* «Cuando una persona se siente amada, experimenta una fuerza que pone en movimiento el amor; como dice el apóstol Pablo, ‘el amor de Cristo nos posee’ (2Cor 5,14), nos impulsa, nos mueve. María siente el impulso del amor y acude a ayudar a una mujer que es pariente suya, pero que es también una anciana que, tras una larga espera, acoge un embarazo inesperado, difícil de afrontar a su edad. La Virgen va a casa de Isabel también para compartir su fe en el Dios de lo imposible, y la esperanza en el cumplimiento de sus promesas»
Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma
* «Mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Como exhorta el apóstol Pablo, os animo a estar alegres en la esperanza, pacientes en las tribulaciones, constantes en la oración y atentos a las necesidades de vuestros hermanos»
5 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Es el “misterio de la Visitación”, María que va a visitar a Isabel, pero también Jesús que “en el seno materno” visita a su pueblo, el centro de la catequesis de Francisco en la audiencia general de hoy, 5 de febrero, en el Aula Pablo VI. El Papa confía la lectura al padre Pierluigi Giroli, funcionario de la Secretaría de Estado. “Quiero disculparme porque con este fuerte resfriado me resulta difícil hablar”, lamenta.
En el texto de su reflexión se detiene particularmente en María, un ejemplo a imitar, una mujer que no duda en ofrecer su disponibilidad a Dios, que se proyecta hacia el otro y a través de la cual descubre que toda alma que cree y espera “concibe y engendra al Verbo de Dios”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI
Miércoles, 5 de febrero de 2025
Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza
Catequesis -I. La infancia de Jesús. 4. «Feliz de ti por haber creído» (Lc 1,45). la Visitación y el Magnificat
Hoy contemplamos la belleza de Jesucristo, nuestra esperanza, en el misterio de la Visitación. La Virgen María visita a santa Isabel; pero es sobre todo Jesús, en el vientre de la madre, quien visita a su pueblo (cfr Lc 1,68), como dice Zacarías en su himno de alabanza.
Después de su asombro y admiración ante lo que le anuncia el Ángel, María se levanta y se pone en camino, como todos los que han sido llamados en la Biblia, porque «el único acto con el que el ser humano puede corresponder al Dios que se revela es el de la disponibilidad ilimitada» (H.U. von Balthasar, Vocazione, Roma 2002, 29). Esta joven hija de Israel no elige protegerse del mundo, no teme los peligros y los juicios de los otros, sino que sale al encuentro de los demás.
Cuando una persona se siente amada, experimenta una fuerza que pone en movimiento el amor; como dice el apóstol Pablo, «el amor de Cristo nos posee» (2Cor 5,14), nos impulsa, nos mueve. María siente el impulso del amor y acude a ayudar a una mujer que es pariente suya, pero que es también una anciana que, tras una larga espera, acoge un embarazo inesperado, difícil de afrontar a su edad. La Virgen va a casa de Isabel también para compartir su fe en el Dios de lo imposible, y la esperanza en el cumplimiento de sus promesas.
El encuentro entre las dos mujeres produce un impacto sorprendente: la voz de la “llena de gracia” que saluda a Isabel provoca la profecía en el niño que la anciana lleva en su vientre, y suscita en ella una doble bendición: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!» (Lc 1,42). Y también una bienaventuranza: «¡Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá!» (v. 45).
Ante el reconocimiento de la identidad mesiánica de su Hijo y de su misión como madre, María no habla de sí misma, sino de Dios, y eleva una alabanza llena de fe, esperanza y alegría, un canto que resuena cada día en la Iglesia durante la oración de las Vísperas: el Magnificat (Lc 1,46-55).
Esta alabanza al Dios Salvador, que brota del corazón de su humilde sierva, es un solemne memorial que sintetiza y cumple la oración de Israel. Está entretejida de resonancias bíblicas, signo de que María no quiere cantar “fuera del coro”, sino sintonizar con los padres, exaltando su compasión por los humildes, esos pequeños a los que Jesús en su predicación declarará «bienaventurados» (cfr Mt 5,1-12).
