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domingo, 17 de agosto de 2025

Papa León XIV en homilía, 17-8-2025: «No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, casas y vida; dejémoslo entrar en los pobres, y haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos»

* «La Misa fortalece esta decisión; es la decisión de ya no vivir para nosotros mismos y de llevar fuego al mundo. No el fuego de las armas, ni tampoco el de las palabras que incineran a los demás. Esto no. Más bien, el fuego del amor, que se abaja y sirve, que opone el cuidado a la indiferencia y la mansedumbre a la prepotencia; el fuego de la bondad, que no cuesta como los armamentos, sino que renueva el mundo gratuitamente. Puede costar incomprensión, burlas, e incluso persecución, pero no hay mayor paz que la de tener su llama en nosotros»  

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV 

* «Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos, todos partícipes, cada uno portador de una Palabra única de Dios. Cada uno es un don para los demás. Derribemos los muros. Agradezco a quienes trabajan en cada comunidad cristiana para facilitar el encuentro entre personas distintas por su procedencia, por su situación económica, psicológica, afectiva. Sólo juntos, sólo siendo un único Cuerpo en el que aun el más frágil participa en plena dignidad, seremos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios. Esto sucede cuando el fuego que Jesús ha venido a traer quema los prejuicios, las cautelas y los miedos que siguen marginando a quienes llevan escrita la pobreza de Cristo en su propia historia» 

17 de agosto de 2025.- (Camino Católico) “No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad”, ha subrayado el Papa León XIV en su homilía de la Santa Misa que ha presidido, esta mañana, en el Santuario de Santa María de la Rotonda de Albano ante más de 250 personas en el interior del templo, algunas sin hogar, refugiados, pobres, personal de la Cáritas diocesana, sacerdotes y fieles. Fuera de la iglesia han seguido la celebración dos mil personas a través de la pantalla gigante que se ha instalado.

León XIV ha reflexionado sobre el Evangelio del día, en el que Cristo afirma: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”. El Papa ha iniciado su homilía con una reflexión sobre el domingo, día de la Resurrección, día en que los fieles se reúnen en torno a la mesa eucarística, “mirándonos a los ojos, como auténticos hermanos y hermanas.

“Es así, cada uno de nosotros llega a la iglesia con ciertos cansancios y miedos —a veces más pequeños, a veces más grandes— y de repente estamos menos solos, estamos juntos y encontramos la Palabra y el Cuerpo de Cristo. De esa manera, nuestro corazón recibe una vida que va más allá de la muerte. Es el Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el que hace esto entre nosotros y en nosotros, silenciosamente, domingo tras domingo y día tras día”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Santuario de Santa Maria della Rotonda (Albano)

XX Domingo del Tiempo Ordinario, 17 de agosto de 2025

Queridos hermanos y hermanas:

Es una alegría estar juntos, para celebrar la Eucaristía dominical, que nos brinda un gozo aún más profundo. Si ya es un don estar hoy cerca y vencer la distancia mirándonos a los ojos, como auténticos hermanos y hermanas, es un don más grande vencer la muerte en el Señor. Jesús ha vencido la muerte —el domingo es su día, el día de la resurrección— y nosotros ya comenzamos a vencerla con Él. Es así, cada uno de nosotros llega a la iglesia con ciertos cansancios y miedos —a veces más pequeños, a veces más grandes— y de repente estamos menos solos, estamos juntos y encontramos la Palabra y el Cuerpo de Cristo. De esa manera, nuestro corazón recibe una vida que va más allá de la muerte. Es el Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el que hace esto entre nosotros y en nosotros, silenciosamente, domingo tras domingo y día tras día.

Nos encontramos en un antiguo santuario cuyos muros nos abrazan. Se llama “Rotonda” y la forma circular, como en la Plaza de San Pedro y como en otras iglesias antiguas y nuevas, nos hace sentir acogidos en el seno de Dios. La iglesia por fuera, como algunas realidades humanas, puede parecernos áspera; pero su realidad divina se manifiesta cuando atravesamos la puerta y encontramos acogida. Entonces nuestra pobreza, nuestra vulnerabilidad y sobre todo los fracasos por los que podemos ser despreciados y juzgados —y en ocasiones nosotros mismos nos despreciamos y nos juzgamos— son finalmente acogidos en la dulce fuerza de Dios, un amor sin asperezas, un amor incondicional. María, la madre de Jesús, es para nosotros signo y anticipación de la maternidad de Dios. En ella nos convertimos en una Iglesia madre, que genera e regenera no en virtud de un poder mundano, sino con la virtud de la caridad.

