… ayudar realmente a la gente a comprender esta relación real, esta madre real que tenemos en Nuestra Señora, y su hermoso y poderoso papel de llevarnos a Cristo» 

Camino Católico.- Shannon Wendt es la fundadora y directora ejecutiva de Chews Life, una empresa católica cuyo objetivo es proporcionar a los católicos rosarios de alta calidad —incluidos rosarios de silicona gruesa para bebés y niños pequeños— que sean bonitos, prácticos y duraderos, y estén diseñados para fomentar una devoción viva por el rosario. Es autora de un nuevo libro publicado por Ascension Press titulado The Way of the Rosary: A Journey with Mary Through Scripture, Liturgy, and Life.

Wendt habla con Jonah McKeown para el National Catholic Register  sobre cómo la decisión de volver a rezar el rosario la llevó a retomar con alegría la práctica de su fe católica tras la dolorosa experiencia de sufrir varios abortos espontáneos y enfadarse con Dios.

-¿Cuéntanos quién eres y cuál es tu trayectoria espiritual?

-Mi esposo y yo estamos criando a nuestros, pronto, nueve hijos; actualmente tenemos ocho, el noveno nacerá en abril, y los educamos en casa. Mi esposo y yo nos conocimos en un grupo juvenil. Nuestra fe siempre ha sido una parte muy importante de nuestra vida… pero cuando nos casamos y nos ocupamos de criar una familia y construir una vida, para ambos, esa relación personal con el Señor quedó un poco relegada… y eso nos dejó realmente mal preparados para afrontar un periodo de sufrimiento.

Hace poco más de diez años, en un lapso de once meses, sufrí tres abortos espontáneos seguidos, y cada uno de ellos fue más avanzado y más complejo que el anterior desde el punto de vista médico. Al final, estaba enfadada con el Señor. No podía entender por qué el Señor permitía que sucediera algo tan horrible.

No perdí del todo mi fe… pero Dios y yo no teníamos una relación. Viví así durante aproximadamente un año y medio, sin rezar de verdad, simplemente siguiendo la rutina y sumiéndome cada vez más en la depresión.

-¿Cómo influyó el rezo del Rosario en tu regreso?

-Con el tiempo, empecé a sentir la necesidad de volver a rezar el rosario diario. Era una de las cosas que había pospuesto para ese vago «algún día» en el que la vida sería un poco menos caótica, un poco menos ruidosa.

Seguía estando muy destrozada y enfadada con el Señor. No quería rezar. No creía que el rosario fuera a servir de nada, así que lo ignoré todo lo que pude. Y entonces el Señor empezó a mostrarse con algunas señales realmente innegables. Tenía amigos que ni siquiera eran católicos y que, de repente, me regalaban rosarios. En ese momento supe lo que Dios me estaba pidiendo.

Al principio, casi no tenía fe en que esto fuera a funcionar. Solo sabía que estaba muy destrozada, vacía y desesperada, y sabía que el Señor me estaba pidiendo que hiciera esto. Lo hice solo por obediencia, sin creer realmente en que esto me fuera a ayudar.

Oré por primera vez en un año y medio, y apenas se podía llamar oración. En mi mente, estaba de pie junto al altar y solo señalaba con el dedo al crucifijo; no había una conversación entre dos partes. Solo era yo gritándole al Señor.

Pero fue esa perseverancia y esa obediencia, en realidad, lo que abrió la puerta de mi corazón lo suficiente para que Nuestra Señora entrara y fuera una verdadera madre para mí. Era con el Padre, con Dios, con quien estaba tan enfadada. Pero a ella fue muy fácil dejarla entrar. Nuestra Señora realmente me acompañó en cada paso del camino, guiándome directamente al corazón de su Hijo.

Me di cuenta de que en cada paso del camino, en todo este viaje, en el que pensaba que Él estaba distante y se había olvidado de mí, su Corazón se estaba rompiendo junto con el mío en cada paso del recorrido.