La presencia masiva del motivo pascual hace también del Magnificat un canto de redención, que tiene como trasfondo la memoria de la liberación de Israel de Egipto. Los verbos están todos en pasado, impregnados de una memoria de amor que enciende de fe el presente e ilumina de esperanza el futuro: María canta la gracia del pasado, pero es la mujer del presente que lleva en su vientre el futuro.
La primera parte de este cántico alaba la acción de Dios en María, microcosmos del pueblo de Dios que se adhiere plenamente a la alianza (vv. 46-50); la segunda recorre la obra del Padre en el macrocosmos de la historia de sus hijos (vv. 51-55), a través de tres palabras clave: memoria – misericordia – promesa.
Dios, que se inclinó sobre la pequeña María para hacer en ella «grandes cosas» y convertirla en la madre del Señor, comenzó a salvar a su pueblo a partir del éxodo, acordándose de la bendición universal que prometió a Abraham (cf. Gn 12,1-3). El Señor, Dios fiel para siempre, ha derramado un torrente ininterrumpido de amor misericordioso «de generación en generación» (v. 50) sobre el pueblo fiel a la alianza, y ahora manifiesta la plenitud de la salvación en su Hijo, enviado para salvar al pueblo de sus pecados. Desde Abraham hasta Jesucristo, y hasta la comunidad de los creyentes, la Pascua aparece, así, como la categoría hermenéutica para comprender toda liberación posterior, hasta llegar a la realizada por el Mesías en la plenitud de los tiempos.
Queridos hermanos y hermanas, pidamos hoy al Señor la gracia de saber esperar el cumplimiento de todas sus promesas; y que nos ayude a acoger en nuestras vidas la presencia de María. Poniéndonos en su escuela, que todos descubramos que toda alma que cree y espera «concibe y engendra al Verbo de Dios» (San Ambrosio, Exposición del Evangelio según San Lucas 2, 26).
Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestra catequesis de hoy contemplamos el misterio de la Visitación. En la visita de María a Isabel, como dice el canto de Zacarías, se cumplen las antiguas profecías: Dios —es decir, Jesús, en el vientre de su madre— visita y redime a su pueblo. Del encuentro entre esas dos mujeres que comparten la fe, la alegría y la esperanza, brota un himno que todos conocemos bien: el Magníficat.
Este cántico pronunciado por María es un solemne memorial que sintetiza la oración del pueblo de Israel. Sus versos están entretejidos de resonancias bíblicas, que exaltan la compasión de Dios hacia los pequeños y los humildes. Se trata de un recuerdo agradecido del pasado que enciende de fe el presente e ilumina de esperanza el futuro.
También nosotros estamos llamados a esperar el cumplimiento de las promesas de Dios. Pidamos para ello la intercesión de María, conjugando en nuestra vida cotidiana la memoria, la misericordia y la esperanza.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En este Año jubilar, los invito a elevar a Dios el canto del Magníficat, como María, recordando con gratitud las grandes cosas que Él ha hecho en nuestra vida. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los proteja. Muchas gracias.
Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:
Saludo a los peregrinos polacos. Os animo a orar por los sacerdotes y las personas consagradas que desarrollan su ministerio en los países pobres y asolados por la guerra, especialmente en Ucrania, Oriente Medio y la República Democrática del Congo. Para muchos, esta presencia es una prueba de que Dios siempre se acuerda de ellos. ¡Os bendigo de corazón!
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Y pensemos en los países que sufren la guerra: la martirizada Ucrania, Israel, Palestina… Son tantos los países que sufrení. Recordamos a los desplazados de Palestina y oramos por ellos.
Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Como exhorta el apóstol Pablo, os animo a estar alegres en la esperanza, pacientes en las tribulaciones, constantes en la oración y atentos a las necesidades de vuestros hermanos (cf. Rm 12,12-13).
¡Mi bendición para todos!
Francisco
Fotos: Vatican Media, 5-2-2025
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