Quizás puede habernos sorprendido, en el Evangelio que acabamos de leer, lo que dice Jesús. Nosotros buscamos la paz, pero hemos escuchado: «¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división» (Lc 12,51). Y casi le responderíamos: “Pero cómo, Señor, ¿también tú? Ya tenemos demasiadas divisiones. ¿No eres precisamente tú el que dijo en la última cena: «Les dejo la paz, les doy mi paz»?”. “Sí —nos podría responder el Señor— soy yo. Pero recuerden que esa tarde, mi última tarde, agregué inmediatamente a propósito de la paz: «Les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!» (Jn 14,27)”.

Queridos amigos, el mundo nos acostumbra a intercambiar la paz con la comodidad, el bien con la tranquilidad. Por eso, para que su paz venga entre nosotros, el shalom de Dios, Jesús debe decirnos: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!» (Lc 12,49). Quizás nuestros mismos familiares, como preanuncia el Evangelio, e incluso los amigos se dividirán en esto. Y alguno nos aconsejará que no arriesguemos ni nos desgastemos, porque lo importante es estar tranquilos y los demás no merecen ser amados. Jesús, en cambio, se sumergió en nuestra humanidad con valentía. Este es el «bautismo» del que habla (v. 50): es el bautismo de la cruz, una inmersión total en los riesgos que conlleva el amor. Y nosotros, cuando —como se dice— “hacemos la comunión”, nos alimentamos de este audaz don suyo. La Misa fortalece esta decisión; es la decisión de ya no vivir para nosotros mismos y de llevar fuego al mundo. No el fuego de las armas, ni tampoco el de las palabras que incineran a los demás. Esto no. Más bien, el fuego del amor, que se abaja y sirve, que opone el cuidado a la indiferencia y la mansedumbre a la prepotencia; el fuego de la bondad, que no cuesta como los armamentos, sino que renueva el mundo gratuitamente. Puede costar incomprensión, burlas, e incluso persecución, pero no hay mayor paz que la de tener su llama en nosotros.

Por eso hoy quisiera agradecer, junto vuestro obispo Vincenzo, a todos ustedes, que en la diócesis de Albano se comprometen para llevar el fuego de la caridad. Y los animo a no distinguir entre el que asiste y el que es asistido, entre el que parece dar y el que parece recibir, entre el que se presenta pobre y el que siente la necesidad de ofrecer tiempo, capacidades y ayuda. Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos, todos partícipes, cada uno portador de una Palabra única de Dios. Cada uno es un don para los demás. Derribemos los muros. Agradezco a quienes trabajan en cada comunidad cristiana para facilitar el encuentro entre personas distintas por su procedencia, por su situación económica, psicológica, afectiva. Sólo juntos, sólo siendo un único Cuerpo en el que aun el más frágil participa en plena dignidad, seremos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios. Esto sucede cuando el fuego que Jesús ha venido a traer quema los prejuicios, las cautelas y los miedos que siguen marginando a quienes llevan escrita la pobreza de Cristo en su propia historia. No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad. 

Que interceda por nosotros la Virgen María, quien escuchó al santo anciano Simeón que señalaba a su Hijo Jesús como «signo de contradicción» (Lc 2,34). Que sean reveladas las intenciones de nuestros corazones, y que el fuego del Espíritu Santo los cambie de corazones de piedra en corazones de carne.

Santa María de la Rotonda, ruega por nosotros.

