* «Entonces los pleitos eran con cadenas, cinturones con estoperoles y navajas. Yo tengo ‘fileteado’ todo mi cuerpo, por las peleas que tuvimos en aquellos años… Nunca dejamos de ir a Misa cada ocho días, pero yo no dejé de las peleas… Yo tenía muchos rivales y, cuando me balearon, dos personas con las que yo tuve pleitos fuertes, de verdad muy fuertes, fueron los que me ayudaron, taponearon la herida y me llevaron al hospital. El Señor me agarró de las orejas y me sentó. Comencé a ver las cosas de manera diferente, estuve en escuela de Evangelización durante tres años con los Servidores de la Palabra. Me impactó mucho la Palabra de Dios. Ahora, cuando leo el Evangelio de la oveja perdida, siempre pienso que ese era yo, que Jesús vino por mí y me llevó a lugares de agua limpia y pura»
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miércoles, 2 de septiembre de 2020
Rafael Parra era pandillero, se casó y seguía peleando hasta que una bala entró por su garganta y hoy es diacono: «Jesús vino por mí, me sacó del estiércol donde yo estaba metido»
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