
* “Tomé mi estampa de la Virgen de la Encarnación y todos los días le decía que me prestara su vientre, ya que yo no había servido como mamá, ella podría terminar de incubar a mi hija y le pedí al Padre Pío que no se separara de mi hija hasta que la dieran de alta. Entonces a diario le ponía el aceite de San Charbel y su agua de Lourdes, suplicando a Dios que me la dejara”