PAPA LEÓN XIV










Fotos: Vatican Media, 17-8-2025

Papa León XIV en el Ángelus, 17-8-2025: «Pidamos a María, Reina de los mártires, que nos ayude a ser testigos fieles y valientes de su Hijo, y a sostener a los hermanos y hermanas que sufren por la fe»

* «Obrar en la verdad cuesta, porque en el mundo hay personas que eligen la mentira, y porque el diablo, aprovechándose de ello, a menudo busca obstaculizar el obrar de los buenos. Pero Jesús, con su ayuda, nos invita a no rendirnos ni a equipararnos con esta mentalidad, sino a seguir obrando por nuestro bien y el de todos, incluso de quienes nos hacen sufrir. Nos invita a no responder a la prepotencia con la venganza, sino a permanecer fieles a la verdad en la caridad. Los mártires dan testimonio de ello derramando su sangre por la fe, pero también nosotros, en circunstancias y de modos diferentes, podemos imitarlos»

      

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Quiero expresar mi cercanía a las poblaciones de Paquistán, India y Nepal que han visto afectadas por unos violentos aluviones. Rezo por las víctimas y sus familiares, y por todos aquellos que sufren a causa de estas calamidades. Recemos para que lleguen a buen puerto los esfuerzos para hacer cesar las guerras y promover la paz; de modo que, en las negociaciones, ocupe siempre el primer lugar el bien común de los pueblos» 

17 de agosto de 2025.- (Camino Católico)  “Pidamos juntos a María, Reina de los mártires, que nos ayude a ser, en toda circunstancia, testigos fieles y valientes de su Hijo, y a sostener a los hermanos y hermanas que hoy sufren por la fe”, ha invitado el Papa León XIV, antes de rezar el Ángelus, a los miles de fieles congregados en la plaza de la Libertad de Castel Gandolfo.

Ser perseguido: esto es lo que a veces les sucede a quienes eligen seguir a Cristo, porque la misión de Jesús es un signo de contradicción, como él mismo ha reflexionado, y no todo es color de rosa, ha enfatizado el Papa. El mensaje de Cristo, a pesar de hablar de amor y justicia, fue rechazado, y por ello Jesús fue combatido, arrestado, insultado, golpeado y crucificado.

Después del rezo mariano del Ángelus, León XIV reiteró su llamado a poner fin a las guerras y promover la paz. También un agradecimiento a todos los que promueven el Evangelio con iniciativas y actividades en este período veraniego. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

  PAPA LEÓN XIV

ÁNGELUS

Plaza de la Libertad (Castel Gandolfo)

Domingo, 17 de agosto de 2025

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy el Evangelio nos presenta un texto exigente (cf. Lc 12,49-53), en el que Jesús, con imágenes fuertes y gran sinceridad, dice a los discípulos que su misión, y también la de quienes lo siguen, no es toda “color de rosa”, sino que es “signo de contradicción” (cf. Lc 2,34).

Diciendo esto, el Señor anticipa lo que deberá afrontar cuando en Jerusalén sea agredido, arrestado, insultado, golpeado, crucificado; cuando su mensaje, aun hablando de amor y de justicia, sea rechazado; cuando los jefes del pueblo reaccionen con violencia a su predicación. Por otra parte, muchas de las comunidades a las que el evangelista Lucas se dirigía con sus escritos vivían la misma experiencia. Eran, como nos dicen los Hechos de los Apóstoles, comunidades pacíficas que, aun con sus límites, intentaban vivir de la mejor manera el mensaje de caridad del Maestro (cf. Hch 4,32-33). Y, sin embargo, sufrían persecuciones.

Todo esto nos recuerda que el bien no siempre encuentra una respuesta positiva en su entorno. Es más, en ocasiones, precisamente porque la belleza de ese bien molesta a quienes no lo acogen, aquel que lo pone en práctica termina encontrando duras oposiciones, hasta sufrir maltratos y abusos. Obrar en la verdad cuesta, porque en el mundo hay personas que eligen la mentira, y porque el diablo, aprovechándose de ello, a menudo busca obstaculizar el obrar de los buenos.

Pero Jesús, con su ayuda, nos invita a no rendirnos ni a equipararnos con esta mentalidad, sino a seguir obrando por nuestro bien y el de todos, incluso de quienes nos hacen sufrir. Nos invita a no responder a la prepotencia con la venganza, sino a permanecer fieles a la verdad en la caridad. Los mártires dan testimonio de ello derramando su sangre por la fe, pero también nosotros, en circunstancias y de modos diferentes, podemos imitarlos.

