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sábado, 14 de junio de 2025

Palabra de Vida 14/6/2025: «Yo os digo que no juréis en absoluto» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 14 de junio de 2025, sábado de la 10ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Mateo 5, 33-37:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus juramentos al Señor».

Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

La Virgen María, Reina de la Paz, nos muestra el camino hacia la verdadera paz que nace del amor puro y la entrega total a Dios / Por P. Carlos García Malo

 


viernes, 13 de junio de 2025

Papa León XIV en mensaje para la jornada de los pobres, 13-6-2025: «La pobreza más grave es no conocer a Dios y la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual»


Papa León XIV en la audiencia general del 11 de junio de 2025 / Foto: Vatican Media, 13-6-2025


* «Las riquezas muchas veces engañan y conducen a situaciones dramáticas de pobreza, la más grave de todas es pensar que no necesitamos a Dios y que podemos llevar adelante la propia vida independientemente de Él. Vuelven a la mente las palabras de san Agustín: ‘Sea Dios toda tu presunción: siéntete indigente de Él, y así serás de Él colmado. Todo lo que poseas sin Él, te causará un mayor vacío.’ (Enarr. in Ps. 85,3)»   


13 de junio de 2025.- (Camino Católico) «Tú, Señor, eres mi esperanza» (Sal 71,5), así comienza el mensaje del Santo Padre, publicado este viernes 13 de junio, para la IX Jornada Mundial de los Pobres que se celebrará el próximo 16 de noviembre.  “Estas palabras brotan de un corazón oprimido por graves dificultades: «Me hiciste pasar por muchas angustias» (v. 20), dice el salmista”.


El Papa León XIV expresa en su mensaje que “la pobreza más grave es no conocer a Dios. Así nos lo recordaba el Papa Francisco cuando en Evangelii gaudium escribía: ‘La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual’”


Además, el Pontífice subraya que  “el pobre puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable, precisamente porque la profesa en una condición de vida precaria, marcada por privaciones, fragilidad y marginación. No confía en las seguridades del poder o del tener; al contrario, las sufre y con frecuencia es víctima de ellas… La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe”. El texto íntegro del mensaje es el siguiente:


MENSAJE DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
PARA LA IX JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

16 de noviembre de 2025, XXXIII Domingo del T.O.

___________________________

Tú, Señor, eres mi esperanza (cfr Sal 71,5)

1. «Tú, Señor, eres mi esperanza» (Sal 71,5). Estas palabras brotan de un corazón oprimido por graves dificultades: «Me hiciste pasar por muchas angustias» (v. 20), dice el salmista. A pesar de ello, su alma está abierta y confiada, porque permanece firme en la fe, que reconoce el apoyo de Dios y lo proclama: «Tú eres mi Roca y mi fortaleza» (v. 3). De ahí nace la confianza indefectible de que la esperanza en Él no defrauda: «Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme!» (v. 1).

En medio de las pruebas de la vida, la esperanza se anima con la certeza firme y alentadora del amor de Dios, derramado en los corazones por el Espíritu Santo. Por eso no defrauda (cf. Rm 5,5), y san Pablo puede escribir a Timoteo: «Nosotros nos fatigamos y luchamos porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente» (1Tm 4,10). El Dios viviente es, de hecho, el «Dios de la esperanza» (Rm 15,13), que, en Cristo, mediante su muerte y resurrección, se ha convertido en «nuestra esperanza» (1Tm 1,1). No podemos olvidar que hemos sido salvados en esta esperanza, en la que necesitamos permanecer enraizados.

2. El pobre puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable, precisamente porque la profesa en una condición de vida precaria, marcada por privaciones, fragilidad y marginación. No confía en las seguridades del poder o del tener; al contrario, las sufre y con frecuencia es víctima de ellas. Su esperanza sólo puede reposar en otro lugar. Reconociendo que Dios es nuestra primera y única esperanza, nosotros también realizamos el paso de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera. Frente al deseo de tener a Dios como compañero de camino, las riquezas se relativizan, porque se descubre el verdadero tesoro del que realmente tenemos necesidad. Resuenan claras y fuertes las palabras con las que el Señor Jesús exhortaba a sus discípulos: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben» (Mt 6,19-20).

