* «Madre teresa también dijo que yo no era los crímenes que había cometido, ni un número de la cárcel, sino un hijo amado de Dios. Nunca había oído eso antes. Mirarla era como mirar el rostro de Dios. Fue el día más poderoso e impactante de mi vida. Al día siguiente fui a ver al padre Fratus y le dije que quería saber más sobre ese Dios del que hablaba la Madre Teresa. Él sonrió; ese había sido su plan todo el tiempo. Me preparó para el sacramento de la confirmación. El padre Fratus fue quien me llevó a los pies de la Cruz. Fue mi puerta de entrada a Cristo. Nos casó a mi esposa Bennie y a mí y bautizó a nuestro primer hijo. El destino quiso que fuera asignado a la parroquia donde había comprado mi primera casa. Fue una parte importante de mi camino; como la Madre Teresa, también él fue para mí el rostro de Cristo»
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