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martes, 22 de octubre de 2024

Belén Perales tras ser abusada dejó de creer en Dios, pero «visitando la tumba de San Juan Pablo II me doy cuenta de que Él existe. Mis heridas han sanado con adoración y sacramentos. Soy una fan de la confesión»


Belén Perales se convirtió al catolicismo al visitar la tumba de San Juan Pablo II / Foto: Cortesía de Belén Perales

* «Yo seguía cabezota pensando que no podía volver a la Iglesia, que estaba excomulgada. Yo pensaba: ‘Mejor no me confieso, porque me van a echar de aquí’. Un día escuché desde adentro que Dios me decía: ‘¿Qué esperas?’. Bajé a la parroquia, dejé a mis hijas en un banco y me metí en el primer confesionario que vi. Le dije al sacerdote: ‘Mira, yo me llamo Belén, he hecho de todo menos robar y matar’. Y él me respondió: ‘Aleluya, hoy es fiesta en el cielo’”. El sacerdote tenía un cuadro del hijo pródigo y me explicó: ‘Ahora mismo Dios te está abrazando’. No conocía la misericordia de Dios. Cuando volví a la Iglesia, fue como un abrazo que nunca antes había sentido»

 

Vídeo del año 2002 de El Rosario de las 11 PM en el que Belén Perales cuenta su testimonio

Camino Católico.- Belén Perales, una mujer española de 60 años, vivió durante 35 años como atea, alejándose de la fe católica en la adolescencia tras una serie de experiencias traumáticas. Sin embargo, su vida cambió drásticamente en una visita a la tumba de San Juan Pablo II en el Vaticano, donde, según ella, tuvo una revelación profunda que la trajo nuevamente a casa. Cuenta su testimonio en El Rosario de las 11 PM, su propia plataforma de evangelización, en un vídeo de 2022.

Una vida marcada por el dolor y la rebeldía

Belén nació en el seno de una familia católica, la mayor de cuatro hermanos, pero desde pequeña sintió una profunda sensación de abandono. “Siempre tenía una sensación de que nadie me quería”, confiesa actualmente en una entrevista concedida a  ACI Prensa.

Belén junto a sus padres y hermanas / Foto: Cortesía de Belén Perales

La constante mudanza de ciudad a causa del trabajo de su padre alimentó estas inseguridades, generando una herida emocional profunda. “Desarrollé una especie de herida de abandono”, recuerda, y aunque esto la hizo más adaptable, también alimentó su resentimiento.

Su fe empezó a tambalearse en la adolescencia, tras ser víctima de abuso durante una estancia en un internado. Este episodio marcó un punto de ruptura en su relación con Dios y con su madre. “Salí del colegio muy enfadada contra el mundo... ese verano dejé de creer en Dios”, relató Belén. A partir de ese momento, comenzó a alejarse de la Iglesia y de la fe que había conocido de niña.

Día en el que los padres de Belén consagraron a su hermana Paloma y a ella a la Virgen del Pilar / Foto: Cortesía de Belén Perales

El largo camino en la oscuridad

Durante los siguientes 35 años, Belén vivió sumida en la confusión, buscando en relaciones fallidas y en el éxito profesional una paz que nunca lograba encontrar. Se casó varias veces y sufrió engaños y malos tratos en sus relaciones.

“Mi primer marido me estafó... cuando fui a hacer lo del divorcio, resultó que yo no estaba ni casada; era un estafador profesional que me había engañado”, recuerda con resignación.

“Después de lo del hombre aquel, mi primer marido, fui de mal en peor.  Conocí al padre de mi hija mayor; en fin, fue aquello una relación muy tortuosa. Fueron siete años muy duros. Yo lo pasé fatal. Conseguí salir de esa casa con mi hija y empezamos de cero otra vez. Yo arruinada otra vez”, recordó.

En 1996, cuando Internet estaba comenzando, compró un kit y decidió montar su empresa en línea. Comenzó a vender a través de esa plataforma y, para su sorpresa, el proyecto fue todo un éxito. A partir de ese momento, empezó a generar importantes ingresos gracias a su iniciativa empresarial en el mundo digital. A pesar de tener una carrera exitosa en los negocios, su vida personal seguía siendo un caos. “Seguí con otros novios... me volví a casar, pero salió mal igual”.

“Me fui a vivir con otra persona que resulta que tenía unas adicciones que yo no sabía, era un médico psiquiatra y era drogadicto. Luego me volví a casar, por la iglesia esta vez. Y salió mal igual porque esa persona tenía problemas, y yo también. Tuve dos hijas, mis dos hijas pequeñas con esa persona. Ahí ya me quedo sola con mis hijas, las dos pequeñas”, relató.

Belén junto a sus tres hijas / Foto: Cortesía de Belén Perales

Durante estos años, su vida estuvo marcada por la desesperanza y vivió alejada completamente de la fe. “Yo era atea, no creía en Dios, nada, cero”, afirma categóricamente.

El reencuentro inesperado con Dios

Todo cambió en el verano de 2012 durante un viaje a Roma con sus hijas. Aunque su intención inicial era visitar el Coliseo Romano, su hija Gabriela insistió en visitar el Vaticano. “Yo quería ir al Coliseo, pero mi hija quería ir al Vaticano. Al final, cedí”, cuenta. Lo que ocurrió dentro de la Basílica de San Pedro cambió su vida para siempre.