3. La pobreza más grave es no conocer a Dios. Así nos lo recordaba el Papa Francisco cuando en Evangelii gaudium escribía: «La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe» (n. 200). Aquí se manifiesta una conciencia fundamental y totalmente original sobre cómo encontrar en Dios el propio tesoro. Insiste, en efecto, el apóstol Juan: «El que dice: “Amo a Dios”, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?» (1 Jn 4,20).

Es una regla de la fe y un secreto de la esperanza que todos los bienes de esta tierra, las realidades materiales, los placeres del mundo, el bienestar económico, aunque importantes, no bastan para hacer feliz al corazón. Las riquezas muchas veces engañan y conducen a situaciones dramáticas de pobreza, la más grave de todas es pensar que no necesitamos a Dios y que podemos llevar adelante la propia vida independientemente de Él. Vuelven a la mente las palabras de san Agustín: «Sea Dios toda tu presunción: siéntete indigente de Él, y así serás de Él colmado. Todo lo que poseas sin Él, te causará un mayor vacío.» (Enarr. in Ps. 85,3).

4. La esperanza cristiana, a la que remite la Palabra de Dios, es certeza en el camino de la vida, porque no depende de la fuerza humana sino de la promesa de Dios, que es siempre fiel. Por eso, los cristianos desde los orígenes quisieron identificar la esperanza con el símbolo del ancla, que da estabilidad y seguridad. La esperanza cristiana es como un ancla que fija nuestro corazón en la promesa del Señor Jesús, quien nos ha salvado con su muerte y resurrección y que volverá de nuevo en medio de nosotros. Esta esperanza sigue señalando como verdadero horizonte de vida el «cielo nuevo» y la «tierra nueva» (2 P 3,13) donde la existencia de todas las criaturas encontrará su sentido auténtico, pues nuestra verdadera patria está en el cielo (cf. Flp 3,20).

La ciudad de Dios, en consecuencia, nos compromete con las ciudades de los hombres. Estas deben, desde ahora, comenzar a parecerse a ella. La esperanza, sostenida por el amor de Dios derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,5 transforma el corazón humano en tierra fértil, donde puede brotar la caridad para la vida del mundo. La Tradición de la Iglesia reafirma constantemente esta circularidad entre las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La esperanza nace de la fe, que la alimenta y sostiene, sobre el fundamento de la caridad, que es madre de todas las virtudes. Y de la caridad tenemos necesidad hoy, ahora. No es una promesa, sino una realidad a la que miramos con alegría y responsabilidad: nos compromete, orientando nuestras decisiones al bien común. Quien carece de caridad no solo carece de fe y esperanza, sino que quita esperanza a su prójimo.

5. La invitación bíblica a la esperanza conlleva, por tanto, el deber de asumir responsabilidades coherentes en la historia, sin dilaciones. La caridad, en efecto, «representa el mayor mandamiento social» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1889). La pobreza tiene causas estructurales que deben ser afrontadas y eliminadas. Mientras esto sucede, todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas. Los hospitales y las escuelas, por ejemplo, son instituciones creadas para expresar la acogida hacia los más débiles y marginados. Hoy deberían formar parte ya de las políticas públicas de todo país, pero las guerras y desigualdades con frecuencia lo impiden. Cada vez más, los signos de esperanza son hoy las casas-familia, las comunidades para menores, los centros de escucha y acogida, los comedores para los pobres, los albergues, las escuelas populares: cuántos signos, a menudo escondidos, a los que quizás no prestamos atención y, sin embargo, tan importantes para sacudirnos de la indiferencia y motivar el compromiso en las distintas formas de voluntariado.

Los pobres no son una distracción para la Iglesia, sino los hermanos y hermanas más amados, porque cada uno de ellos, con su existencia, e incluso con sus palabras y la sabiduría que poseen, nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio. Por eso, la Jornada Mundial de los Pobres quiere recordar a nuestras comunidades que los pobres están en el centro de toda la acción pastoral. No solo de su dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia. Dios ha asumido su pobreza para enriquecernos a través de sus voces, sus historias, sus rostros. Toda forma de pobreza, sin excluir ninguna, es un llamado a vivir concretamente el Evangelio y a ofrecer signos eficaces de esperanza.

