La hora es en este instante. Aquí y ahora podemos adorar al Padre del Cielo en Espíritu y Verdad, fijando nuestra mirada en Cristo Resucitado. Nuestra mirada debe ser limpia y nítida. Nuestros ojos interiores y exteriores deben desear absorver toda la luz de Dios-Amor que brilla en medio de las tinieblas.
Nuestra mirada debe ser sincera y transparente, mostrando nuestra debilidad, nuestra dependencia total del Padre como hijos de Dios, necesitados de alimentarnos de su Voluntad.
Puede adorarse a Dios en silencio, en casa, andando por la calle, en el trabajo, en medio de la naturaleza o en muchos momentos y formas. La adoración es una actitud total, radical de nuestro ser: cuerpo, alma, espíritu y mente. Hemos constatado y vamos a contar algunos testimonios de como la adoración da frutos de curación interior para uno mismo, crecimiento espiritual y de restauración familiar y de las relaciones.
Leer más...