“Cuando entramos al Vaticano, yo estaba enfadada. Pensaba: ‘¿Qué hacemos aquí? ¡Qué horror!’”. Mientras tomaba fotos a sus hijas, Belén empezó a sentir algo inexplicable: “De repente, empiezo a sentir algo físico, no espiritual. Algo que entraba de repente... y automáticamente me doy cuenta de que Dios existe, y que si moría, me iría al infierno”.

El impacto fue tan grande que comenzó a llorar sin control. “Mis ojos soltaban lágrimas como si fueran dos grifos abiertos”, recuerda.

Belén Perales / Foto: Cortesía de Belén Perales

Frente a la tumba de San Juan Pablo II, sintió que estaba fuera de la Iglesia, separada de su “madre”, como llama a la Iglesia Católica, y que había rechazado a Dios durante todos esos años. “Sentí el dolor de estar fuera de la Iglesia, dándome cuenta de que Dios existía y que yo lo había rechazado”.

“Sentí ese dolor de estar fuera de la Iglesia, dándome cuenta de que Dios existía, que no era una mentira, y que yo lo había rechazado. Mi alma estaba sucia, llena de pecados. Pasaban por mi mente los pecados”, sostiene.

Al ver la tumba de San Juan Pablo II, dijo de pronto: "Niñas, vamos a rezar". Luego, se arrodilló en el tercer banco de la mano izquierda mientras sus lágrimas seguían cayendo. “Mi hija pequeña sacó pañuelos de papel y me limpiaba la cara. Yo quería rezar, pero no me acordaba ni del Padre Nuestro, porque hacía 35 años que no rezaba. Tenía 48 años y llevaba sin rezar desde los 13”.

Al salir de lugar, Belén pensó para sí misma: "Me he vuelto loca. Esto es producto de estar sola con mis hijas y cansada".

El regreso a casa

Tras esa experiencia, Belén volvió a Madrid, pero el proceso de regresar a la fe no fue fácil. Aún se sentía alejada de la Iglesia y pensaba que no podría ser aceptada de nuevo. “Yo seguía cabezota pensando que no podía volver a la Iglesia, que estaba excomulgada”, confiesa. Durante un año, asistió a Misa los domingos, pero no se atrevía a confesarse. “Yo pensaba: ‘Mejor no me confieso, porque me van a echar de aquí’”.

Finalmente, un día, sintió un llamado interno. “Escuché desde adentro que Dios me decía: ‘¿Qué esperas?’”. Esa fue la señal que necesitaba para dar el paso. “Bajé a la parroquia, dejé a mis hijas en un banco y me metí en el primer confesionario que vi”.

Allí encontró a un sacerdote joven que la acogió con alegría. “Le dije: ‘Mira, yo me llamo Belén, he hecho de todo menos robar y matar’. Y él me respondió: ‘Aleluya, hoy es fiesta en el cielo’”. El sacerdote tenía consigo un cuadro del hijo pródigo y le explicó: “Ahora mismo Dios te está abrazando”.

Esa confesión fue el comienzo de su reconciliación con Dios y con la Iglesia Católica. “No conocía la misericordia de Dios. Cuando volví a la Iglesia, fue como un abrazo que nunca antes había sentido”, admite.

Una vida de evangelización

Desde entonces, Belén ha dedicado su vida a evangelizar y a compartir su historia con quienes la rodean. “Le dije a Jesús: ‘A partir de ahora, soy tu unidad de marketing. Donde vaya, te llevaré conmigo’”. Y así lo ha hecho. A lo largo de los años, ha llevado a varias amigas al confesionario y ha repartido rosarios a quienes se cruzan en su camino.

“Mis heridas han sanado a golpe de adoración y sacramentos. Soy una fan de la confesión”, afirma con una sonrisa.

Además, Belén fundó el canal 'El Rosario de las 11 PM' en YouTube, con el que difunde el rezo del Santo Rosario todas las noches y comparte testimonios de conversión, como el de ella: “El canal ha dado muchísimos frutos, desde conversiones interminables hasta gente que ha decidido ir al seminario para ser sacerdote, vocaciones... en fin, un poco de todo”.

Lo que más le sorprende, aunque reconoce que no debería, es la cantidad de milagros y conversiones que se han dado gracias al canal. Reflexionó sobre este hecho citando a Jesús: “Donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Para Belén, estos acontecimientos son una prueba de que Jesús sigue vivo.

Además, expresa su compromiso con el proyecto: le ha prometido a la Virgen y a Jesús que estará al frente del canal “hasta el último día de su vida, o hasta que me fallen las fuerzas”.  

“Quiero darle gusto a mi madre, la Virgen, quien nos pide rezar el rosario. Estoy obedeciendo. Además, muchas personas en Internet no conocen a Dios, pero si lo conocieran, se enamorarían de Jesús como yo lo he hecho. YouTube permite que la gente, incluso sin buscar a Dios, pueda encontrarse con Él de forma inesperada. Me ilusiona saber que mis videos pueden llegar a los alejados, aquellos que más necesitan de este mensaje de esperanza y amor que Jesús nos da”, asegura.

Hoy, Belén vive una vida plena en la fe, agradecida por haber reencontrado a Dios después de tantos años de oscuridad. “Jesús me rescató cuando menos lo esperaba, y ahora quiero que todos sepan que Él está ahí, esperándonos”, concluye.

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