6. Esta es la invitación que nos llega de la celebración del Jubileo. No es casualidad que la Jornada Mundial de los Pobres se celebre hacia el final de este año de gracia. Cuando se cierre la Puerta Santa, tendremos que custodiar y transmitir los dones divinos que han sido derramados en nuestras manos a lo largo de todo un año de oración, conversión y testimonio. Los pobres no son objetos de nuestra pastoral, sino sujetos creativos que nos estimulan a encontrar siempre formas nuevas de vivir el Evangelio hoy. Ante la sucesión de nuevas oleadas de empobrecimiento, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Todos los días nos encontramos con personas pobres o empobrecidas y, a veces, puede suceder que seamos nosotros mismos los que tengamos menos, los que perdamos lo que antes nos parecía seguro: una vivienda, comida adecuada para el día, acceso a la atención médica, un buen nivel de educación e información, libertad religiosa y de expresión.

Al promover el bien común, nuestra responsabilidad social se basa en el gesto creador de Dios, que a todos da los bienes de la tierra; y al igual que estos, también los frutos del trabajo del hombre deben ser accesibles de manera equitativa. Ayudar al pobre es, en efecto, una cuestión de justicia, antes que de caridad. Como observa San Agustín: «Das pan al hambriento, pero sería mejor que nadie sintiese hambre y no tuvieses a nadie a quien dar. Vistes al desnudo, pero ¡ojalá todos estuviesen vestidos y no hubiese necesidad de vestir a nadie!» (Homilías sobre la primera carta de san Juan a los partos, VIII, 5).

Espero, por tanto, que este Año Jubilar pueda impulsar el desarrollo de políticas para combatir antiguas y nuevas formas de pobreza, además de nuevas iniciativas de apoyo y ayuda a los más pobres entre los pobres. El trabajo, la educación, la vivienda y la salud son las condiciones para una seguridad que nunca se logrará con las armas. Estoy contento por las iniciativas ya existentes y por el compromiso que cada día asumen a nivel internacional un gran número de hombres y mujeres de buena voluntad.

Confiemos en María Santísima, Consuelo de los afligidos, y con ella entonemos un canto de esperanza haciendo nuestras las palabras del Te Deum: «In Te, Domine, speravi, non confundar in aeternum —En ti, Señor, confié, no me veré defraudado para siempre».

Vaticano, 13 de junio de 2025, memoria de San Antonio de Padua, Patrono de los Pobres

PAPA LEÓN XIV

Carole Juge-Llewellyn, doctora en literatura, actriz, escritora y empresaria: «Padecí una violación con 12 años y a los 15 Dios se me manifestó y decidí bautizarme; Él nos quiere felices, nos llama y espera nuestro sí»


Carole Juge-Llewellyn, actriz, doctora en literatura, escritora y empresaria / Foto: Cortesía de @carolellewellyn 

* «Tenía 15 años cuando Dios se me manifestó. De repente, una luz cegadora invadió la habitación. No podía ver nada, pero sentía una pesadez en mi cuerpo.Entonces oí las palabras: ‘¿Por qué no estás conmigo?’ ‘¡No sabía que existías!’, repliqué. Y la voz respondió: ‘Ahora, ya lo sabes’. Dios no es un talismán. Básicamente, creo que solo necesitaba decirme: ‘Estoy aquí’. Y presente, lo estuvo durante todos mis años de depresión infantil. Tal vez me ayudó a aferrarme a la vida, a no olvidar su valor. La vida me parecía un sufrimiento muy grande, ciertamente, pero nunca pensé que fuera mejor para mí morir» 

Camino Católico.- Nombre de referencia para muchas emprendedoras es el de Carole Juge-Llewellyn quien creció en Vichy, ciudad francesa también conocida por sus saludables manantiales y baños termales. Sería en este hermoso lugar donde a los 12 años, al terminar el sexto grado en su escuela, Carole fue violada. Las heridas traumáticas que esto le dejó la acompañaron por años, sumergiéndola en un estado anímico y espiritual oscuro.

Cuando tres años después recibió el don de la fe en una manifestación extraordinaria de Dios, hubo de recorrer aún un largo camino para sanar. La diferencia es que ya no estaba sola, tal como lo cuenta en su libro Boss Mama y en el siguiente testimonio recién publicado en La Vie en primera persona.