Y eso, para mí, es lo que realmente importa. Nuestra Señora nos guía a todos en los altibajos del sufrimiento, lo bueno, lo malo, hasta el corazón de su Hijo y nos ayuda a restaurar la relación. Y eso realmente consolidó en mí la misión de todo lo que hago… ayudar realmente a la gente a comprender esta relación real, esta madre real que tenemos en Nuestra Señora, y su hermoso y poderoso papel de llevarnos a Cristo.

Shannon Wendt con su familia en 2023 cuando tenía siete hijos 

-¿Puede ser difícil mantener el hábito de rezar el rosario todos los días? ¿Qué consejos o ideas has descubierto para mantener la constancia en la oración y ser fiel a la práctica de rezar el rosario todos los días?

-Creo que uno de los mayores estímulos que doy a la gente es simplemente empezar, empezar cada vez que te viene a la mente el rosario. Si tu primer pensamiento es «no tengo tiempo o no me apetece», reza solo un Ave María. Y, muy pronto, estarás reprogramando tu cerebro para deshacerte de esa excusa. Esa obediencia es el comienzo de una relación. El Señor honra ese regalo, incluso ese pequeño y casi insignificante regalo.

Y creo que una de las cosas realmente importantes es no dejar que la perfección se interponga en nuestro camino. Como católicos, tenemos normas muy estrictas e importantes para muchas cosas, especialmente en la misa. Hay rúbricas y cosas que, si no se siguen, pueden invalidar una misa. Y creo que trasladamos esa misma idea a la oración, y nos preocupa que si no lo hacemos bien, si olvidamos algo o si dejamos algo fuera o lo que sea, entonces hemos «invalidado» nuestro rosario. Nos preocupa eso, así que ni siquiera nos molestamos en empezar.

Los niños suelen distraernos más que ayudarnos a rezar. Pero rezad aunque sea de forma desordenada, rezad aunque sea con interrupciones, rezad aunque sea de manera inquieta: simplemente hay que desarrollar ese hábito dentro de la familia de cada uno. Encuentra un momento… habrá un millón de razones para no hacerlo. Pero es muy importante que le demos al Señor esa ofrenda, esa obediencia, y que confiemos en que Él es quien lo convertirá en lo que sea necesario. Él es el multiplicador. Ese es su trabajo. Nuestro trabajo es simplemente dar lo que tenemos.

Patrick Jay Ream trabaja en la NASA: «En mi adolescencia dejé la fe porque con tanto sufrimiento no parecía que pudiera existir un Dios, pero volví a Él cuando el Espíritu Santo reveló a mi mamá algo que yo iba a hacer»

Patrick Jay Ream nació con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (ADHD por sus siglas en inglés) y tenía que ir a terapias, pero tuvo un encuentro con Cristo y hoy tiene una alta responsabilidad en la NASA / Fotos: Cortesía de Patrick Jay Ream

* «Yo estaba impresionado. No había explicación científica para lo que acababa de ocurrir, por lo que tenía que existir algo más allá de lo que había pensado. Entonces me abrí porque, si algo no tenía explicación científica, era bien claro que venía de Dios. Empecé a ir a Misa otra vez, y empecé un proceso de sanación bien, pero bien difícil, porque me di cuenta de que muchas de las huellas de mi niñez y del caos que viví todavía me estaban afectando de una manera tremenda. Era el año 2018 y yo estaba en la capilla rezando, rogándole a Dios que me dijera por qué había tenido que nacer con ADHD y pasar por tantas cosas. Y, en eso se me vino a la mente la figura de Jesús agarrándome, sosteniéndome y diciéndome que siempre ha estado a mi lado. Y desde ese momento entendí que no tengo que tener razón, sino sólo tengo que tener la confianza de que Dios va a estar ahí conmigo, sosteniéndome siempre, aunque las cosas sean caóticas. Además, que debo tener fe en los planes del Señor, que es el Creador de todo el universo, y que debo tener la humildad de aceptarlos. A partir de ese momento ya me volví increíblemente católico. Amo mi fe y amo a mi Dios» 

Camino Católico.- Tiene 27 años de edad, nació en McAllen, Texas (EU), vive en Houston y su nombre es Patrick Jay Ream. Estudió la carrera de ingeniero aeroespacial en la Texas A&M University, y, más que la historia de su camino hasta llegar a la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA por sus siglas en inglés), aquí está su experiencia de sanación interior y de reconciliación familiar.

