* «Es inevitable plantearse inmediatamente la pregunta: ¿por qué nacen tan pocos niños en Italia y en otros países occidentales? El principal motivo de la escasez de nacimientos no es de tipo económico. Los nacimientos deberían aumentar a medida que se camina hacia las franjas más elevadas de la sociedad, o según se va del Sur al Norte del mundo, y en cambio sabemos que ocurre exactamente lo contrario. El motivo es más profundo: es la falta de esperanza, con lo que implica: confianza en el futuro, impulso vital, creatividad, poesía y alegría de vivir. Si casarse es siempre un acto de fe, traer al mundo un hijo es siempre un acto de esperanza. Nada se hace en el mundo sin esperanza. Necesitamos de la esperanza como del aire para respirar. El Evangelio tiene algo esencial que ofrecer a nuestra gente, en este momento de la historia: la Esperanza con mayúsculas, virtud teologal, o sea, que tiene por autor y garante a Dios mismo. La esperanzas terrenas (casa, trabajo, salud, el éxito de los hijos…), aunque se realicen, inexorablemente desilusionan si no hay algo más profundo que las sustente y las eleve. La Esperanza teologal es el hilo de lo alto en nuestra vida, lo que sustenta toda la trama de nuestras esperanzas. En este momento en que sentimos tan fuerte la necesidad de esperanza, la fiesta de Navidad puede representar la ocasión para una inversión de marcha. Recordemos lo que dijo un día Jesús: “Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe”»
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