«Dios me dijo: ‘¿Por qué no estás conmigo?’»

No sé por qué Dios vino a mí en los Alpes o, sobre todo, por qué estaba dispuesta a escucharlo ese día. Porque Dios llama a todos, todo el tiempo, y sin cansarse espera el momento en que estén listos para recibirlo. En ese momento, no tenía ninguna curiosidad espiritual o religiosa, al contrario, estaba en algo muy duro, muy oscuro.

Como cuento en mi libro Boss Mama, yo había vivido una violación en sexto grado al final de mi escuela, que me había marcado profundamente, me había lastimado. Si Dios hubiera querido responder a mi desesperación, se habría manifestado a mí cuando tenía 12 años. Tampoco me sacó de ahí, cuando lo encontré. 

Tenía 15 años cuando Dios se me manifestó. Estábamos de vacaciones en los Alpes, con mi madre y mi hermana Claire. Hacía calor ese verano. Sola en mi habitación, escribía en uno de mis cuadernos. De repente, una luz cegadora invadió la habitación. No podía ver nada, pero sentía una pesadez en mi cuerpo.

Entonces oí las palabras: «¿Por qué no estás conmigo?» «¡No sabía que existías!», repliqué. Y la voz respondió: «Ahora, ya lo sabes». Inmediatamente fui a ver a mi madre y a mi hermana, para preguntarles si habían visto la luz, si habían oído la voz. Nada de eso. Llegué a dudar, a pensar que me lo había inventado todo. Luego, la vida se reanudó y volvimos a casa, a Vichy (Allier, Francia).

Dios no es un talismán. Básicamente, creo que solo necesitaba decirme: "Estoy aquí". Y presente, lo estuvo durante todos mis años de depresión infantil. Tal vez me ayudó a aferrarme a la vida, a no olvidar su valor. La vida me parecía un sufrimiento muy grande, ciertamente, pero nunca pensé que fuera mejor para mí morir.

Me llevó mucho tiempo entender que la mejor manera de avanzar, de trascender un dolor tan profundo, era hacer del sufrimiento una fuerza que nos empujara a ir más y más lejos, y que el mejor remedio contra la oscuridad era ver la luz dondequiera que estuviera. Lo entendí en Estados Unidos, donde me fui a los 20 años, justo después de mi bautismo, para estudiar la literatura del país (había renunciado después del bachillerato para intentar una carrera como actriz o escritora, para convertirme, como toda mi familia, en profesora).

"¡Quiero convertirme en cristiana!"


Carole Juge-Llewellyn con su hijo en una iglesia / Foto: Cortesía de @carolellewellyn 

Tres semanas después de esa experiencia extraordinaria con Dios, caminaba por el centro de la ciudad cuando, al pasar por una iglesia, sentí la necesidad de entrar en ella. Tan pronto como crucé el umbral, caí de rodillas y comencé a llorar. Así que hice la conexión entre mi misteriosa experiencia en los Alpes y Dios presente en esta iglesia. Era muy claro, obvio. ¡Y aquí estoy, a la edad de 15 años, anunciando a mis padres que quería bautizarme para convertirme en cristiana!

Pero la indiferencia religiosa de mi madre y el anticlericalismo de mi padre, se opusieron con un no categórico: "No mientras seas mi hija", lo que implica "menor". Así que esperé pacientemente hasta los 18 años para llamar a la puerta del presbiterio, donde un sacerdote maravilloso me recibió.

El relato de mi conversión encontró eco en la vida de este sacerdote, Joseph. Dio la casualidad de que se le había impuesto la llamada al sacerdocio, a la edad de 28 años, cuando estaba comprometido y trabajaba como corredor de seguros. Había renunciado a todo para convertirse en sacerdote. Cuando lo conocí, acababa de regresar de 10 años de misión en África y yo era su primera oveja, su primer catecúmeno. Así que me cuidó especialmente, haciéndose cargo él mismo de mi formación.

Una vez a la semana, durante más de dos años, me dio lecciones sobre la religión católica, sobre los textos fundamentales. A través del testimonio de su vida, me transmitió los tres pilares de la fe cristiana: el amor, la fe y la esperanza. Durante mi catecumenado, pasé mucho tiempo con Geneviève, una feligresa a quien el padre Joseph había elegido para mí como madrina, y con hermanitas que me enseñaron a rezar, especialmente el rosario.

