* «La presencia del Señor estaba llena de amor y de delicadeza y suscitaba una auténtica confianza, así como una alegría profunda más allá del dolor. Lo curioso, es que había intentado con todas mis fuerzas penetrar en el misterio de Dios yo solo, por mi cuenta, y sin embargo fue en un momento en el que yo no podía hacer nada, tumbado en la cama de un hospital, cuando el Señor se me hizo presente. Me dije que jamás volvería a vivir como vivía antes»
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