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sábado, 9 de agosto de 2008

Milagros de Dios: testimonio del camino familiar de una consagrada de Regnum Christi / Autora: Doriana Vega

(Regnum Christi) Dios me creó porque pensó en una misión específica para mí. Yo no lo sabía, pero poco a poco Él me lo fue manifestando. Él me hizo ver que mi existencia es un milagro de su amor y que yo debo responderle cumpliendo con la misión que pensó para mí.

Pero, ¿por qué he dicho que mi existencia es un milagro de amor de parte de Dios? Para contestar a esta pregunta, me iré unos años atrás, a aquel año posterior a la boda de mis papás.

Foto de la familia de Doriana en el 25 aniversario matrimonial de sus papás (verano 2007).

Mi papá es originario de Sahuayo, Michoacán (México). Él creció en una gran familia; fueron 17 hijos, de los cuales ahora viven sólo 13, ya que los demás murieron a los pocos días de nacidos. Sus padres fueron católicos que transmitieron, con palabra y con testimonio, la fe a todos sus hijos. De hecho, los tres hijos mayores son sacerdotes. Mi papá también fue al seminario de los misioneros del Espíritu Santo para discernir su vocación y después de 10 años como seminarista, descubrió que Dios no lo quería como sacerdote, sino para otra misión muy especial.

Problemas para tener hijos
En uno de sus viajes de trabajo, estando en Jalisco, conoció a mi mamá. Cuando la vio supo que ella era la mujer que Dios quería para él. Así que después de 8 meses de noviazgo, se casaron el 23 de octubre de 1982. Ninguno de los dos se imaginaba la prueba que Dios les pediría al inicio de su matrimonio.


Pasaron unos meses después de la boda y mi mamá no quedaba embarazada. Como no sabían cuál podía ser el problema, mi papá decidió llevarla al doctor. Después del análisis, el doctor les dio el resultado que, un resultado que les ocasionó mucho dolor. Les dijo que mi mamá tenía un tumor en cada ovario del tamaño de una naranja y que por ello no podría tener hijos. Sólo había dos opciones ante esta situación. La primera era remover los tumores junto con los ovarios, lo cual causaría a mi mamá la imposibilidad de tener hijos. La segunda era esperar unos meses para ver si los tumores desaparecían y los ovarios volvieran a su tamaño normal, cosa que era casi imposible. Mis papás no se esperaban una prueba como esa a los pocos meses de casados. Ellos habían deseado muchos hijos, pero ahora se encontraban con que no podrían cumplir su sueño.

Doriana, Luis Francisco, Margarita y José Ramón.

A pesar del gran sufrimiento que ambos experimentaban, nunca perdieron la fe. Después de haber escuchado los resultados del análisis, mis papás fueron a hacer una visita ante una imagen de la Virgen de Guadalupe. Ahí le pidieron a la Virgencita que les concediera el milagro de tener por lo menos un hijo y que si se los concedía, ellos se lo consagrarían a Ella. La Virgen de Guadalupe, como buena madre, escuchó su plegaria.

Una promesa que nunca nos dijeron
Después de unos meses, mis papás volvieron al doctor. Se llevaron una gran sorpresa al escuchar los resultados del análisis: sin haber tomado tratamiento, el tumor del ovario derecho había desaparecido…y no sólo eso, ¡mi mamá estaba embarazada! El doctor no podía creer lo que había pasado. Era casi imposible que el tumor desapareciera y que el ovario volviera a su tamaño normal sin ningún medicamento…, pero así pasó. Nueve meses después nació la primera hija, Margarita. Mis papás, en acto de agradecimiento por el milagro que la Virgen les había concedido, la recostaron en su altar y la consagraron a Ella. Además la bautizaron el 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe, para reafirmar su promesa hacia Ella.


Luis Francisco y José Ramón con el P. Carlos Mora, L.C. en la fotografia de la derecha

Pero Margarita no fue el único milagro. Un año y ocho meses después, llegué yo al mundo, y también fui consagrada a la Virgen. Cuatro años después nació el tercer milagro, Luis Francisco, después de un embarazo difícil, y él también cumplió con la promesa que mis papás le hicieron a la Virgen. Un cuarto regalo llegó a nuestra familia, José Ramón, y él también fue consagrado a María.

Mis papás eran los únicos que sabían sobre la promesa que le habían hecho a la Virgen de Guadalupe. Nunca nos lo mencionaron a nosotros porque querían dejarnos libres para que cada uno optara su camino de vida. Aún así, mis papás no tenían idea cómo se desenvolvería el plan de Dios en nuestra familia.