Después de defender mi tesis sobre el escritor estadounidense Cormac McCarthy en la Sorbona, me convertí en profesora de literatura estadounidense en la Universidad de París-XII. Pero, en paralelo a esta carrera, seguí escribiendo, actué en el teatro y hasta en el cine. Luego comencé mi propia empresa.

El hilo conductor de mis diversas actividades es la noción de creación. Me encanta la libertad infinita, casi mágica, que siento al crear un universo, una marca, un personaje. Aún más fundamental, lo que me impulsa en todo lo que emprendo es la necesidad de involucrarme, de tener un impacto positivo en el mundo, de ser útil, de hacer a las personas un poco más felices, más vivas, o de ayudarlas en su día a día.

Una empresa virtuosa

Al lanzar mi primera startup, mientras estaba inmovilizada tras un grave accidente ecuestre, mi objetivo era ser útil a la comunidad de padres, a la que aún no pertenecía. La idea de MommyVille, una red de ayuda mutua y apoyo para futuros padres y nuevos padres, surgió de mi hermana mayor, cuyo embarazo había sido muy difícil.

Ese primer intento fracasó. A los 33, casi me quedo sin hogar... Pero es en la peor soledad y el fracaso donde encuentras los recursos para mantenerte a flote. Y salí fortalecida.

A través de mi contacto con la comunidad de padres, identifiqué una de sus preocupaciones: la falta de transparencia sobre la composición de los productos que utilizan para sus bebés, principalmente los pañales. Esta falta de transparencia me llevó a fundar Joone en 2017, la primera marca en afirmar que sus pañales son 100 % no tóxicos y en publicar sus análisis toxicológicos.

Desde entonces, la empresa ha crecido y se ha diversificado, pero su piedra angular sigue siendo la misma: transparencia y trazabilidad. Ofrecemos productos saludables y de alta calidad, y nos esforzamos por cultivar buenas relaciones con nuestros empleados, proveedores, socios y clientes. Joone demuestra que una empresa puede ser 100 % virtuosa y, al mismo tiempo, rentable. Sí, el capitalismo puede ser virtuoso.

No me siento culpable por "ganar dinero", como dicen. No es malo en sí mismo; al contrario, te permite adquirir cierta libertad para crear valor para otros; el fracaso de mi primera startup me lo enseñó.

Por ejemplo, si Joone no fuera una empresa exitosa, no habríamos podido lanzar las reuniones del Club de Mamás Joone hace tres años. Cada mes, en Francia y en el extranjero, las madres se reúnen gratuitamente para un brunch y compartir experiencias, intercambiar ideas y apoyarse mutuamente. No hablan de nuestros productos, sino de sus alegrías y sus penas.

Carole Juge-Llewellyn ha sido guiada por Dios en su vida / Foto: Cortesía de @carolellewellyn 

Hazlo brillar

Crear conexiones, llevar dulzura a la vida de las personas, por eso hago este trabajo. Amor, fe y esperanza. No hay nada más fuerte ni más poderoso que eso. También es más necesario en nuestra sociedad individualista, donde toleramos cada vez menos la diferencia, la debilidad, la pobreza o la existencia misma de los demás. Estas tres virtudes, estos tres valores, me guían cada día. Mi trabajo es intentar que brillen a mi alrededor, sin necesariamente mostrarlos como cristianos.

Preparé en casa lo que mi madrina, Geneviève, llamaba un "pozo de Jacob", es decir, un espacio de oración. Como ella, coloqué en una mesita una imagen de la Virgen, un icono de la Sagrada Familia, una Biblia, flores que intento renovar con regularidad, incienso y velas. Me gustaría poder decir que rezo allí todos los días, ¡pero no! En cambio, durante la Cuaresma, lo uso mucho. Todas las mañanas, es allí donde mi hijo y yo rezamos juntos.

No quiero que Hadrian vea la religión como una obligación; sería la mejor manera de disuadirlo. Así que no le enseño. Pero como intento vivirla, él también la vive, naturalmente. Además, ahora que ha crecido, es él quien canta " Bajando al río a orar", que le canto desde pequeño, para que se duerma: "Mientras bajaba al río a orar (...), Dios misericordioso, muéstrame el camino".

