«Siento que Dios acompaña a Sofía cada segundo… Muchas veces cuando caigo exhausta de cansancio siento un manto sobre mis hombros para poder seguir trabajando y teniendo fuerzas. Es Dios que me abraza y me alienta a seguir con la misión de contagiar a la sociedad nuestra felicidad por Sofía, de convencer al mundo de que tienen derecho a vivir, y a una vida digna, que tienen mucho que ofrecer y que el mundo sería mejor con muchas personas como ellos»

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