Pensemos, por ejemplo, en el precio que debe pagar un buen padre, si quiere educar bien a sus hijos, con sanos principios; antes o después deberá saber decir algún “no”, hacer alguna corrección, y esto le causará sufrimiento. Lo mismo vale para un maestro que desea formar correctamente a sus alumnos, para un profesional, un religioso, un político, que se propongan realizar su misión honestamente, y para quienes se esfuercen en ejercitar con coherencia, según las enseñanzas del Evangelio, sus propias responsabilidades.

A este respecto, san Ignacio de Antioquía, mientras viajaba hacia Roma, donde sufriría el martirio, escribía a los cristianos de esta ciudad: «No quisiera que procurarais agradar a los hombres, sino a Dios» (Carta a los Romanos, 2,1), y agregaba: «Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra» (ibíd., 6,1).

Hermanos y hermanas, pidamos juntos a María, Reina de los mártires, que nos ayude a ser, en toda circunstancia, testigos fieles y valientes de su Hijo, y a sostener a los hermanos y hermanas que hoy sufren por la fe.

Oración del Ángelus:  

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.


Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:


Queridos hermanos y hermanas:


Quiero expresar mi cercanía a las poblaciones de Paquistán, India y Nepal que han visto afectadas por unos violentos aluviones. Rezo por las víctimas y sus familiares, y por todos aquellos que sufren a causa de estas calamidades.


Recemos para que lleguen a buen puerto los esfuerzos para hacer cesar las guerras y promover la paz; de modo que, en las negociaciones, ocupe siempre el primer lugar el bien común de los pueblos.


Es este tiempo veraniego recibo noticias de muchas y variadas iniciativas de animación cultural y de evangelización, organizadas con frecuencia en los lugares de vacaciones. Es hermoso ver como la pasión por el Evangelio estimula la creatividad y el compromiso de grupos y asociaciones de todas las edades. Pienso, por ejemplo, a la misión juvenil que se ha desarrollado en estos días a Riccione. Agradezco a los promotores y a cuantos en distintos modos participan en estos eventos.


Saludo con afecto a cuantos están aquí presentes en Castel Gandolfo. En particular, me alegro de acoger al grupo AIDO de Coccaglio, que celebra los 50 años de compromiso por la vida, a los donantes de sangre AVIS que han venido en bicicleta desde Gavardo (Brescia) y a los jóvenes de Casarano y las religiosas franciscanas de San Antonio.


Bendigo además la gran peregrinación al Santuario mariano de Piekary, en Polonia.


Que tengan un feliz domingo.


Papa León XIV









Fotos: Vatican Media, 17-8-2025

Santa Misa de hoy, presidida por el Papa León XIV, XX Domingo del Tiempo Ordinario, 17-8-2025


Foto: Vatican Media, 17-8-2025


17 de agosto de 2025.- (Camino Católico)   El Papa León XIV ha presidido, esta mañana, la Santa Misa en el Santuario de Santa María de la Rotonda de Albano ante 250 personas, algunas sin hogar, refugiados, pobres, personal de la Cáritas diocesana, sacerdotes y fieles. A ellos, el Papa ha recordado que “somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.




“Cada uno es un don para los demás… Derribemos los muros... No vivamos para nosotros mismos… No el fuego de las armas, sino al fuego del amor…No confundamos la paz con la comodidad, el bien con la tranquilidad…, sino una inmersión total en los riesgos que conlleva el amor…”. “No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad”. Estas son algunas frases pronunciadas por León XIV en la homilía en el Santuario de Santa María de la Rotonda en Albano.


Fuera del Templo unos 2000 fieles, han seguido  la liturgia a través de una pantalla gigante instalada en la plaza frente al Santuario. Junto a varias de las autoridades civiles de la localidad Lacial, estaban presentes monseñor Vincenzo Viva, Obispo di Albano y monseñor Adriano Gibellini, Rector del Santuario Mariano, entre otros representantes religiosos.

Homilía del P. Adolfo Mariño y lecturas de la Misa de hoy, XX domingo del Tiempo Ordinario, 17-8-2025

17 de agosto de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Adolfo Mariño, y lecturas de la Misa de hoy, XX domingo del Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Basílica del Santuario de Covadonga.