La importancia del perdón.

“Después de haber invertido una enorme cantidad de energía intentando salvar mi matrimonio, viví mi divorcio como una inmensa traición, un dolor, un sufrimiento. Sin saber a quién escribir para pedir perdón, envié una carta al Papa Francisco, a quien consideraba un padre en la tierra. Un obispo de Francia me respondió y sus palabras me tranquilizaron, me dieron la fuerza para superar esta dura prueba. En esencia, dijo: “Dios te perdona, el Santo Padre te perdona, la Iglesia te perdona, pero ¿te has perdonado a ti misma?”. Esto es quizás lo más difícil.

«Dios quiere nuestra felicidad»

Crecí en Vichy, escenario de una de las mayores traiciones y catástrofes morales de la historia francesa. Crecí con la culpa de este pesado legado y con la temprana consciencia de que los seres humanos eran capaces de las peores atrocidades. El trauma de mis 12 años, al poner fin a la larga inocencia que fue mi infancia, también generó en mí desconfianza hacia los demás. ¿Cómo puedo, entonces, confiar en los humanos? Es algo difícil. Mi entrenador diría que mi relación con los animales (con mis perros, Victor Hugo y Percy, y con los caballos, por los que siento una pasión desbordante) está ligada a mi relación con Dios. Es la misma confianza absoluta, infinita e inquebrantable.

¿Dónde estaba tu Dios cuando permitió esto? Si Dios existe, ¿por qué el mal, por qué el sufrimiento? Muchos ateos se hacen estas preguntas existenciales. Y yo respondería que Dios nos ha dado el don de la libertad. Nos deja eminentemente libres para elegir el bien y la vida o el mal y la muerte. Él no es responsable de las cosas malas que causa nuestra libertad mal ejercida. No le complace ver a alguien sufrir o morir. Al contrario: Jesús sufrió para que ya no tuviéramos que sufrir. Dios quiere nuestra felicidad, pero como respeta tanto nuestra libertad, nunca nos forzará. Nos llama y espera nuestro sí.

La fe no se puede imponer; no podemos obligar a nadie a tenerla. En lugar de creernos Dios, ¡confiemos en Él!

Carole Juge-Llewellyn     

Etapas de la vida de Carole Juge-Llewellyn     

1983 Nacida en Moulins y criado en Vichy (Allier).

2006 Obtuvo una maestría en literatura estadounidense en la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos).

2010 Obtuvo un doctorado en literatura en la Universidad de París-Sorbona.

2012-2016 Nombrada directora del departamento de inglés en la Universidad de París-XII.

2013 Se unió al taller de teatro de Niels Arestrup.

2014 Lanzó su primera start-up, MommyVille.

2016 Obtuvo un MBA en la École nationale des ponts et chaussées.

2017 Publicó su primera novela, Une ombre chacun (Belfond), y fundó Joone.

2021 Joone se unió al programa FT120 de French Tech.

2023 Publicó Boss Mama. Les clés pour réussir (Éditions Prisma).

Homilía de Mons. Demetrio Fernández, obispo emérito de Córdoba, y lecturas de la Misa de hoy, viernes, y de clausura del Congreso “Símbolo: Luz de Nicea”, 13-6-2025

13 de junio de 2025.-  (Camino Católico) Homilía de  Mons. Demetrio Fernández, obispo emérito, y lecturas de la Misa de hoy, viernes, y de clausura del  Congreso “Símbolo: Luz de Nicea”, emitida por 13 TV desde la Catedral de Córdoba.

Santa Misa de hoy, viernes, y de clausura del Congreso “Símbolo: Luz de Nicea” en la catedral de Córdoba, 13-6-2025

13 de junio de 2025.-  (Camino Católico) Celebración de la santa Misa de hoy, viernes de la 10ª semana del Tiempo Ordinario, y de clausura del  Congreso “Símbolo: Luz de Nicea”, presidida por Mons. Demetrio Fernández, obispo emérito de Córdoba, emitida por 13 TV desde la Catedral de Córdoba.

Misterios Dolorosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 13-6-2025

13 de junio de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Dolorosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, viernes, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.