-El fenómeno se presenta sobre todo en los movimientos católicos de base como puede leerse en las siguientes llamadas de Dios
-Los seminaristas ya no llegan de colegios religiosos. La familia recupera protagonismo como veta sacerdotal
(La Razón) Actualmente parece un milagro encontrar vocaciones religiosas entre los jóvenes; sin embargo, la realidad es muy distinta. No sólo las hay, sino que además se puede dar el caso de que existan varias en la misma familia.
Es el ejemplo de la familia Rivas, cimentada en los valores cristianos y perteneciente al Camino Neocatecumenal, que cuenta con ocho hermanos, de los cuales dos, Jacobo y Pedro, han sentido la llamada de Dios y se encuentran actualmente en el seminario.
La experiencia de Jacobo llama poderosamente la atención por el cambio radical que ha dado a su vida. Cuando tenía diecinueve años comenzó a dejar «poco a poco» la Iglesia, entró en conflitco con su padres y empezó a refugiarse y «depender sexualmente» de la chica con la que salía. Cuando su novia le dejó «todo explotó», pasó cinco años en los que «todo lo que empezaba se iba al garete», una etapa «en la que cada vez sentía una tristeza mayor». Su vida era un caos, «durante 2 meses pensé suicidarme, no tenía valor para hacerlo, y mi forma de suicidarme fue no vivir, pasaba el día del ordenador a la cama».
Obrero de la construcción
A través de Kiko Argüello, el iniciador del Camino Neocatecumenal, (en la fotografia de la derecha) estuvo trabajando como albañil, en la construcción de la casa que este movimiento tiene en Galilea, y llevando una vida de seminarista. Según el jóven, «ésta fue la estrategia de la que Dios se valió para que entrara en el seminario, me reconcilié con mis padres y Cristo me devolvió la alegría por la vida». Para el otro hermano seminarista, Pedro, su vida se cimenta en saber que «Cristo es fiel».
En la familia De la Vega, dos de los tres hijos han recibido la «llamada de Dios», Fernando y Felipe. Para Fernando, un chico de buenas notas, el fracaso en la carrera de Industriales supuso un «rebote con Dios», pero, pronto se dio cuenta de que se «había equivocado con el Señor, y pedía a la vida una buena carrera, dinero y prestigio».
Le admitieron en Ingeniería de Minas, donde comenzó a asistir a la capilla de la facultad y a percibir no una relación «ascendente y descendente con Dios» sino «una totalmente horizontal». De repente se encontró envuelto en un ambiente de oración que le llevó a darse cuenta de que su verdadera vocación era el seminario.
Su hermano Felipe no tuvo ninguna crisis, ya que descubrió la «llamada» motivado por la letra que escuchó en la catedral de Santiago mientras comulgaba, «sonriendo has dicho mi nombre», que le sirvio de clave para descifrar su vocación como futuro sacerdote.
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