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domingo, 6 de abril de 2025

Homilía del Evangelio del domingo: Sólo las aguas regeneradoras que manan del costado abierto de Cristo pueden darnos una victoria consistente sobre el pecado que nos traiga la paz y el bienestar / Por P. José María Prats

* «Y esas aguas se vierten sobre nosotros cuando las acogemos por la oración, los sacramentos y el esfuerzo cotidiano por conformar nuestra vida a la palabra de Dios»

Domingo V de Cuaresma - C

Isaías 43, 16-21 / Salmo 125 /  Filipenses 3, 8-14 / San Juan 8, 1-11

P. José María Prats / Camino Católico.-  «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra». Con estas palabras tan llenas de sabiduría, Jesús nos hace ver lo absurdo que resulta combatir el mal intentando destruir a los que lo obran, porque entonces todos deberíamos ser destruidos.

El pecado –como el adulterio cometido por esta mujer– perturba el orden social y suscita fácilmente una reacción de odio y violencia que engendra todavía más dolor y desorden. Jesús nos invita a frenar esta reacción: no se trata de condenarnos y perseguirnos unos a otros por los pecados que todos cometemos, sino de apoyarnos para combatir juntos el poder del mal. «Ninguno te ha condenado. Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

La primera lectura nos recuerda, sin embargo, que no podemos vencer sobre el pecado sólo con nuestro esfuerzo y buena voluntad. Solamente Dios puede verter sobre la aridez del hombre caído las aguas capaces de devolverle su armonía: «Pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo» –profetiza Isaías. Son las aguas de la gracia que manan del costado abierto de Jesucristo resucitado, del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo muriendo por nosotros en la Cruz: «Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado» (1 Pe 2,24).

Es muy importante señalar esto, porque a menudo intentamos combatir el mal, la indigencia y la injusticia solamente con medios humanos: desarrollo, educación, acción social y política… y constatamos su incapacidad para redimir al mundo: se incrementa la producción de bienes pero aumenta la pobreza, se derroca un gobierno corrupto pero le sucede otro igual o peor… Sólo las aguas regeneradoras que manan del costado abierto de Cristo pueden darnos una victoria consistente sobre el pecado que nos traiga la paz y el bienestar. Y esas aguas se vierten sobre nosotros cuando las acogemos por la oración, los sacramentos y el esfuerzo cotidiano por conformar nuestra vida a la palabra de Dios.

San Pablo ha experimentado en su propia vida que sólo en Cristo puede alcanzar la paz y la vida verdaderas y en la segunda lectura nos dice apasionadamente cómo, por ello, su única aspiración en este mundo es profundizar cada vez más en la comunión con Cristo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo … Todo para conocerlo a Él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos».

Estoy convencido de que si ésta fuera la actitud de la mayoría de las personas, el mundo sería un paraíso.

P. José María Prats


Evangelio

En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: 

«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?».

Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.

Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: 

«Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». 

E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. 

Incorporándose Jesús le dijo: 

«Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». 

Ella respondió: 

«Nadie, Señor». 

Jesús le dijo: 

«Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

San Juan 8, 1-11

miércoles, 19 de marzo de 2025

Homilía del Evangelio de San José: Descubrir la providencia de Dios en todo, su llamada a la compasión en el sufrimiento ajeno, su invitación a la santidad en el testimonio edificante de los demás / Por P. José María Prats

* «Ésta es, de hecho, la esencia de la vida cristiana: tomar conciencia del carácter sobrenatural de nuestra vida, de que toda ella está sumergida en el misterio de Dios y en su designio de amor para cada uno de nosotros, y ser capaces de descubrir en cada hecho cotidiano su sentido profundo en relación con este designio… Que San José, que vivió los más grandes misterios en su humilde taller de carpintero, interceda por nosotros para que sepamos descubrir esta presencia amorosa de Dios viva y activa en la sencillez de nuestra vida cotidiana»

Solemnidad de San José

2 Samuel 7, 4-5a.12-14a.16  /  Salmo 88  /  Romanos 4, 13.16-18  / San Mateo 1, 16.18-21.24a

P. José María Prats / Camino Católico.- El evangelio que acabamos de escuchar nos presenta la vocación de San José, es decir, cómo llegó a convertirse en el padre adoptivo de Jesús.

La situación que describe el evangelio era delicadísima. José y María habían celebrado ya sus desposorios pero no la boda. Los desposorios era un acuerdo matrimonial ante testigos con un gran peso legal por el que unos novios quedaban formalmente comprometidos tras el pago de una dote por parte del padre de la novia. Se realizaba un año antes de la boda y durante este tiempo, aunque los novios eran ya considerados marido y mujer, no solían vivir juntos. Un adulterio en esta situación era castigado con la muerte.