Dios llama a consagrarse
Pero el plan de Dios comenzó a manifestarse cuando el Movimiento Regnum Christi llegó a nuestra familia. Mis papás conocieron el Movimiento en 1996, cuando mis hermanos ingresaron al Colegio Cumbres Bugambilias de Guadalajara. En el momento en que entraron en contacto con la espiritualidad del Regnum Christi, se enamoraron del Movimiento y decidieron incorporarse. Dos años después, mi hermana y yo entramos al Alpes Bugambilias. Pocos meses después de haber ingresado al colegio, estando mi hermana en 2º de secundaria y yo en 6º de primaria, las señoritas consagradas nos hablaron del ECYD, un club de niñas que quieren amar a Cristo y cambiar el mundo. La idea nos gustó y decidimos incorporarnos.

En el año 1999, mi hermana Margarita fue invitada por el ECYD a la cuarta visita del Papa Juan Pablo II a México. Ahí tuvo contacto con el centro estudiantil, el cual es un centro para niñas de 14 a 17 años que quieren discernir lo que Dios les pide en sus vidas.

Irma y Francisco Vega, papás de Doriana.
Después de participar en el encuentro con el Papa en el autódromo, ella sintió que Dios le pedía que le consagrara su vida. Así que decidió entrar al centro estudiantil cuando tenía 15 años. Al llegar de México, nos comunicó su decisión y mis papás la apoyaron cien por ciento. Así, ese verano, mi hermana partió a México para cursar preparatoria en el centro estudiantil. Tres años después se consagró a Dios en el Regnum Christi y se fue a Madrid a realizar su período de formación. Ahora se encuentra en Sao Paulo, Brasil, trabajando pastoralmente con niñas del ECYD.

La partida de mi hermana fue un golpe muy duro para mí. Verme separada de ella me causó una gran soledad. A mí no me interesaba la idea de irme al centro estudiantil y menos de ser consagrada. A mí me gustaba la vida social, las fiestas, los amigos…, yo creía que Dios no me llamaría a una vocación así. Sin embargo, en diciembre del año 1999 decidí ir a una convivencia al centro estudiantil con el único propósito de ver a mi hermana. Pero Dios tenía otro plan. Al llegar al centro supe que yo también tenía que estar ahí y discernir mi vocación. Tengo que confesar que la idea me aterró, pero después de hablar con una señorita consagrada y sobreponerme a las dificultades humanas de dejar mi familia, mi ambiente y mis amigos, decidí entrar al centro estudiantil para empezar 3º de secundaria. Cuatro años después me consagré a Dios y ahora estoy en Rhode Island, Estados Unidos, terminando mi periodo de formación.



Pero la promesa no se quedó sólo en mi hermana y en mí. Mis hermanos también cumplieron con esa promesa. El P. Carlos Mora L.C. los invitó al centro vocacional de Guadalajara para discernir su vocación a ser sacerdotes legionarios de Cristo. A los dos les gustó la idea. Luis Francisco ingresó a la edad de 12 años. Ahora se encuentra en Monterrey en su segundo año de noviciado. José Ramón entró también, 3 años después, a la edad de 13 años. Un año después de su ingreso, se fue al centro vocacional de Ontaneda, España. Ahora se encuentra cursando 3º de secundaria.


Familia Vega, afuera del centro de estudios superiores de la Legión de Cristo, en Roma. Pentecostés de 2006.

Mis papás sabían que estábamos hechos para Dios. Lo sabían desde que nos consagraron a la Virgen, recién nacidos. Por ello, han apoyado enormemente nuestra decisión de seguir a Jesucristo como consagradas o como futuros sacerdotes. Eso no quita el dolor humano que puedan sentir por la separación física. Pero ellos lo han sabido ofrecer a Dios con mucho amor, como gratitud por haberles concedido el milagro de tener cuatro hijos. Además, ellos experimentan que Dios los acompaña muy de cerca, concediéndoles el ciento por uno en esta vida, al recibir abundantes gracias que emanan de nuestra vocación.

Mis hermanos y yo nos enteramos que habíamos sido consagrados a Dios hace sólo unos cuantos años, cuando mi hermano pequeño entró a la apostólica. Desde ese momento vemos nuestra vocación como la misión que Dios nos ha encomendado, porque para eso fuimos creados, para eso vinimos a este mundo. Margarita, Luis Francisco, José Ramón y yo fuimos unos regalos de Dios para mis papás. Y como regalos, mis papás nos han devuelto a Dios para que así cada uno cumpla con la misión que Él nos ha encomendado. Esto es lo que considero un milagro del amor de Dios.

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[Traducción del texto original Miracles of God’s Love]

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