Santa Misa de hoy, XX domingo del Tiempo Ordinario, en la Basílica del Santuario de Covadonga, 17-8-2025

17 de agosto de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, XX domingo del Tiempo Ordinario, presidida por el P. Adolfo Mariño, emitida por 13 TV desde la Basílica del Santuario de Covadonga.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario, desde el Santuario de Lourdes, 17-8-2025

17 de agosto de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero. 

Palabra de Vida 17/8/2025: «No he venido a traer paz, sino división» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 17 de agosto de 2025, domingo de la 20ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Lucas 12, 49-53:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.

Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Homilía del evangelio del domingo: La causa de la división entre personas no es el Espíritu Santo, sino la libertad humana que lo acoge o lo rechaza / Por P. José María Prats


* «El libro de la Sabiduría describe muy bien la raíz secreta de esta persecución irracional de los hijos de la luz por parte de los hijos de las tinieblas que ha teñido y sigue tiñendo de sangre nuestra historia. Y es que quien, vencido por las pasiones, ha rechazado la luz, lleva en su corazón una íntima desesperación que se manifiesta en una ira visceral hacia quienes luchan por vivir en la verdad: ‘Acechemos al justo, porque nos resulta insoportable, y se opone a nuestra forma de actuar, nos echa en cara que no hemos cumplido la ley, y nos reprocha las faltas contra la educación recibida; se precia de conocer a Dios, y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un reproche contra nuestros pensamientos, y sólo verlo nos molesta’»

Domingo XX del tiempo ordinario - C

Jeremías  38, 4-6.8-10  / Salmo 39 / Hebreos 12, 1-4 / San Lucas 12, 49-53

P. José María Prats / Camino Católico.- En el evangelio de hoy Jesús nos deja muy clara cuál es su misión: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». Él, pues, ha venido a derramar sobre nosotros el fuego del Espíritu Santo, que restaura nuestra comunión con Dios y con los hombres e implanta el Reino de Dios en el mundo. Pero este Espíritu por el que Dios viene a habitar en nosotros es el fruto del sacrificio de Jesús en la Cruz, que nos ha reconciliado con Dios y ha restablecido la justicia y el orden cósmicos. Es por ello que Jesús dice a continuación: «Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!».

Hasta aquí todo es fácil de entender. Las palabras que siguen, en cambio, resultan muy desconcertantes: «¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres...». Si el Espíritu Santo que Jesús ha venido a traer es poder para reconciliar el mundo, ¿cómo es que ahora nos dice que no ha venido a traer paz sino división?

La respuesta es que la causa de esta división no es el Espíritu Santo, sino la libertad humana que lo acoge o lo rechaza. En un mundo que permanece casi a oscuras, iluminado por una luz muy tenue, la diferencia entre los que andan buscando la luz y los que la rechazan es pequeña, pero si de repente se enciende una luz muy potente, entonces la diferencia entre unos y otros es abismal y lleva inevitablemente a la división y al enfrentamiento. San Juan lo describe en el contexto del juicio de Dios con estas palabras: «Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios» (Jn 3,19-21).

Como narra el libro del Apocalipsis, la historia de la humanidad está marcada por este conflicto dramático entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, un conflicto que perdurará hasta el fin del mundo, cuando Jesucristo vendrá con gloria para implantar el Reino de Dios en plenitud, destruyendo definitivamente todo poder del mal.

El libro de la Sabiduría describe muy bien la raíz secreta de esta persecución irracional de los hijos de la luz por parte de los hijos de las tinieblas que ha teñido y sigue tiñendo de sangre nuestra historia. Y es que quien, vencido por las pasiones, ha rechazado la luz, lleva en su corazón una íntima desesperación que se manifiesta en una ira visceral hacia quienes luchan por vivir en la verdad: «Acechemos al justo, porque nos resulta insoportable, y se opone a nuestra forma de actuar, nos echa en cara que no hemos cumplido la ley, y nos reprocha las faltas contra la educación recibida; se precia de conocer a Dios, y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un reproche contra nuestros pensamientos, y sólo verlo nos molesta» (Sab 2,12-14).

P. José María Prats

Evangelio:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a encender fuego en el mundo, ¡y cómo querría que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por una terrible prueba ¡y cómo he de sufrir hasta que haya terminado! ¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división. Porque, de ahora en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra».

San Lucas 12, 49-53

«Señor, date prisa en socorrerme» / Por P. Carlos García Malo