Este matrimonio encuentra su fuerza en la fe, y especialmente en la Eucaristía. Jay define a su mujer como “el pilar espiritual” de la familia. Durante muchos años ella ha sido, pese a tener tantos hijos, catequista en la parroquia. Jay, por su parte, es adorador, y participa en uno de los turnos de la adoración perpetua de la parroquia
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