Una vida caótica

Patrick resume su niñez y adolescencia como de «caos por todos lados: en mi familia, en el ámbito escolar…, ¡de cualquier manera que lo puedas ver, había caos!», dice a Chucho Picón en Desde la fe

El caos había estado con Patrick desde el momento mismo de su nacimiento: «Nací un mes antes de lo que se esperaba porque el médico se quería ir a jugar golf y de vacaciones, así que hizo que mi mamá me diera a luz antes de lo normal».

Patrick Jay Ream cuando era pequeño y vivió una infancia caótica que Cristo ha tenido que sanar / Foto: Cortesía de Patrick Jay Ream

Las consecuencias de esto fueron desastrosas: «Desafortunadamente, mis pulmones no estaban lo suficientemente desarrollados, así que tuve que estar en tratamientos desde el momento en que nací, porque no podía respirar».

Igualmente, nació con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (ADHD por sus siglas en inglés), y, mientras crecía, «me estaba desarrollando de una manera retrasada; así que tenía que ir a terapias físicas».

Ya en edad escolar, debido al ADHD, «yo no me estaba portando bien, entonces me corrieron de varias escuelas. Y todo esto deja huellas, y se me dificultaba hacer amigos».

Para rematar, «de la nada se reventó el matrimonio de mis papás. Por eso digo que todo era caos detrás del caos».

Una clase universitaria

«Mis padres estaban trabajando, y mi tía era la que nos cuidaba».

«Pero en las tardes mi tía tomaba clases en una de las universidades que están por San Antonio, Texas. Las clases eran sobre el espacio exterior y todo lo que tenía que ver con la astronomía».

«Ella nos venía a decir todo lo que había aprendido y nos enseñaba mucho de la ciencia».

Patrick Jay Ream trabajando en su responsabilidad en la NASA que es la de ayudar a volar la Estación Espacial Internacional / Foto: Cortesía de Patrick Jay Ream

Del enojo a la curiosidad

«Me acuerdo de que una mañana, al levantarme, supe que mi tía y mi hermano habían salido en la noche a ver a Saturno en el cielo, y yo me sentí sumamente enojado porque no pensaron en despertarme a mí también para verlo con ellos».

«Yo me lo estaba imaginando como un súper planeta que estaba ahí apareciendo en el cielo más grande que la luna».

«A partir de ahí se empezó a formar en mí una gran curiosidad y pasión por todo lo que tiene que ver con el espacio. Porque, honestamente, cuando estás viviendo en el caos, lo que quieres hacer es escaparte, y no hay mejor escape que estar afuera de este planeta».

Crisis de fe

En cuanto a su vida espiritual, Patrick cuenta: «Desde que nací he sido católico. Así es como me enseñaron mis papás, e íbamos a Misa casi todos los días. Así que siempre me había sentido cerca de Dios».

«Pero cuando me hice adolescente empecé a cuestionar todo. Primero, porque mis papás se separaron, se divorciaron. Segundo, porque en una vida con tanto sufrimiento no parecía que pudiera existir un Dios».

La ciencia como sustitución

Patrick buscó entonces creer en la ciencia: «Todo tenía que tener una razón basada en la ciencia, todo debía tener una explicación».

Reconoce que, en el fondo, aquella actitud se debía a que no sentía que Dios mereciera ser amado por él: «Porque si no me sentía amado, ¿para qué iba yo a amar a Alguien que no me amaba a mí?».

Sin explicación científica

Cuando Patrick ya estudiaba en la universidad, «ocurrió que yo había regresado a la casa por unas vacaciones navideñas, y entonces pasó algo con mi mamá y conmigo: el Espíritu Santo le dijo a ella algo que yo iba a hacer, y que yo no quería que supieran mis papás; pero mi mamá se había dado cuenta rezando, me dijo que el Espíritu Santo le había dicho que necesitaba ir a rezar a la capilla».

