«Me enfrenté a la persecución tanto dentro como fuera de mi familia. Aguanté palabras muy crudas, pero luché con todo mi corazón por Aquel a quien amaba. Actué con sabiduría con mi familia, tal y como me recomendó Jesús; sus palabras eran muy claras para mí, en todos los momentos de mi vida, me susurraba al oído y me fortalecía. Decidí entrar a formar parte de organizaciones cristianas y círculos de oración. Busqué a Cristo entre mis amigos de la escuela donde estudiaba y encontré el amoroso espíritu de Cristo…»

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