En esta situación, María ha concebido un hijo por obra del Espíritu Santo y, lógicamente, no se lo puede contar así a José. Podemos imaginar unos momentos durísimos para ambos esposos tejidos de silencios y sentimientos muy intensos. María, consciente del dolor de su esposo al descubrir el embarazo, calla y espera la intervención de Dios, que le ha prometido estar con ella. José se debate interiormente ante una situación que le parece imposible: ¿Cómo ha podido ocurrir algo así con una mujer que tenía por modelo de virtud y santidad? Podemos imaginar lo que pasaría por su mente: el dolor ante el engaño, el temor a las murmuraciones de la gente, la tentación de la ira y de la venganza. Finalmente, triunfa en él la bondad y la humildad: decide no juzgar, no condenar, dejar el juicio en manos de Dios y repudiar a María en secreto.

Y es entonces cuando Dios le comunica en un sueño el misterio del Hijo de María, que ha sido concebido por obra del Espíritu Santo y salvará a su pueblo de los pecados. José recibe entonces las primeras instrucciones en relación a este niño: debe acoger a su madre e imponerle, cuando haya nacido, el nombre de Jesús, que significa Dios salva. Le ha sido, pues, revelada su vocación: él será, a partir de ahora, el padre adoptivo del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que deberá garantizar para él un entorno familiar de cariño, educación y protección donde pueda desarrollarse en su humanidad.

Podemos imaginar lo que fue la vida de José: una vida envuelta en el misterio, al servicio de una obra que le sobrepasa por completo, siempre atento a la voluntad de Dios; una vida llena de pruebas, asumidas y superadas en la fe; una vida contemplando el misterio del Hijo de Dios sometido a su autoridad, creciendo y aprendiendo, trabajando y orando con él; una vida de honradez y de esfuerzo sostenido, que sabe ver en cada hecho, en cada palabra, en cada golpe de martillo, la presencia densa de Dios que habla, alienta, guía y actúa.

Ésta es, de hecho, la esencia de la vida cristiana: tomar conciencia del carácter sobrenatural de nuestra vida, de que toda ella está sumergida en el misterio de Dios y en su designio de amor para cada uno de nosotros, y ser capaces de descubrir en cada hecho cotidiano su sentido profundo en relación con este designio. Descubrir la providencia de Dios en todo lo que tenemos y recibimos, su enseñanza –a veces severa y exigente– en lo que nos toca vivir, su llamada a la compasión en el sufrimiento ajeno, su invitación a la santidad en el testimonio edificante de los demás, su aliento en los momentos de lucidez y consuelo.

Que San José, que vivió los más grandes misterios en su humilde taller de carpintero, interceda por nosotros para que sepamos descubrir esta presencia amorosa de Dios viva y activa en la sencillez de nuestra vida cotidiana.

P. José María Prats


Evangelio

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

«José, hijo de David, no tengas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

San Mateo 1, 16.18-21.24a

La vida de San José, marcada por el silencio y la entrega, es un testimonio de cómo Dios cuida y guía a quienes se entregan con amor y humildad a su voluntad / Por P. Carlos García Malo

 


domingo, 5 de mayo de 2024

San José, protector de la familia y ejemplo de obediencia a Dios / Dibujos animados


 Camino Católico.- En este episodio de dibujos animados de la serie “Mi familia católica” de  EWTN.se aborda la vida de San José, protector de la familia y ejemplo de obediencia a Dios.




lunes, 25 de diciembre de 2023

Homilía inédita del Papa Benedicto XVI sobre San José y la espera de la Navidad: «Como el esposo de María, conocer la voz de Dios, entender que me está hablando y responder»

 


«San José a la palabra del ángel es fe y luego obediencia, hecho. Fe: entendió que esta era realmente la voz de Dios, no era un sueño. La fe se convierte en el fundamento sobre el cual actuar, sobre el cual vivir, es reconocer que esta es la voz de Dios, el imperativo del amor que me guía en el camino de la vida, y luego hacer la voluntad de Dios… Así que San José nos invita, por un lado, a este camino interior en la palabra de Dios, para estar cada vez más cerca de la persona del Señor, pero al mismo tiempo nos invita a una vida sobria, al trabajo, al servicio cotidiano para hacer nuestro deber en el gran mosaico de la historia»

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