«Yo estaba impresionado. No había explicación científica para lo que acababa de ocurrir, por lo que tenía que existir algo más allá de lo que había pensado. Entonces me abrí porque, si algo no tenía explicación científica, era bien claro que venía de Dios».

Patrick Jay Ream con sus padres cuando obtuvo su título de la carrera de ingeniero aeroespacial en la Texas A&M University / Foto: Cortesía de Patrick Jay Ream

Sanación interior

«Empecé a ir a Misa otra vez, y empecé un proceso de sanación bien, pero bien difícil, porque me di cuenta de que muchas de las huellas de mi niñez y del caos que viví todavía me estaban afectando de una manera tremenda».

«Era el año 2018 y yo estaba en la capilla rezando, rogándole a Dios que me dijera por qué había tenido que nacer con ADHD y pasar por tantas cosas. Y, en un momento de la oración, se vino a mi mente la memoria de mis papás peleándose y gritándose. El peor momento de mi vida fue ése. Yo era un niño y estaba llorando, viendo a mis papás tratándose así, y les rogaba que pararan, pero fui incapaz de hacer cualquier cosa para pararlos».

«En eso se me vino a la mente la figura de Jesús agarrándome, sosteniéndome y diciéndome que siempre ha estado a mi lado. Y desde ese momento entendí que no tengo que tener razón, sino sólo tengo que tener la confianza de que Dios va a estar ahí conmigo, sosteniéndome siempre, aunque las cosas sean caóticas. Además, que debo tener fe en los planes del Señor, que es el Creador de todo el universo, y que debo tener la humildad de aceptarlos».

«A partir de ese momento ya me volví increíblemente católico. Amo mi fe y amo a mi Dios».

Reconciliación inesperada

El conflicto entre los padres de Patrick también había dañado profundamente a su hermano mayor en la adolescencia: «Yo vi cómo lo afectaba. Paró de ir a la escuela y se metía con la policía».

Sin embargo, ya siendo adultos, los dos hermanos fueron sorprendidos por un gran regalo: «Gracias a Dios, mis papás se reconciliaron, y eso vino de la nada. No lo esperábamos». 

«De hecho, mi hermano se enojó porque él pensaba que otra vez pelearían y que eso nos iba a lastimar otra vez. Pero no fue así. Gracias a Dios que no».

Patrick recreó una fotografía con su hermano y su madre en la NASA / Foto: Cortesía de Patrick Jay Ream

Patrick recreó una fotografía con su hermano y su madre en la NASA. Cortesía: Patrick Jay Ream

«Mis papás escucharon la voz de Dios y le hicieron caso. Y ahora, gracias a ellos y gracias a Dios, estamos viviendo la vida familiar de nuestros sueños».

Católicos en la NASA

Patrick goza ahora de una vida estable, trabajando en la NASA. Y, sorprendentemente, revela: «La NASA está bien llena de católicos. Sí, la gente no me va a creer, pero ahí hay muchos católicos». 

«Ahora bien, si te pones a pensar, eso tiene mucho sentido, porque para estar interesado en el espacio tienes que estar interesado en lo que está más allá; tienes que estar pensando en las cosas que no simplemente te están rodeando, sino en las cosas que están arriba de ti, afuera de todo. Y, para ser católico, para tener fe, tienes que pensar en esas cosas».

Patrick Jay Ream trabajando en la NASA / Foto: Cortesía de Patrick Jay Ream

Su trabajo aeroespacial

¿Y qué hace concretamente Patrick en la NASA? Él responde: «Yo trabajo en control de misiones; yo ayudo a volar todos los vehículos de la NASA que tengan astronautas o que estén diseñados para tener astronautas».

«Hoy día ayudo a volar la Estación Espacial Internacional. Tienes que tener un entrenamiento y un conocimiento que nunca te puede fallar, porque, si te falla, puedes matar a los astronautas, literalmente. Es una mega responsabilidad la que te dan, pero tengo la confianza de que Dios me ha puesto en donde se me necesita».